A lo mejor, uno de los pocos líderes de opinión en el país que habla con algo de sensatez sea el caricaturista Vladimir Flórez, mejor conocido como Vladdo.
Además de ser un caricaturista, tiene un blog en donde comenta sobre la vida nacional y cosas de su interés y cada jueves publica una columna de opinión. Por ejemplo, la de mañana es sobre la reacción nacional a la muerte de Alfonso Cano, en donde el artista gráfico se equivoca más de una vez.
Empieza estableciendo su repudio al actuar criminal de las Farc y luego llega a esto:
No me alegra ninguna muerte, pero tampoco voy a echar de menos al señor ‘Cano’. No obstante, me ha causado sorpresa y algo de tristeza ver cómo muchos que se autodefinen como piadosos cristianos se han frotado las manos y parecen darle gracias a Dios, no sólo por el deceso del líder de las FARC, sino por la forma violenta como se produjo su muerte.
Ya en más de una ocasión he leído que Vladdo afirma ser poco religioso… y siempre aclara que cree en dios, como si le repugnara o fuera moralmente inferior ser ateo.
No sé hace cuántos años Vladdo no abre una Biblia pero no estaría de más que le diera una repasada, ya que la máxima guía central de moral cristiana realmente es escabrosa. El cristianismo es un conjunto de creencias que, como buena herencia de Platón, desprecia la vida, alaba la muerte y tiene unos estándares sanguinarios y sanguinolientos que sólo una religión sería capaz de concebir.
Por ejemplo, el dios cristiano mató entre 2 y 24 millones de personas, exigió el genocidio de varios pueblos como el de los cananeos y el de los jebuseos y se deleitaba de pensar que Abraham sacrificaría a su hijo -derramando muchísima sangre en el proceso-. La forma de que el dios omnisciente, que lee mentes y con el que uno se puede comunicar telepáticamente decidiera no matar primogénitos en Egipto, era manchando los marcos de la puerta con sangre de cordero y la misa católica tiene por rito principal el de ofrecer la sangre de su salvador, quien sangrientamente -y sin que nadie se lo pidiera- ‘murió por nuestros pecados’ y en el proceso le clavaron una lanza que recogió su sangre y hay una túnica aproximadamente del siglo V que se volvió famosa por delinear su cara, empapada en sangre.
Visto así, no es de extrañar que la película cristiana más taquillera sea la de ese chiflado machista y antisemita que responde al nombre de Mel Gibson, cinta que no escatima en escenas descarnadas, en donde abunda tanto la sangre que dan ganas de vomitar.
Así que el término “piadoso cristiano” se lo puede aplicar sin ruborizarse a Hitler –un Verdadero Cristiano™– y a los ‘héroes’ de las Cruzadas.
Al cuestionarles tal actitud muchos de ellos han expresado deseos de retaliación y de escarnio, alegando la conocida crueldad de ese grupo guerrillero contra sus víctimas. Ha sido prácticamente inútil tratar de hacerles caer en cuenta de que quienes estamos en la ‘civilidad’ no podemos albergar tales sentimientos de venganza, so riesgo de quedar en el mismo nivel de quienes tanto criticamos.
El problema con estos pacifistas es que no han sufrido en carne propia las atrocidades del grupo terrorista -y espero que nunca les llegue a pasar-. Ellos han sido privilegiados en el sentido de que lo poco que han sido tocados por la violencia ya les parece normal, pues todos los colombianos hemos sido afectados por lo menos hasta ese grado. El problema es que no reconocen ese estatus de víctimas y quieren seguir haciendo de observadores objetivos y a distancia del conflicto armado. (En palabras de un profesor mío: viven en París; esto no es con ellos, que están en las nubes, tomando una posición utópica.)
A pesar de que se califican con aires de superioridad moral de ser “civilizados”, su civilidad no les alcanza para ejercer un simple proceso de pensamiento crítico: La Constitución establece a un gobierno que está facultado para utilizar a la fuerza pública para defender a la población civil -o sea, las víctimas-. No es que haya dos bandos. Hay criminales y está el ejército nacional, que tiene la obligación de defendernos de ellos. No alegrarse de un triunfo así es ser, como mínimo, desagradecido.
Yo sí agradezco que haya menos familias campesinas -población civil, como yo- en riesgo de caer en las garras del grupo terrorista. Anhelo el momento en que pueda viajar por mi país y conocerlo en vez de tener que aceptar la condena tácita de no salir de los centros urbanos. Me alegro de la misma manera que me habría alegrado enterarme de la muerte de Hitler. ¿Tampoco alegraría esa muerte a los pacifistas? No me sorprendería si no.
Pero no soy pacifista, ni iluso. Sé que mientras las drogas estén prohibidas, las guerrillas terroristas no tendrán motivo para dejar voluntariamente las armas y en consecuencia sé que el conflicto se resuelve por la vía armada. Y yo he decidido de qué lado estoy: del que está legítimamente autorizado y constitucionalmente obligado a defender a la población civil.
También he sido virtualmente apaleado por pedir un mínimo respeto con el cadáver de ‘Cano’, que ha sido exhibido con los ojos abiertos como botín de guerra, como si se tratase de un cuaderno o de uno de los ya célebres computadores que la tropa suele recuperar en este tipo de operaciones.
Para Vladdo eso es sevicia. Probablemente lo sea en el mayor de los casos, sin embargo yo estoy a favor de que se exhiba el cadáver por otros motivos.
Para mí, habida cuenta de las veces que han afirmado que se ha dado de baja a tal o cuál criminal sin que sea cierto, resulta necesario mostrar el cadáver como prueba de que efectivamente se le dio de baja -y no, creerle al Gobierno no está entre mis planes-. (Me han replicado que no se mostró con el cadáver de Osama bin Laden, a lo que he respondido que en ese caso también me pareció equivocada esa decisión.) Eso sí, debería hacerse en los noticieros de las 11 de la noche, y con una advertencia previa al público para que los padres decidan si quieren que sus hijos vean o no esas imágenes y para que cada mayor de edad decida si quiere verlo o no.
Desde luego que no tolero ninguno de los métodos que las FARC usa para atacar a la sociedad (pues hace tiempo que dejó de atacar sólo blancos militares), pero tampoco creo que este tipo de reacciones sean consecuentes con una sociedad donde el cristianismo impera.
Este es el País del Sagrado Corazón de Jesús. Si aquí no se discriminara a los gays, se le prohibiera a las mujeres disponer de su cuerpo como a bien tienen, se prohibiera el aborto, hubiera un criptofascista católico ultramontano en la Procuraduría imponiendo su superstición personal y los candidatos no hicieran campaña apelando a su amigo imaginario, ¿qué sentido tendría ese título?
Hay, sin embargo, un apunte de Vladdo que comparto en su totalidad:
Y casi tan chocante como el enfoque monotemático de las emisoras y los canales de televisión en estos días, me resulta la insistencia de quienes dicen que la muerte de ‘Cano’ reduce las posibilidades de llegar a una salida negociada al conflicto o de liberar secuestrados. ¡Por favor! ‘Cano’ tuvo décadas para hablar seriamente de paz y nunca lo hizo, y pudo dar la orden de acabar con el suplicio de los rehenes en su poder, ¡y también se negó a hacerlo! Que no nos vengan ahora con semejantes historias.
Es una lástima que así como reconoce la turbia mano de la corrupta administración Uribe cuando aparece el rastro del ex presidente, el caricaturista no tenga la misma firmeza para señalar a alguien en concreto en este caso, como Piedad Córdoba.
Aunque eso resultaría más probable a que diga cuáles son los motivos que tiene para seguir creyendo (y, más sorprendente, tener en tan buen concepto el cristianismo).