El jueves, en Bogotá, fue el dichoso día sin carro, máxima expresión de la ansiedad de las últimas cinco administraciones por recortar libertades civiles con tal de no hacer su trabajo (actualizar la infraestructura vial). Pues bien, estos enconados enemigos del transporte particular siempre han aducido razones ambientalistoides y ecológicas para poder amputar, así de tajo, la libertad individual de salir en el carro que uno se mató consiguiendo. Al fin y al cabo, ¿quién quiere ser un malvado contaminador del aire, de esta ya de por sí, poluta ciudad?
El problema está en que la excusa para prohibir el carro particular se quedó en eso, en excusa, como lo explica el profesor del Laboratorio de Calidad del Aire en Bogotá del Departamento de Ingeniería Química, Luis Carlos Belalcázar:
Agregó que, no obstante, el material particulado producto del diésel no bajó; incluso, en algunos momentos como las horas pico subió de 2% a 3%. Este contaminante es el otro de mayor presencia en el aire bogotano, junto con el ozono “malo”, y es el que genera más afectaciones a la salud, tales como irritación ocular y enfermedades respiratorias agudas.
También explicó que hubo una reducción de monóxido de carbono (0,4%), dióxido de nitrógeno (1%) y dióxido de azufre (13%). Sin embargo, estas cifras no son muy significativas dado que “dichos contaminantes no tienen tanta incidencia como el ozono ‘malo’ y el material particulado”.
En palabras castizas y coloquiales: que todos usemos TransMilenio -que se mueve con ese diesel sucio, que contiene material particulado- contamina más que si permitimos y promovemos la utilización del carro particular. Esto sólo puede ser una buena noticia para el Distrito, que cobró por los tiquetes de TransMilenio extra que se vendieron por encima de la media diaria y los amigotes de Peñalosa que cobran el 96% de cada tiquete de la primera fase.
Enriquecer el erario y a unos cuantos avivatos particulares a costa del aire de todos, con mentiras pseudoecológicas y cercenando nuestras libertades individuales es un acto de increíble deshonestidad.
Si alguno de los burgomaestres bogotanos llegara al Ministerio de Comunicaciones, lo próximo que sabremos es que sólo podremos usar los teléfonos celulares en determinados días, durante determinadas horas, so pena de multa, porque habrá muchos números y se negarán a ampliar las redes. Es más: ¡harán un día sin celular!