Casi literal, lo que pide en su homilía de la víspera de Navidad el Papa Nazi:
Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse. Me parece que en eso se manifiesta una cercanía más profunda, de la cual queremos dejarnos conmover en esta Noche santa: si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón «ilustrada». Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios. Hemos de seguir el camino interior de san Francisco: el camino hacia esa extrema sencillez exterior e interior que hace al corazón capaz de ver. Debemos bajarnos, ir espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones: el Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido.
Celebremos así la liturgia de esta Noche santa y renunciemos a la obsesión por lo que es material, mensurable y tangible. Dejemos que nos haga sencillos ese Dios que se manifiesta al corazón que se ha hecho sencillo.
Palabras más, palabras menos: “sean estrechos de mente con respecto a lo que nosotros les decimos sobre dios, ignoren la evidencia en contra”. Para la muestra, ni siquiera tiene idea de cómo son los niños recién nacidos – siempre exigiendo atención y que los demás les satisfagan las necesidades (lo cual podrá ser incluso tierno, pero no tiene nada de humilde).
Eso de extrema sencillez y Francisco [de Asís] lo dice un tipo que tiene una fortuna incalculable y que tiene tanta fe en dios, que a donde quiera que va para ser adorado (pues vaya con su humildad…) se mueve en un carro con vidrio antibalas (valga resaltar, producto de la razón ilustrada y el pensamiento intelectual científico).