¿Alguien quiere leer cómo Richard Dawkins rebate sencillamente las supuestas nuevas evidencias sobre la Sábana ‘Santa’ y de paso ver cómo, mediante un sencillo ejercicio mental, pone de manifiesto lo patentemente absurdo que resultan algunas de las propuestas de los líderes religiosos y su acercamiento con respecto a la Ciencia y sus descubrimientos?
The Daily Telegraph (20 de diciembre) tiene un artículo del reverendo Peter Mullen impulsado por la supuesta evidencia reciente desde Italia de que el sudario de Turín no puede ser una falsificación. La nueva “evidencia” se remonta a otro “argumento para la incredulidad personal”: los científicos italianos no pueden entender cómo pudo haber sido falsificada. Por el contrario, la evidencia del carbono-14 de que el lino de la Sábana Santa es demasiado joven para ser la mortaja de Jesús es sólida como una roca. A tres laboratorios independientes, en Arizona, Zurich y Oxford, se les dieron cuatro muestras a cada uno, consiguiendo 12 dataciones en total. Las fechas variaban dentro de los márgenes de error esperado, pero todos ponen el lino más joven de lo en el año 600 DC. La sábana puede o no llevar el sello auténtico de un cuerpo, pero ese cuerpo no es el cuerpo de Jesús o de alguien que vivió antes del 600 dC.
Peter Mullen, sin embargo, no está interesado en meras cuestiones de hecho. Los datos objetivos, en su opinión, no tienen ninguna importancia para las personas de fe.
No creo que podemos llegar a saber a ciencia cierta. Por otra parte, no creo que importe.
Cuando se le presionó a dar su juicio sobre la autenticidad del sudario, el Papa Benedicto nunca fue más allá de afirmar que podría ser un fortalecimiento de la fe entre los que ya creen. Es, dijo, “una imagen que nos recuerda siempre el sufrimiento de Cristo”. Y en esto sin duda tiene razón. Hacer de esta problemática pieza de tela el criterio para la creencia en la Resurrección es ser culpable de la misma mezcla de literalidad crasa y la mala aplicación de la ciencia forense como la que se encuentra en la declaración de Richard Dawkins de que si Dios existe, deberíamos ser capaces de detectarlo con nuestros telescopios.
Espero que sea superfluo de mi parte negar que he dicho eso. Es de suponer que el Sr. Mullen está tratando de satirizar mi creencia general de que, antes de creer en los dioses debemos exigir pruebas de algún tipo. La suya es una versión de una falsedad en particular acerca de los ateos con la que tuve que lidiar cerca del comienzo de El Espejismo de Dios:
Este es un momento tan bueno como cualquier otro para prevenir sobre una inevitable acusación contra este libro; una que de otra manera —tan segura como que la noche sigue al día— aparecerá en una revisión: “El Dios en el que no cree Dawkins es un Dios en el que yo tampoco creo. Yo no creo en un anciano en el cielo con una larga barba blanca”. Ese anciano es una distracción irrelevante; y su barba es tan tediosa como su longitud. De hecho, la distracción es peor que su irrelevancia. Su mismísima estupidez ha sido calculada para distraer la atención del hecho de que, en lo que el orador realmente cree no es mucho menos estúpido. Yo se que usted no cree en un anciano de barba blanca sentado en una nube, así que no perdamos más tiempo en eso. Yo no estoy atacando a ninguna versión de Dios en particular; estoy atacando a Dios; a todos los dioses; a cualquier cosa y a todo lo sobrenatural, cualquiera y dondequiera que ello haya existido o sea inventado.
Mullen lleva a un extremo evidente su punto acerca de que los hechos no le importan a las personas de fe:
Es una fe insatisfactoria la que insiste en las pruebas forenses. Supongamos que el consenso actual es que el sudario es auténtico. Entonces ¿todos nos convertimos en creyentes devotos? Y ¿debemos entonces renunciar a esa creencia si mañana hay un informe concluyente que demuestra que es una falsificación medieval?
No va bastante lejos, pero me hace preguntarme cómo iba a responder al siguiente experimento mental. Supongamos que los arqueólogos e historiadores desenterraron pruebas concluyentes de que Jesús nunca existió; supongamos que se encontró una prueba inequívoca de que toda la historia de Jesús fue una obra de ficción, ¿esto sacudirá la fe de Peter Mullen y otros cristianos de que Jesús era el Hijo de Dios, que redimió la humanidad del pecado? Dirían algo como lo siguiente: “Tal vez Jesús es un personaje puramente de ficción y tal vez sólo en la ficción es que él murió por nuestros pecados, pero él sigue siendo mi Redentor y el Hijo de Dios. ¿Por qué no debería tener una ficción redentora si mi fe es lo suficientemente fuerte?”
Me resulta imposible imaginar una visión tan distorsionada de la realidad, pero hay precedentes, por ejemplo, los científicos creacionistas que en privado creen que el universo sólo tiene 6000 años de antigüedad, pero felizmente escriben artículos matemáticos suponiendo que es de 14 millones de años.
Vale la pena visitar el Telegraph para ver, no tanto el artículo Mullen como los comentarios que le siguen. No he hecho un recuento sistemático, pero en el momento de escribir, un número sorprendentemente grande de ellos son ateos. Me pareció muy alentador, dada la política de derecha con la que el Telegraph se asocia tradicionalmente.
De hecho, la conclusión de ese experimento mental es lo que yo escucho cada vez que alguien me habla de Jesús como su salvador… pues de hecho no hay pruebas reales de que haya existido (y no, la Biblia es tanta prueba de la existencia de Jesús como un cómic lo es de la existencia de Supermán).