Blog // Ni Chespirito, ni Cantinflas

Ni Chespirito, ni Cantinflas

Nunca me han gustado los personajes de Roberto Gómez Bolaños.

Hasta el día de hoy, no sabía decir exactamente por qué. Decir que su humor se me hacía malo es quedarme corto. Era una cosa perversa a la que yo nunca le encontré sentido.

Ahora, Mauricio-José Schwarz echa un poco más de luz sobre ese pésimo sentido del humor de Chespirito, el Chavo del Ocho y demás personajes y por qué me causan tanta repulsión:

Porque su humor (además de repetitivo e infantiloide) se basa en la crueldad hacia el diferente. Un señor con sobrepeso es “el Señor Barriga” y no hay nada más jocoso que golpear a un gordo, ¿no? así nos regaló años de chistes humillantes sobre el vientre del personaje y un golpe en cada capítulo, si es que ni los Monty Python, vamos. Otro, que tiene una estatura por encima de la normal, es “el Profesor Jirafales” y otro tanto de chistes humillantes sobre su estatura, con joyas de la creación comédica como “Maestro Longaniza. Una mujer es anciana, y nada más original, inesperado y brillante que llamarla “vieja bruja” y usar su edad como motivo de burla incesante (un cartero mayor de edad sufre el mismo destino en las garras de Roberto Gómez Bolaños), vamos, que Gila era un tarado. Un señor es delgado y no tiene dinero… pues a burlarnos de su delgadez y de su pobreza, qué carambas, that’s comedy, man, y no Tin Tán o Joaquín Pardavé.

El propio “Chavo del Ocho” es un niño que se la pasa en un barril y siempre tiene hambre. Y esto a “Chespirito” le parece absolutamente hilarante… ¿acaso hay algo más humorístico, jocoso y digno de burla que un niño con hambre? Y más si además se le convierte en un niño sin dignidad, capaz de hacer lo que sea por comer, eso es para revolcarse por el suelo entre carcajadas… Vamos, que Chespirito en el Cuerno de África se lo pasaría de lo más divertido…

¿Perdón? Que se rían Roberto Gómez Bolaños y su abuela, a mí no me hace gracia ni como individuo ni como padre. Es basto, lamentable, perpetuador de una visión iturbidista y de los Caballeros de Colón, fascista y autoritario, una visión de la comedia y la diversión pacata, miserable y estrecha, el chiste bobo adornado de arrogancia, clasismo y superficialidad. Es a la comedia lo que la Tigresa de Oriente es a la música, pues.

Si a eso le añades las campañas de Chespirito en favor de Fox y Calderón y su lucha contra el derecho de las mujeres a decidir sobre su aborto, pues muy simpático no me resulta, no. Y que ese esperpento (un poco menos El Chapulín Colorado, aunque con sus “running gags” o chistes repetitivos o frases machaconas, cada episodio era 40% igual a todos los demás, lo cual olía a “ya no se me ocurre nada” o “miren cómo les veo la cara de pendejos”) se erija como “icono cultural” mexicano junto con Cantinflas me parece lamentable. No somos como nos pintan ni Chespirito, ni Cantinflas ni ese otro chiste malo que fue Octavio Paz.

Por suerte.

Y aunque nunca he reparado mucho en Cantinflas (que no sé por qué a mi papá le gusta tanto), Mauricio tiene otro par de cositas que decir al respecto:

Su caricatura del “peladito” como una especie de imbécil con labia siempre me pareció una ofensa a partes iguales al indígena y al pobre. Como actor me parece menos versátil que Charlton Heston y su capacidad histriónica y de originalidad cómica era nula. Además de eso, siempre fue un aliado del poder y de la iglesia, y utilizó su influencia para promover la sumisión del pobre y los valores más patéticamente clasemedieros del peor cine mexicano. En lo personal, su visión cristiana de la solidaridad como caridad siempre me pareció ofensiva, mientras que su adscripción a la secta “gnosis” del ínclito demente Samael Aun Weor es la cereza de un pastel que me parece en su totalidad vomitivo.

Me molesta especialmente que se le considere un representante de los mexicanos porque evidentemente no representa absolutamente a nadie que yo haya conocido en la ciudad o en el campo. Siempre sentiré al México que yo conozco más representado –pese a las limitaciones de ese cine en esos años 1940-60– por Fernando Soler, Joaquín Pardavé o Tin Tán.

Y si le siguen dando cuerda, sigue disparando:

Mario Moreno defendió en todas sus películas que la única rebeldía adecuada para el pobre era asumir los valores de sus opresores, de los que se burlaban de él, haciéndose respetable en su religión, su dinero y su sistema político. Su humor me parece bastante básico: más allá del enredo de palabras que repitió cansinamente durante 44 años, no tiene ninguna aportación adicional digna de mencionarse, en todas sus películas era el mismo personaje haciendo lo mismo y pasando por procesos similares para llegar a finales idénticos, acudiendo a la sensiblería más elemental sin ninguna profundidad, ninguna tridimensionalidad y ningún contexto. El patrioterismo aneuronal no se cansó de compararlo con Chaplin o con Groucho Marx, pero nunca dio razones para tales excesos, y ciertamente no parecen existir. Pero hay pocas cosas más políticamente incorrectas que meterse con Cantinflas, claro.

Pero a mí no me importa lo políticamente correcto, sino lo éticamente correcto.

Y abogar por el mantenimiento del statu quo, los privilegios religiosos, la discriminación contra la mujer y por la no redistribución de la riqueza es éticamente asqueroso.

Post Recientes

Loading

Pin It on Pinterest

Share This