Cuando hago la generalización sacerdote igual pederasta, no falta quien me advierte que “no son todos”, “es una minoría” (cliché que no sé por qué no me creo), y que no debo generalizar.
Es cierto, no todos los sacerdotes son pederastas. Pero todos sí son culpables y responsables. Ninguno es inocente. A ver me explico.
Cuando un sacerdote viola a un niño y su obispo tiene instrucciones de encubrir el caso y trasladar de diócesis al pederasta, el obispo empieza a ser culpable de perpetuar la pederastia dentro de las filas de la Iglesia (algo que no es muy complicado, la verdad sea dicha).
Cuando el Papa le ordena a los obispos que no colaboren con la justicia civil, que escondan los datos o los destruyan y que cambien de iglesia a sus curas, el Papa se convierte en el criminal que es hoy en día.
Y entonces, ¿qué tienen que ver los sacerdotes que no han violado a nadie? Pues muy sencillo: siguen siendo curas. Eso significa que creen que el Papa es infalible y por esa vía legitiman el encubrimiento de los horribles casos de pederastia.
Por si fuera poco, los sacerdotes que no han violado a nadie siguen predicando y trayendo más familias a la Iglesia, facilitando que sus colegas depredadores le enseñen a los niños de esas familias a no provocar.
Y por si quedara algún tipo de duda, no hay que olvidar que estos sacerdotes “inocentes” le han jurado obediencia, lealtad y respeto al Sumo Pontífice. En otras palabras: han renunciado a sus facultades críticas y han jurado seguir al Papa contra viento y marea.
Así, nos encontramos con que le siguen respondiendo, moralmente, económicamente y con sus acciones a un criminal al que han aceptado como su amo mental, que dicta lo que deben pensar, lo que deben hacer y cuáles deben ser sus estándares éticos (que se resumen así: sí a la pederastia y no a que dos hombres tengan sexo cuando es consensual y ambos son mayores de edad).
Así que por favor, no me vengan con eso de que “no son todos”. El único sacerdote que no tiene que ver en ese tinglado es el que ha colgado el hábito.