A veces en Colombia y los países occidentales vemos con incredulidad cómo los chamanes y brujos de toda índole de países menos favorecidos llevan a muchas muertes.
A la mayoría de los que hacen esto se les olvida que viven en una sociedad culturalmente infectada de cristianismo. Y por cierto, aquí también hay brujos y estúpidos que les hacen caso:
A Hermen Andrés Agudelo Marín de nada le sirvieron los menjurjes, los rezos y los sortilegios del brujo Ómar Darío Villa para esfumarse de la justicia. Acaba de ser condenado a 60 años de cárcel, como responsable de dos homicidios.
Su amigo, el brujo iba a tener un final similar pero sacó a relucir su cobardía:
El brujo, quien también participó en los crímenes, decidió suicidarse en prisión antes de pasar tan largo tiempo tras las rejas.
Resulta que entre ambos habían matado a dos personas y además creían que mediante recetas fantasmagóricas podían deshacerse de la investigación de las autoridades:
“Oiga, con qué se puede alejar la gente -las autoridades- (…) es que por allá se nos cayó un carro robado, me entendió. De pronto era Fiscalía”, le dijo Agudelo al brujo en una conversación.
“Muy sencillo: coja aguadepanela y mete el nombre suyo, con orines suyos, en un frasco y el nombre de ellos, de los que comenta (…) Yo mañana le miro eso bien. Es viernes, yo le miro bien. Eso son energías malas, negativas. Si se le han caído vueltas es por energías negativas”, le respondió Villa.
De todo esto quiero destacar las palabras de la juez del caso que los condenó a ambos:
“Sus delitos dan para una pena de 90 años, pero la ley no me lo permite. Por eso le impongo la máxima condena: 60 años de prisión. Le queda debiendo 30 años a la sociedad”, le dijo la juez a Agudelo en el momento de la sentencia.