Creo que de las pocas cosas que comparto con algunos conservadores, no con todos -ciertamente no con el ala farcopolítica de Andrés Pastrana-, es que el conflicto armado se debe terminar por la vía de las armas. Aunque por supuesto, nuestros motivos son diferentes.
Pero lo verdaderamente propio de Colombia, Banana Republic es esa corriente hippie pseudo-liberal pacifista de negociar con terroristas. Su ícono, la farcopolítica Piedad Córdoba es la mejor representación de esto:
La exparlamentaria, desde la vocería del movimiento Colombianas y Colombianos por la Paz, expresó que el Gobierno Nacional, con la muerte en un operativo militar del máximo jefe de las FARC alias ‘Alfonso Cano’, demostró que prioriza la “confrontación armada sobre la salida política mediante el diálogo y la negociación”.
“(El Gobierno) carece de una política verdadera de paz y que lo único que busca es mantener los privilegios y el lucro que obtiene mediante la guerra”, agregó.
Me gustaría muchísimo que la ex senadora aportara pruebas de esas simpáticas afirmaciones, que no pasan de eso, de afirmaciones infundadas, y que bien haría el gobierno en denunciarla por calumnia.
La Constitución establece que el ejército está para protegernos a la sociedad civil y eso significa dar de baja líderes terroristas como Alfonso Cano.
Uno esperaría que la parte en que Córdoba advierte que se le da prioridad a la confrontación armada fuera cierta. Yo no he asesinado a nadie, extorsionado a nadie, sembrado minas anti persona ni secuestrado a nadie. ¿Por qué no me tratan favorablemente a mí y sí a los criminales (con leyes creadas para ellos, para que paguen menos condena que la establecida en el Código Penal y buscando siempre negociar con ellos para perdonarles sus delitos)? ¿No es esa una política de exclusión y discriminación, en la que se premia el comportamiento criminal?
Recordó que si bien el presidente Juan Manuel Santos ofreció en su posesión “una puerta y una llave para la paz, ya lo habían hecho los principales dirigentes de las FARC–EP y del ELN”. En vista de ello, reclamó a ambas partes “que se decidan a abrir los diálogos de paz sin precondiciones, para detener el baño de sangre entre colombianos”.
Negociar con terroristas no tiene pies ni cabeza. El conflicto sólo tiene una salida: por la vía armada, exterminando a los grupos criminales, tanto paramilitares como guerrilleros, que mientras puedan seguirse lucrando de la prohibición de las drogas, tendrán un aliciente para seguir armados hasta los dientes. Y lo siento, pero el gobierno puede poner las condiciones que le den la gana. ¡¡Es el gobierno, en cuya cabeza está negociar o no (los otros, por el contrario, tienen la obligación de bajar las armas; obligación que ignoran olímpicamente)!!
Demandó también de la sociedad colombiana que ponga distancia “de la euforia y del triunfalismo” y dijo que “estos nefandos episodios ya los ha conocido Colombia, por lo cual lo más sensato es atemperar los espíritus y evitar los desbordamientos del entusiasmo o del pesimismo inmovilista”.
Ahh, ¿esto molesta a Piedad Córdoba? Mejor aún: Me alegra más allá de lo indescriptible que Alfonso Cano esté muerto. Por otra parte, los mismos terroristas ya dijeron que no van a entrar en un proceso de desmovilización, así que la ex senadora puede dejar de rasgarse las vestiduras del luto y empezar a consultar con sus amigos qué es lo que realmente quieren.
Hay muchas cosas que se justifican para detener un baño de sangre. Ninguna de ellas incluye la capitulación del gobierno de su obligación constitucional de defender a la población civil, que el ejército deje de perseguir y dar de baja terroristas, ni la creación de leyes especiales que le dan tratamiento de rey a los asesinos, ni mucho menos negociar con ellos -situación que no sólo no es posible, sino tampoco deseable-.
De lo más insultante que puede haber a la inteligencia de los colombianos es poner al mismo nivel, como si fueran dos fuerzas iguales, a las militares y a las terroristas. No lo son. Unos hacen parte de un gobierno -mal que bien- elegido democráticamente y legítimamente constituido y los otros son unos pobres traquetos con un ejército personal a su disposición.