Colombia históricamente ha sido un país que busca cumplir con cualquier clase de estúpido requisito que los demás países pretendan imponernos. Sí: nuestros dirigentes son unos arrodillados que no aprendieron a decir no.
Por lo general esto siempre ha sido con los países que tienen una posición ventajosa frente a nosotros: países desarrollados. Pero nadie dijo que no podíamos empezar a complacer las idioteces que nos exigen los países igual o peor de subesarrollados que nosotros, como aquellas de la Liga Árabe:
Hay que poner en marcha un mecanismo de certificación de producción, especialmente en alimentos, bajo las normas musulmanas.
Dicho sello, denominado Certificación de Garantía Halal, busca, según Cecilia Porras, directora ejecutiva de la Cámara de Comercio Árabe Colombiana, garantizar que productos y servicios dirigidos a los musulmanes cumplan con los requisitos exigidos por la ley islámica y que, por lo tanto, son aptos para su consumo.
Y eso no es lo peor:
En el tema de la producción de carne, uno de los procesos más importantes de la certificación Halal, se evalúa el personal implicado en los diversos pasos de la producción como los matarifes, el rito de sacrificio del ganado y aves o la disposición de la sangre, entre otros aspectos.
¿Qué? ¿Rito de sacrificio del ganado y aves? ¿Disposición de la sangre?
Yo no tenía ni idea que los productores y comercializadores de carne del país disfrutaran tanto quitando vidas, ni que lo hicieran con rituales, ni nada por el estilo. Yo pensaba que, con la industrialización en mente, estaban tratando de implementar procesos que fueran automáticos y que no causaran (tanto) dolor a los animales, que no dejaran todo manchado de sangre, ni nada por el estilo.
Pero resulta que no: ahora todos comeremos halal.
Pues lo dicho – Colombia está en vías del desarrollo… andando en reversa.