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Este es el plan para desprestigiar a Sayco

Las sociedades gestoras de derechos de autor y similares son herramientas perfectas para hacer lobby en pro de sus privilegios, salirse del imperio de la ley y de paso servir de aparatos censores, o sea, son las empresas ideales para acabar con la libertad de expresión.

Como suele pasar con estos defensores de los autores -de los suyos, de los famosos-, Sayco (Sociedad de Autores y Compositores) está haciendo un muy buen papel de víctima:

El artículo 26 de la Ley 44 del 93 le da poderes a la Dirección Nacional de Derechos de Autor para inspeccionar y vigilar a Sayco en el ejercicio y cumplimiento de sus funciones y atribuciones. Tienen acceso a los libros, poder para declarar nulas las elecciones de directivos, retirar la personería de la sociedad de gestión y liquidarla si es necesario.

Y es curioso porque a pesar de todas esas facultades, la DNDA no ha querido utilizar todas las herramientas legales que tiene a su disposición. Más que un ente de vigilancia y control, la DNDA es como un aliado de Sayco:

A raíz del escándalo por el cobro exagerado y anticipado al promotor Ricardo Leyva por los derechos de autor del concierto de Aerosmith, asumiendo que la boletería iba a estar agotada, y la presión de los medios de comunicación, en especial de la W, y la protesta viral en las redes sociales, Juan Carlos Monroy tuvo que renunciar a su cargo de Director Nacional de los Derechos de Autor, y el Ministro del Interior nombró a Felipe García, abogado experto en derechos de autor, quien se encargará de revisar el funcionamiento de Sayco.

Valga mencionar que Juan Carlos Monroy, antes de ser el Director Nacional de Derechos de Autor, era el jefe jurídico de Sayco. Es que yo soy muy cositero y me da la impresión que ese tipo de cosas son las que generan inhabilidades: pasar de una empresa con un monopolio a dirigir el ente que vigila esa empresa no es algo que a mí me parezca ético ni presentable.

García, su reemplazo provisional, para quien se lo esté preguntando, es asesor del viceministro de Justicia y experto en propiedad intelectual.

Creo que eso es algo un poco menos vergonzoso. Aunque la actitud que ha asumido Sayco no lo es. Para empezar, su matoneo al libre acceso a la música sólo es tapado por su oscura forma de proceder:

Sayco es muy reservada y misteriosa con toda la información. Mientras las demás sociedades de autores publican abierta y detalladamente el total de sus ingresos y el de sus reparticiones a través de la prensa o en sus páginas de Internet donde están los informes de gestión, Sayco no informa nada o muy poco. (Para esta nota se negaron a suministrar la información solicitada, argumentando que ya habían hablado con otro periodista de EL TIEMPO).

Esa información finalmente acaba de ser revelada en una carta de Sayco a sus afiliados en donde los representantes de la sociedad sinónimo de lucro expresan:

La intención de desprestigiar a SAYCO apuntaría a conformar un frente de desobediencia común entre quienes se lucran de la música, para desconocer la legítima remuneración a los autores y compositores por la utilización de sus obras musicales, que cabe recordar son propiedad exclusiva de sus creadores y titulares. De allí que se pretenda poner en tela de juicio la gestión de la Sociedad.

Ahh, no. Claro, pero por supuesto. Son ellos los que persiguen a los oyentes, promueven leoninas leyes que dan al carajo con el libre acceso a la cultura, llevan sus cuentas de forma secreta y además cobran de manera bastante imprecisa e indecorosa cantidades exorbitantes sobre expectativas y no sobre derechos. Sabrán disculpar que uno plantee humildemente una levísima objeción a una maquinaria de tal proceder.

Como estoy seguro que también comprenderan que cuando el gobierno desconoce al que hasta hace poco era su gerente y abre una investigación, mientras su más reciente víctima exige que renuncie toda la mesa directiva de la entidad, uno no los tenga en el mejor de los conceptos.

Sin embargo es una conspiración. Todos ustedes son víctimas de los malvados oyentes que se aliaron con los promotores de eventos y a la vez estos con el gobierno para desprestigiarlos. Ese es el plan.

Por lo menos no todo está perdido: en caso de que el ‘perverso’ gobierno los cierre, siempre pueden intentar jugar a Sherlock Holmes. Van por ahí inmiscuyéndose en las vidas de las personas, averiguando todo lo que escuchamos (si pudieran también nos cobrarían si tarareamos o escuchamos en nuestras cabezas) y desvelando complots de desprestigio. Sólo les queda montar la oficina.

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