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Una valiente postura en Rhode Island

¿Recuerdan a Jessica Ahlquist, la atea de 16 años que demandó a su escuela pública para que quitaran una oración, lo que la llevó a recibir montones de amor cristiano en forma de amenazas de muerte y mensajes de odio?

Pues bien, Jessica fue la protagonista de la editorial del martes del New York Times:

Jessica Ahlquist, una estudiante de 11º en la Escuela Secundaria West Cranston en Rhode Island, ha sufrido abuso verbal, porque, como atea, ella se opuso a la “Oración de la Escuela” que ha estado en la pared del auditorio de la escuela desde 1963. La oración ahora se cubre con una lona después que el juez Ronald Lagueux de la Corte Federal de Distrito en Providence correctamente dictaminara el mes pasado que exhibirla violaba la prohibición de la Primera Enmienda contra el “establecimiento de la religión”.

La ira y el odio dirigidos a la Srta. Ahlquist -fue llamada “una pequeña cosa malvada” en la radio por un representante del estado de Cranston- ayudan a explicar por qué el juez, en respuesta a su valiente demanda, cumplió con su deber en virtud de la Constitución y ordenó la expulsión inmediata de la oración, que comienza así: “Nuestro Padre Celestial”, y concluye: “Amén”, y estaba visible en todo el auditorio.

Decenas de ponentes en las reuniones del comité de la escuela coincidieron en que es una oración cristiana. Como el juez Lagueux escribió: “El principio rector de la jurisprudencia de la Cláusula del Establecimiento ha sido la neutralidad del gobierno”, y la oración fracasa en todas las pruebas de neutralidad establecidas por la Corte Suprema de Justicia. Era “claramente de naturaleza religiosa” cuando se instaló. Mientras que la votación del comité de la escuela en marzo pasado de 4 a 3 para mantenerla se basa en parte en su importancia para “la historia y la tradición” de la escuela, “ninguna cantidad” de estas “puede curar una infracción constitucional”, escribió el juez. Las recientes reuniones en Cranston sobre la oración involucraron el tipo de “enredo excesivo con la religión” en contra del cual la Corte ha advertido y a partidarios de la oración leyendo pasajes de la Biblia. Las reuniones demostraron por qué lo que los creyentes consideran un requerimiento inofensivo de respetar una oración se puede sentir como coacción a los no creyentes.

Como la Srta. Ahlquist le explicó al Times sobre su respuesta a la oración: “Parecía que estaba diciendo, cada vez que la veía, ‘No perteneces aquí'”. La bondad, la amistad y otros valores que la oración defiende son universales, pero una declaración de creencia religiosa no tiene lugar en un auditorio de escuela pública secundaria.

Una vez más, mis felicitaciones a Jessica. Los editores de los diarios de este país todavía tienen mucho qué aprender sobre valorar la constante lucha por la separación entre las distintas supersticiones y el Estado.

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