Las acusaciones de campaña de desprestigio están a la orden del día. Se pusieron de moda durante la dictablanda de Álvaro Uribe Vélez y resulta que ahora en Colombia no hay corrupción, ni políticos mentirosos, ni delincuentes. Todo son campañas de desprestigio.
Colombia es un vividero para los que se dedican a mancillar buenos nombres, como por ejemplo el de la Corte Suprema de Justicia:
El presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, Leonidas Bustos consideró que existe una campaña de desprestigio “sistemática y generalizada” en contra de los magistrados de las altas cortes, haciendo una clara referencia a la información publicada sobre un llamado ‘carrusel de las pensiones’.
Según el magistrado Bustos, todos estos señalamientos y cuestionamientos que se han presentado en los últimos días en contra de la mayoría de togados tendrían como finalidad desprestigiar y presionar las decisiones trascendentales que están estudiando en la actualidad las Cortes.
Pero yo recuerdo que la Corte Suprema de Justicia, en particular la Sala Laboral, saboteó la elección de Fiscal durante más de un año (y luego ni siquiera se apegaron a la ley para la votación) para chantajear a sus colegas de las otras dos salas para que aceptaran el nombramiento del tal Gabriel Miranda.
¿También hace eso parte de la campaña de desprestigio? Porque no tiene sentido que otros se dediquen a dañar el nombre de la Corte Suprema cuando ellos mismos lo hacen tan bien por su propia cuenta.