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CBR: No aprendimos nada del Caguán

Soy bastante escéptico ante la frase de cajón de que los que no aprenden de la historia están condenados a repetirla.

Ciertamente no me parece aplicable a toda la historia y me da la impresión de que en muchas de las ocasiones las personas prefieren ignorar olímpicamente la historia y se van y la repiten aún a sabiendas.

Sin embargo, no digo que no pueda pasar. De hecho no aprender de la historia, en algunos casos, sí puede llevar a que se repita. El mejor caso para ilustrar esto, es el episodio del Caguán, uno de los elementos más oscuros y vergonzosos de nuestra de por sí oscura y vergonzosa historia colombiana.

Ahora que se cumplen 10 años de finalizado ese despropósito, no está de más tratar de, de hecho, aprender algo de la historia. Todo comenzó con la campaña presidencial de 1998 que ganó Andrés Pastrana:

Un mes antes de su posesión, Pastrana, quien fue elegido presidente con el 51 por ciento de la votación, sostuvo una reunión con el jefe máximo de esa guerrilla, alias ‘Manuel Marulanda’. El 7 de agosto de 1998, con un discurso esperanzador, Pastrana anunció que asumiría y dirigiría un proceso de paz con las guerrillas de las Farc y el Eln.

“Sin paz no hay pan. Por eso, ante todo, quiero la paz, que es paz y pan. Y es la tierra prometida que anhelamos: una Colombia en paz (…) Desde ahora convoco a todos los colombianos a seguir y trabajar dentro de la Agenda de Paz que voy a dirigir”, anunció Pastrana.

Cinco días después, el Presidente aseguró que en menos de 90 días daría la orden de despejar una zona del país para iniciar los diálogos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Los factores que reunidos conforman un Estado son el territorio, la población y la soberanía. Así que quiero dejar muy claro esto: regalar un espacio -así sea un milímetro- de territorio y renunciar a la soberanía en ese espacio configura el delito de traición a la patria.

Y la cosa sólo iba a empeorar:

Los municipios escogidos (por petición de la guerrilla) fueron San Vicente del Caguán, en Caquetá; y Uribe, Macarena, Vista Hermosa y Mesetas, en Meta. Esto generó algunas reacciones por parte de la cúpula militar, pues el Caguán era una zona considerada clave para contrarrestar el narcotráfico.

Así es: la guerrilla le decía al presidente Pastrana que saltara y él preguntaba qué tan alto. Él le quitó la protección estatal que por mandato constitucional estaba obligado a brindar a los pobres pobladores de cinco municipios del país. Esos municipios no fueron elegidos por el gobierno, sino fueron los que los terroristas exigieron y además se trataba del corredor económico de la mafia.

Me perdonan, pero ¡qué hijueputa! ¡La paz no se puede conseguir a cualquier precio! ¡Y menos a ese precio! Y yo me sigo preguntando por qué no le abren a Pastrana una investigación por farcopolítica.

Y, como si las cosas no estuvieran ya suficientemente color de hormiga, siguieron yendo de mal en peor. De hecho, esta farsa hizo que con los impuestos de los colombianos se le pagara un tour por Europa a los capos terroristas:

Fueron 26 países que se hicieron ‘amigos’ de los diálogos de paz durante la administración de Andrés Pastrana. En el 2000, cuatro jefes de las Farc -entre ellos ‘Raúl Reyes’-, y los delegados del gobierno realizaron el llamado ‘Eurotour’, recorriendo siete países en 33 días para mostrarle el proceso al mundo.

A ver, en palabras coloquiales: unos tipos que cargan a sus espaldas una cantidad de muertes que fácilmente se pueden contar hasta los cientos de miles por cada uno, recibieron como premio el ir a conocer siete países de Europa a los que la mitad de sus víctimas ni siquiera soñarían con poder volar por encima y de la otra mitad, sólo un puñado conseguiría que los dejaran entrar, pues los colombianos somos vistos como narcotraficantes y tenemos que probar nuestra inocencia.

El mundo al revés: los mafiosos, vendedores y cultivadores de droga van a conocer Europa y a sus víctimas nos niegan la entrada por sus delitos.

Esta patraña se volvió más desastrosa cuando unos días después de volver del Eurotour, el ignorante de Pastrana le pidió a esos mismos países a los que les pidió que acogieran a estos delincuentes, que ahora los incluyeran en las listas del terrorismo. ¡Un hurra por la coherencia!

Dos años después de haber traicionado a todo el país y haber puesto en riesgo a todas las poblaciones de cinco municipios, Pastrana decidió terminar esa impostura llamada zona de distensión. Y también, salió lo peor que podía haber salido:

El 9 de enero del 2002 el proceso de paz entre el Gobierno y las Farc entró en un punto muerto al anunciarse su rompimiento por parte del alto comisionado para la Paz, Camilo Gómez.

“El Gobierno entiende que las Farc no continúan en la mesa y, en consecuencia, contarían con las 48 horas pactadas para su retiro de la zona”, sentenció Gómez. Sin embargo vino un supuesto restablecimiento que recibió como respuesta, el 20 de febrero de 2002, el secuestro del avión de Aires donde se desplazaba el congresista huilense Jorge Eduardo Gechem Turbay.

El presidente Andrés Pastrana decretó el fin de la zona de distensión.

Teniendo a toda la cúpula de cabecillas, Pastrana decidió darles 48 horas para que huyeran. Desperdició una preciosa oportunidad para acabar con estos tipos de una vez por todas. Sólo un imbécil cree que hay que negociar -y mantener la palabra- con los terroristas.

Pues bien, estamos a 20 de febrero del 2012 y no hemos aprendido absolutamente nada de esto. Cada vez se oyen más voces que quieren terminar el conflicto por la vía negociada. ¡Y yo quiero un BMW, pero no se pueden tomar las decisiones de Estado con los deseos!

De hecho, la mejor prueba de mis afirmaciones es un documento de unos supuestos “expertos” [PDF] cuyos consejos son anodinos e ilusos. Las lecciones sobre el Caguán, que se desprenden del documento son una compilación de supina ignorancia -voluntaria o no- sobre el tema:

Si en materia de paz en Colombia hay algo en lo que coincide prácticamente todo el mundo, incluidas las FARC, es que la experiencia del Caguán no se puede repetir.

De hecho, los terroristas están pidiendo exactamente eso. Ahh, y que se libere a los miembros de su grupo criminal que han sido condenados por la rama judicial, legítimamente constituida.

Las conversaciones que tuvieron lugar a lo largo de casi 37 meses entre enero de 1999 y febrero del 2002 en un área desmilitarizada de 42.000 kilómetros cuadrados en cuatro municipios de Meta y en San Vicente del Caguán, Caquetá, se convirtieron en uno de los mayores fiascos en la historia nacional y sembraron en la mente de muchos la idea de que una solución negociada al conflicto es indeseable o imposible.

La dichosa solución negociada es ambas: indeseable e imposible.

Con la tesis del “fin del fin”, cada día más desprestigiada por un conflicto degradado que, una década después, continúa generando incontables víctimas civiles en numerosas regiones de Colombia, la necesidad de una negociación se empieza a abrir paso.

Predicción: Colombia va camino a volverse a poner en ridículo. Los multiculturalistas estarán felices, es nuestra tradición.

Cada vez se acepta más que una victoria militar final no es posible, pero, en medio de la reciente oleada de atentados y comunicados de las FARC y de su resistencia a hacer algún gesto que destrabe el camino hacia el diálogo, las perspectivas de una negociación son aún muy nebulosas.

¿La victoria militar no es posible? Definitivamente no hemos aprendido nada de la historia. Por poner una cifra casi que al azar, hay tres pasajes que demuestran que sí es posible: la victoria de los aliados sobre los nazis, la derrota de los Tigres Tamiles en Sri Lanka y el exterminio de Sendero Luminoso, en Perú.

En otras palabras, el desencanto con el Caguán no debe llevar a rechazar toda opción negociada.

Es cierto. El desencanto con el Caguán no debe llevar a rechazar la opción negociada. La opción negociada debió rechazarse antes del Caguán, antes de los Acuerdos de Corinto (firmados con el M-19, catorce meses antes de la toma del Palacio de Justicia). La opción negociada debe rechazarse sin necesidad de repetir trescientas veces el mismo error.

La lección es muy simple: no se negocia con terroristas. ¡Se los extermina y punto!

Sin embargo, los dizque expertos, tienen otra opinión:

En Colombia no se han construido estrategias de negociación a partir de las lecciones que dejan los procesos de los últimos 30 años.

Es cierto, porque la única lección es que no se negocia. ¡Y lo siguen haciendo! Y lo hizo Uribe (¿recuerdan la dichosa Ley de Justicia y Paz [PDF]?). Y Santos dice tener la llave de la negociación en el bolsillo. Debería machacarla, coger los restos y tragárselos. Nunca, bajo ninguna circunstancia se negocia con terroristas.

Por otra parte, se necesita una estrategia de paz para toda la sociedad y para las regiones, no sólo para los actores armados.

Esa estrategia ya existe, se llama Constitución Política y es de la siguiente manera: el Estado tiene la obligación de defender a sus ciudadanos del crimen organizado y está facultado para perseguirlo, así como para dar de baja a los delincuentes que pongan en riesgo la vida de la población civil.

La negociación con ellos es violar el imperio de la ley, es enviar el mensaje de que el Estado perseguirá a los delincuentes de poca monta, al gamín que se roba un pan, pero que no está capacitado ni interesado en proteger a sus ciudadanos de los delincuentes que representan un peligro real. O sea, entre más atrocidades cometas, menos cárcel tienes que pagar.

Incluso, dentro de sus desvaríos, los “expertos” no dejan de criticar el sexismo:

Ni en el Caguán ni en muchos otros procesos de paz se ha asumido la importancia de la participación de la mujer en las negociaciones, algo que Naciones Unidas viene reconociendo de manera creciente y que debería aplicarse en el futuro.

Claaaro. Porque eso era lo que estaba fallando. El problema no era un inmenso ejército de matones y niños reclutados protegiendo mediante el secuestro, el asesinato y la siembra de minas antipersona, el negociazo de la venta de drogas ilegales al que ninguno de sus capos está dispuesto a renunciar… sino que las ideas salieron todas de cerebros masculinos.

Y por si no fuera suficiente, también defienden que los confundidos europeos a los que primero se les pidió que acogieran a un puñado de terroristas y luego se les dijo que eran terroristas, vengan con su ignorancia sobre el tema a defender la romántica visión que tienen de guerrillas alzándose contra dictaduras imaginarias. El buen blanco, con su intención de salvar indígenas latinoamericanos, con su racismo e ignorancia, cuando no se aguantarían ni 15 días a unos desgraciados sembrando minas antipersona en Los Alpes:

Una de las fallas percibidas en el Caguán fue la cantidad de intermediarios y “amigos” internacionales del proceso, lo cual ha llevado a cierta prevención con la intervención foránea en la solución del conflicto.

Y hay algo escabrosamente terrorífico en los términos que plantean la intervención de terceros:

Reconocer la necesidad de involucrar a terceros, internacionales, es tan importante como que estos acepten que su participación no debe ir más allá de lo que las partes colombianas deseen.

¿”Partes colombianas”? ¿De cuando a aquí están al mismo nivel un ejército narcoterrorista con las exigencias a las que tiene derecho un Estado legítimamente constituido?

Y la invitación a que los líderes de opinión alaben la masacre y la traición termina por hacer completamente vomitivo el dichoso documento:

Luego de una década de un discurso triunfalista, de victoria militar, y de negación de la existencia del conflicto armado, una nueva negociación sería difícilmente concebible sin preparar previamente el terreno. Desde el fracaso del Caguán, una gran parte de los colombianos no ve con buenos ojos dialogar con la guerrilla, y esto es parte de la realidad política con la que hay que contar hoy. Para los expertos es clave que “el presidente, los formadores de opinión pública, los académicos, los investigadores, los empresarios, y los dirigentes de la sociedad civil comienzan de hablar y debatir sobre las posibilidades y los límites del diálogo y la posibilidad de la salida política y negociada al conflicto”.

Pues podemos hacerle caso a estos “expertos” o aprender algo de nuestra historia y evitar repetirla. Está en nuestras manos.

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