No podía ser de otra manera. Apenas me enteré de que Greenpeace estaba abriendo su capítulo Colombia supe que se venían tiempos oscuros, de anticiencia y prejuicios.
Y no me equivoqué. Ahora Greenpeace Colombia ha anunciado su oposición a los transgénicos:
No a los transgénicos
Mientras el progreso científico en biología molecular tiene un gran potencial para aumentar nuestro entendimiento de la naturaleza y proporcionar nuevas herramientas médicas, no debería ser usado como justificación para convertir el ambiente en un experimento genético gigante por intereses comerciales. La biodiversidad y la integridad ambiental del suministro de alimento mundial son demasiado importantes para nuestra supervivencia, como para ser puestas en riesgo.
A ver, vamos por partes.
La primera es eso de “convertir el ambiente en un experimento genético gigante“. Pues, lo siento muchachotes, pero llegan algunos siglos tarde para evitarlo:
La prueba más antigua que se conoce del uso de zanahorias por parte de humanos, en Afganistán, data del año 3.000 a. C. Aquellas zanahorias eran de color púrpura por fuera y amarillas por dentro.
Más tarde, cuando los comerciantes árabes extendieron la semilla de zanahoria por Asia, África y Arabia, surgieron variedades con diferentes tonos de púrpura, blanco, amarillo, verdes e incluso negro. ¿Os imagináis comiendo una zanahoria negra?
La primera zanahoria naranja vino mucho más tarde. Se cultivó en la Holanda del siglo XVI, y fue el resultado de un cruce deliberado para que coincidiese el color del vegetal con el de la casa real holandesa de Orange.
Más adelante me encargo de lo de “intereses comerciales”. Por ahora quiero concentrarme en lo de que la “biodiversidad y la integridad ambiental del suministro de alimento mundial son demasiado importantes para nuestra supervivencia, como para ser puestas en riesgo“.
Resulta que es que ya han sido puestas en riesgo. Desde el nacimiento de la agricultura:
El trigo posee 3 genomas diploides (dobles) enteros en cada una de sus células, los cuales descienden de tres tipos de hierba silvestre, y simplemente no puede sobrevivir como planta silvestre. Y así con muchos otros ejemplos, porque los primeros agricultores, casi sin darse cuenta, seleccionaron estas mutaciones mientras sembraban y cosechaban (mutaciones antinaturales, además, porque dependen de la intervención humana para sobrevivir).
Y lo único que hacen los transgénicos es agudizar ese proceso para sacarle el máximo provecho a las modificaciones. Vamos, que es desechar lo que no nos sirve y aumentar lo que nos puede colaborar con nuestra supervivencia:
¿Y los alimentos transgénicos que ahora se ponen en duda son iguales a esos alimentos modificados genéticamente durante siglos? Sí, salvo en una cosa: para la modificación genética moderna, se usan genes particulares y son más seguros.
O sea, contrario a las tartufas afirmaciones de Greenpeace, los trasngénicos no sólo no ponen en riesgo nuestra supervivencia, sino que la garantizan más que la agricultura tradicional (que, vuelvo a recordar, también modifica genéticamente y artificialmente los alimentos).
Ahora, para resumir todo lo dicho hasta el momento, y de paso responder lo del “interés comercial“, retomemos las palabras de Matt Ridley, científico y divulgador científico de la Universidad de Oxford:
La modificación genética moderna, el uso de genes individuales, era una tecnología que llegó a estar preocupantemente cerca de ser sofocada al nacer por temores irracionales avivados por grupos de presión. Primero dijeron que la comida podía no ser confiable. Después de un trillón de platos genéticamente modificados sin un solo caso de enfermedad humana causada por comida genéticamente modificada, ese argumento se ha desvanecido. Después argumentaron que era antinatural que los genes cruzaran la barrera de las especies. Sin embargo, el trigo, el cultivo más grande de todos, fue una fusión antinatural: “poliploide” de tres plantas silvestres, y la transferencia horizontal de genes está surgiendo en muchas plantas, como la Amborella, una planta de flores primitiva que tiene secuencias de ADN que tomó de musgos y algas. (El ADN ha sido incluso detectado saltando naturalmente de serpientes a gerbos con la ayuda de un virus). Después dijeron que las plantas genéticamente modificadas eran producidas y vendidas con fines lucrativos, no para ayudar a los agricultores. Lo mismo es cierto de los tractores. Entonces intentaron recurrir a la extravagante teoría de que los cultivos resistentes a herbicidas podrían cruzarse con plantas silvestres y resultar una “super hierba” que sería imposible de matar con ese herbicida. Todo esto provenía de las personas que desde un principio estaban en contra de los herbicidas, así que ¿qué podría ser más atractivo para ellos que declarar al herbicida como inútil?
Ni riesgo para nuestra supervivencia, ni experimento genético gigante, ni justificación de absolutamente nada.
Pero ahí no paró la impostura de Greenpeace. De hecho ese sólo era el principio de su completamente torticero y falso comunicado:
¿Qué hay de malo con la ingeniería genética (IG)?
La ingeniería genética permite a los científicos crear plantas, animales y microorganismos manipulando genes de una manera que no ocurre naturalmente.
De nuevo, remítanse a la historia de las zanahorias o a la del trigo.
Sigamos:
Estos organismos genéticamente modificados (OGMs), conocidos comúnmente como transgénicos, pueden propagarse por la naturaleza y interrelacionarse con organismos naturales, contaminando así los ambientes sin ‘IG’ y las futuras generaciones de un modo imprevisible e incontrolable.
Más mentiras: al hacerse con la tecnología que hay hoy en día, las interrelaciones con lo que Greenpeace llama “organismos naturales” son más previsibles y controlables que nunca.
De hecho, tan es así que pudimos comprobar que la papa Fortuna de BASF resistía al tizón tardío, que en India se redujo el uso de pesticidas con la expansión del algodón Bt y que los pollos Kuroiler han sido un gran paso en Uganda para salir de la pobreza y la hambruna. Todos esos han sido logros conseguidos por los transgénicos, que han “contaminado” con desarrollo y progreso a futuras generaciones de ugandeses, indios y papicultores.
Pero eso trae sin cuidado a Greenpeace cuya hipocresía no conoce límites. Ellos afirman:
Los transgénicos no deben ser liberados en el ambiente ya que no hay un entendimiento científico adecuado de su impacto en el ambiente y salud humana.
¡¡Mentiras!! O que le pregunten a los agricultores de India, a los avicultores de Uganda y a los que utilizaron la papa Fortuna.
Sí tenemos el entendimiento científico adecuado. Es más, lo hemos conseguido a pesar de todos los intentos de Greenpeace por imponer sus dogmas con un estilo que envidiaría el mismísimo Osama bin Laden.
Porque no debemos olvidar que Greenpeace ha mentido intersadamente en sus informes, así como también quemaron cultivos de investigación, bajo control y que no iban a ser liberados ni puestos en ciruclación, para luego sembrar el terror entre sus ingenuos seguidores y con esto presionar -al mejor estilo Joe Pesci- a la mayor panadería de Australia para que se opusiera al trigo genéticamente modificado que nunca iba a caer en sus manos ni aunque lo hubieran deseado.
Eso en cuanto a ciencia y la hedionda campaña anticientífica y de matoneo de Greenpeace. Y ni siquiera empecemos con la denuncia de “intereses comerciales”, que estos ecotalibanes tienen más rabo de paja que nadie.
Y además ha habido iniciativas transgénicas como la del arroz dorado, que podría paliar la ceguera infantil. Este arroz no está patentado, se distribuye de manera gratuita, es sostenible, no le da ni un céntimo a ninguna industria, no reduce la biodiversidad, no pone en riesgo la salud de los consumidores ni tiene impactos negativos sobre el medio ambiente. Y, sin embargo, Greenpeace se opone, porque sí, sin explicar, ni dar razones sino porque los dirigentes de la institución, sus amos mentales, así lo exigen.
Mentiras y terrorismo, eso es todo a lo que se reduce esta putrefacta ONG.
(dato: Felipe García)