De que la matan, la matan. A Sakineh Mohammadi Ashtiani el régimen iraní no le va a perdonar haber “cometido adulterio” del cual no hay pruebas (pero en estas sociedades en pleno despertar tradicional y abrazo de sus culturas, la simple sospecha basta).
Su sentencia a morir por lapidación podría no ocurrir porque no hay las instalaciones necesarias, pero resulta que el régimen es recursivo:
Malek Ajdar Sharifi, el jefe del poder judicial en el este de Azerbaiyán [sic], dijo el domingo que la prisión no tiene las “instalaciones necesarias” para llevar a cabo la pena de lapidación. Por lo tanto, dijo, las autoridades están considerando la horca como una alternativa.
Los multiculturalistas deberían hacer una fiesta. A pesar de las dificultades, en Irán están pesando más las tradiciones culturales que los odiosos derechos humanos. ¡Oigamos un hurra!
