¿Cuál es el emporio criminal que ha hundido a Colombia en una crisis social que no le ha permitido desarrollarse plenamente dentro del marco de la modernidad?
¿Qué vieja institución se autodenomina “defensora” y “abanderada” de los pobres, mientras tiene sus jerarcas viviendo en la más alta opulencia, a costillas del sudor de la población civil, a quienes les sacan su dinero por medio de amenazas?
¿Qué grupo económico, con pretensiones de santidad y con muchísimas muertes a costa, que ha derramado incontables ríos de sangre le ha costado los sueños y le ha destrozado las esperanzas a nuestros niños?
Hay dos respuestas correctas: las Farc y la Iglesia Católica.
Por eso no me extraña encontrar un cretino que es miembro de las dos instituciones más podridas de las que he tenido conocimiento:
El prelado Pedro Pablo Reinoso Marín fue arrestado en el Seminario Menor de Manizales en una acción conjunta con la Fiscalía General, dijo el coronel Rafael Antonio Mesa, comandante interino de la Policía en Caldas, departamento del que es capital esta ciudad.
La captura se derivó de una orden emitida por la entidad judicial, bajo los cargos de rebelión y desplazamiento forzado, según indicó Mesa.
El oficial aseguró a la prensa que una investigación que tomó cinco años llevó a establecer que el religioso estaba, al parecer, vinculado con el frente 47 de las Farc, que actúa en varias regiones del oeste colombiano.
Reinoso “sería al parecer el coordinador político del frente subversivo”, agregó Mesa, quien indicó que el sacerdote era conocido en las filas rebeldes con el alias de “Pedro Plata”.
Además de la tareas de ideólogo, las investigaciones también permitieron descubrir que el sacerdote proveía a los guerrilleros de armamento y otros pertrechos, medicinas y víveres, entre otros elementos.
Este caso tiene dos particularidades. Primero, el socerdote no rezaba por la recuperación de sus colegas terroristas, sino que les conseguía ayuda científica – nada de supersticiones para ellos:
El jefe policial añadió que el sacerdote se encargaba de gestionar el ingreso en las zonas de conflicto de personal médico para atender a guerrilleros heridos o enfermos.
Y segundo, el muy capullo era profesor, por lo que tenía la posibilidad de adoctrinar doblemente a los estudiantes (en la superstición y en el terrorismo, que no cabe duda de que la idea cruzó por su cabeza):
El sacerdote ejercía como párroco de un templo católico de la zona industrial de Manizales y también era profesor en un colegio local.
Supongo que este es el ejemplo perfecto de la suma de todos los males.