¿Recuerdan el ridículo ataque a Richard Dawkins por lo que hicieron sus antepasados de hace dos siglos?
Pues bien, aunque no lo necesitaba, pues Christopher Hitchens ya lo había hecho y Dawkins lleva demostrando más de 30 años que se puede defender solito, Matt Ridley salió en su defensa. ¡Y de qué manera!
Para las personas que profesan ser amables y tolerantes, los defensores del cristianismo pueden ser notablemente desagradables e intolerantes. A pesar de su franca y a veces brusca bravuconería, no puedo pensar en nada que Richard Dawkins haya dicho que sea casi tan personalmente ofensivo como los insultos que han sido inundados sobre su cabeza en los últimos días.
“Engreído, egoísta, vanidoso, irritante y militante”, dice un comentarista. Maneja una “Fundación para Iluminar a gente más estúpida que el profesor Richard Dawkins”, se burla otro. Descendiente de dueños de esclavos, anota un tercero, visitando los pecados de un tatara-tatara-tatara-tatara-tatara-tatarabuelo sobre el hijo (que ha hecho y regalado mucho más dinero del que heredó).
En todo el cubrimiento de la Guerra contra Dawkins de la semana pasada, ha habido un patrón consistente de atacar al hombre, no a la pelota: se niegan a encarar sus ideas, pero sólo piensan en cómo encontrar nuevas formas de insultarlo. Si esto es cristiano, francamente, pueden guardarlo.
Por el contrario, ¿dónde está la condena del extraordinario artículo de la baronesa Warsi de la semana pasada afirmando que “la secularización militante es … profundamente intolerante … y demuestra rasgos similares a los regímenes totalitarios”, como si Dawkins hubiera enviado a las personas a las cámaras de gas? Lo más parecido a una sociedad totalitaria de hoy (sin contar a la neo-religiosa Corea del Norte) son teocracias como Irán y Arabia Saudita, lugares donde no es muy divertido ser gay o ateo o tener dos cromosomas X. Para los religiosos es rico darle cátedra a los seculares sobre la tolerancia.
Lady Warsi continuó: “Cuando nos fijamos en la profunda desconfianza entre algunas comunidades de hoy, no hay duda de que la fe tiene un papel clave que desempeñar en la reducción de estas divisiones”. Disculpe, hay una gran cantidad de dudas al respecto. Dígale a un cristiano perseguido en Irán, a una comunidad dividida en Ulster o una víctima de Osama bin Laden que no hay duda de que la fe juega un papel clave en la reducción de las divisiones.
Claro, ha habido dictadores ateos como Stalin, al igual que los ha habido vegetarianos, como Hitler, y católicos como Franco (apoyado con entusiasmo por la Iglesia). Pero nuestra sociedad libre y tolerante llegó a ser así solamente cuando se las arregló para deshacerse del dogmatismo religioso. La Inglaterra de Tudor y de Cromwell era el arquetipo de una sociedad totalitaria. Mi relación ancestral Nicholas Ridley fue quemado lentamente hasta la muerte, gritando de dolor, como un deporte para espectadores simplemente porque creía que el cuerpo de Cristo estaba presente en la comunión en sentido figurado, y no literalmente.
Todo eso está en el pasado distante, insisten los críticos de Dawkins, y hoy la Iglesia tiene que ver con el perdón y la comunidad. En gran parte cierto y bienvenido por completo. No cabe duda que los buenos vicarios anglicanos se sienten demasiado avergonzados para leer los capítulos de la Biblia donde Dios aboga por la violación en grupo, el genocidio y el asesinato, prefiriendo los pedacitos agradables. Pero si algo de la Biblia puede ser ignorado, ¿qué es tan especial del resto?
Por encima de todo, ¿por qué es necesario insistir en la verdad de un arbitrario cuento de hadas de una sociedad pastoril particular con el fin de enseñar la moral? ¿No podría de hecho impedir la propagación de la virtud insistir en que la única razón que se tiene para ser bueno es porque alguien dice que una entidad sobrenatural te lo dijo, hace dos milenios? La Iglesia y sus rituales son el centro de todas las cosas que son buenas acerca de las comunidades modernas, dicen los religiosos. Pero eso es porque la sociedad domesticó a la Iglesia, por lo menos tanto como viceversa.
Decir que la religión es parte de nuestra cultura, y por lo tanto debemos valorarla, es un argumento circular. La Iglesia pasó mil años intolerantemente acabando con cepas rivales de cultura, insistiendo en que todos los rituales del nacimiento hasta la muerte se celebraran en sus salones. Así que sí, es parte de mi cultura.
El año pasado me quedé maravillado ante el extraordinario retablo de madera tallada del siglo 15 de la Basílica de Santa María en Cracovia, fascinado por la historia de que cada uno de los apóstoles es en realidad un retrato de un comerciante de Cracovia. Este arte, a veces se oye, nunca habría sido creado sin la religión. Falso. La única manera en que Veit Stoss pudo hacer su brillante retrato fue vistiéndolo como otra representación de 12 aburridos y viejos palestinos. Piensa cuánta más variedad finalmente nos dieron los artistas una vez que no estuvieron confinados a hacer santos.
Hace algunos años, un colega espetó: “Yo no le impongo mis puntos de vista a Dawkins, ¿por qué tiene que imponerme los suyos?”, me mordí la lengua, pero lo que pasó por mi mente fue un recuerdo de verme obligado, sí obligado, a asistir a la iglesia todos los días en mi escuela, a que me predicaran en el púlpito, sin derecho de réplica, y mi alegría cuando la escuela permitió la asistencia diaria a una alternativa secular en su lugar.
De vez en cuando, después de eso, yo todavía iba a la capilla en vez de a la versión secular, porque ya no era obligatoria.
¡Yo sí que no habría vuelto ni una sola vez!