No marché, pero nunca dejaré de gritar ¡No más Farc!

El asesinato a sangre fría, a quemarropa, por la espalda y con un tiro de gracia de 4 uniformados que llevaban más de diez años privados ilegalmente de la libertad por parte de las Farc sirvió de gota para rebosar la copa y, producto de la indingación, general se convocó una marcha para hoy.

Yo no fui, pero lo que es más importante son las razones. En Twitter, ayer, la gente -que sirven de idiotas útiles del terrorismo- no dejaba de justificar con chorros de babas por qué no saldrían a marchar. He aquí una pequeña muestra de los motivos por los cuáles personas que dicen querer la paz no marcharán en contra del secuestro, las minas antipersona y las Farc.

En primer lugar están aquellos que equiparan una marcha en contra del terrorismo con apoyar a los paramilitares. Maniqueísmo en su más puro estado:

Ha habido marchas contra los paramilitares, contra los falsos positivos, contra el gobierno y nunca, nadie, ninguno de estos personajes, en dichas marchas -a las que sí han ido- ha expresado su indignación por los civiles que han perdido sus extremidades al caer en campos minados por las Farc o por los que han perdido su libertad a manos, una vez más, de las Farc.

Parece entonces, cuando menos justo, que en una movilización contra las Farc, se condene a las Farc. Guardar silencio en ese preciso acontecimiento sobre otras injusticias y masacres de ninguna manera significa legitimarlas o aplaudirlas, como parece que es el marco mental bajo el que operan estas personas.

También me gustaría poner de manifiesto esa manía de censurar y reducir la libertad de expresión de los demás. No tienes derecho a quejarte si no votas, no tienes derecho a pedir un pronunciamiento sin ‘autoridad moral’ y ahora no tienes derecho a expresar tu voluntad de paz si no marchaste antes. Rechazo esta falacia censora, autoritaria y totalitarista: ¡Tienes derecho a hablar de lo que sea! Aprovecha tu libertad de expresión.

Hay otros, o los mismos, que además creen que todas las marchas deben ser en contra del gobierno o si no, no valen la pena. Es un miedo extraño a coincidir en algo con el gobierno. La verdad no sé qué van a hacer el día que en un comunicado oficial se rechace el nacional socialismo:

Una vez más, el maniqueísmo es la pieza principal de la oposición a la marcha.

Algo que no entiendo es qué tiene que ver manifestarse en contra del secuestro y los asesinatos extrajudiciales con apoyar el maltrato animal cometido por agentes del Ejército.

También abunda la completa ignorancia cuando se asume que el gobierno convocó la marcha, cuando tan sólo la apoyó (algo que está muy bien: todos los gobiernos del mundo deberían oponerse al secuestro y las atrocidades como las que cometen a diario las Farc). Aunque de supina ignorancia hablaré más adelante.

Por el momento quedar con la reflexión de que si tienes 13 años y tu padre que estuvo 14 años secuestrado -o sea, no lo conociste– fue asesinado y convocas a una marcha para repudiar estos actos de barbarie, haces parte del exclusivo y excluyente fascismo colombiano! A este paso va a tocar es presentarle disculpas a las Farc por todos los inconvenientes que han tenido que superar para poder cometer sus crímenes y dejar que los sigan cometiendo en total impunidad.

Es que parece que eso es lo que les gusta a estos pacifistas que extrañan la época de Pastrana. No falta quien insiste, sin pruebas, claro, que el gobierno quiere la guerra y quiere perpetuarla por considerarla lucrativa.

Por si fuera poco, además de la conspiranoia también abunda el pensamiento mágico, que quiere finales felices tipo Disney en el que todos se abrazan y resuelven los problemas porque sí:

Propongo una marcha donde no haya mensajes violentos, donde la sociedad civil se oponga a cualquier forma violenta, donde se rechace de igual manera la violencia de las FARC pero que no nos engañen diciéndonos que los muertos que pone las FARC son más valiosos que los que pone el Ejército o los paras… una marcha donde no nos engañen haciéndonos creer que el problema de la guerra en este país es solo uno de los actores, cuando el Estado hace parte de ella!!!!

Es que los muertos que pone el ejército son más valiosos que los que ponen las Farc y los paramilitares. Unos están defendiendo la Constitución y a la población civil, mientras que los otros los destrozan con cada oportunidad que se les presenta. Ponerlos al mismo nivel es deshonroso y quien hace esto no merece mi solidaridad cuando se queja por los crímenes de Estado. No en esas condiciones ni bajo esos supuestos.

Y aunque ya lo he hecho, y lo he argumentado antes, vuelvo a defender la “violencia”, por n-ésima vez.

Existe una paradoja y es que los gobiernos básicamente son la violencia legitimada. El Estado está en la capacidad, la autoridad y tiene la obligación de asegurar la convivencia entre nosotros y para eso puede hacer uso de la fuerza pública. Violencia para reprimir la violencia. Y eso está bien, porque evita que sea la ley del más fuerte.

Sin embargo seguimos siendo testigos de cómo se clama por el rechazo general de la violencia, cuando el Estado está legitimado y en la obligación de responderle a los terroristas mediante la violencia, para proteger a la población civil. Lo acabo de decir – garantizar nuestra supervivencia es su objetivo primario y bajar las armas significaría fracasar en ese objetivo.

Sin embargo, todos estos ilusos mantienen la esperanza de que el Estado nos abandone a nuestra suerte y “baje las armas”.

Incluso, un tal Camilo Raigozo tacha de hipócritas a todos los que salen a marchar para oponerse al secuestro y que los campesinos caigan en minas antipersona, aunque es más lunático y aúlico del terrorismo que el idiota útil promedio:

El señuelo de la marcha, que en realidad es un plebiscito para profundizar los horrores de la guerra y los rescates a sangre y fuego, es contra el “secuestro”. Término que según la definición de las normas del Derecho Internacional Humanitario, DIH, sólo se aplica a personas civiles ajenas al conflicto detenidas criminalmente por alguno de los bandos.

…

En cuanto a las personas privadas de la libertad en acciones inherentes al conflicto social y armado que padece Colombia (militares, policías o guerrilleros), ojalá fueran puestas en libertad de forma inmediata, unilateral y sin condiciones por las partes.

Claro: como los que asesinaron las Farc no eran civiles, sino miembros de la Fuerza Pública, privados ilegalmente de su libertad hacía más de 10 años, restémosle importancia a sus muertes. De hecho, a aquellos miembros de las Fuerzas Armadas que siguen en poder de los terroristas, también restémosle importancia a sus vidas: valen lo mismo que delincuentes que han sido juzgados y condenados por el aparato estatal de justicia.

Su maniqueísmo pro Farc apesta más que cualquier falacia de la que yo haya tenido conocimiento. Eso junto con el hecho de que el dichoso Raigozo concibe la comunicación y los medios en el más arcáico, anticientífico y totalitarista de los modos posibles:

En la “gran marcha” prevista para este 6 de diciembre, miles de colombianos, la mayoría víctimas de la manipulación mediática saldrán a marchar, apoyando con su actitud, sin darse cuenta, una política de guerra y barbarie que prolongará por más tiempo el desangre que padece Colombia desde hace más de medio siglo.

Por supuesto… porque expresar el repudio por un grupo criminal es apoyar la barbarie del mismo. Es triste que la lógica de esta gente brille por su ausencia.

Lo que también resulta triste es que la inopia parece apoderarse de de todas las partes del discurso. Por ejemplo, no faltó quien equiparara los Derechos Humanos con la corrección política:

Y lo que toca la corrección política, se lo caga. Incluso este marchante renunció a defender su punto de vista y llegó hasta el colmo de la abdicación de las facultades críticas, haciendo un llamado a respetar “todas las opiniones sobre la marcha”:

No, no todas son válidas. Acusar de paramilitar a todo el que fue a marchar no es válido, es simplemente estúpido. Pretender que alguien que quiere poder vivir en libertad es un fascista, no sólo es un oxímoron, también es una ridícula maroma mental exigida de su cerrazón de filas (y de mentes).

Y yo no respeto opiniones. Mucho menos cuando hay libertad y vidas humanas inocentes de por medio. Primero respeto a las personas y sus libertades. Después, analizo las opiniones y los argumentos y las que se ganen mi respeto, las respetaré. ¿De cuándo a acá uno va regalando respeto a diestra y siniestra? ¿Tan bajos son los estándares de estas personas?

Yo, lamentablemente, considero que sí. Todos quieren la paz sin importar el costo y sin que les importen los medios.

El fin -la paz- justifica echar por la borda lo poco bueno de la administración de justicia del país que ha condenado a los delincuentes que quedarían libres. El fin justifica acabar con la poca justicia social que hay en el país y que de esta manera alguien que siembra minas anti persona pague ocho años de prisión, mientras que alguien que le pegó una nalgada a una desconocida sufra cuatro años tras las rejas. El fin justifica la impunidad. El fin justifica que se trate a los secuestrados como una mercancía, para ser canjeados.

El fin justifica premiar delincuentes:

¿Y a mí qué me van a dar? Yo, que he decidido hacer mi vida en las letras, sin cargarme la libertad ni la vida de nadie, sin sembrar minas que destruyen los sueños de los niños campesinos del país, ¿no recibo un carro? ¿Por qué se premia al criminal y no al honesto? Todo -lo que sea, por estúpido que sea- con tal de alcanzar la paz.

Pues lo siento, pero el fin no justifica los medios. El fin es la paz y el medio es el imperio de la ley: El Estado acabando con los criminales, aún mediante el uso de la fuerza y la violencia a las que está legitimado y obligado legal y constitucionalmente.

Algo positivo se puede pescar en todo esto. Por ejemplo, ya tengo mi excusa lista para la próxima marcha de la MANE, dizque por la educación:

Por ejemplo, un amigo mío de pregrado tiene las cosas claras:

Y posiblemente el mejor comentario al respecto lo haya hecho Mauricio García Villegas:

Es necesario tener presente que la lucha por una educación pública de calidad, incluyente y equitativa no es un monopolio de la izquierda radical, de la misma manera como la indignación contra las Farc no es un monopolio de la derecha extrema.

Leer eso es un oasis de lucidez, en medio de tanto pantano falaz y maniqueo.