Como ya lo he dicho, no voto. Soy abstencionista ilustrado.
Creo haberlo explicado con suficiente claridad, sin embargo por una cuestión casi completamente azarosa y ajena a mi voluntad, terminó llegando a mi correo un link a esta defensa del abstencionismo en las urnas que pone en otras palabras una reflexión importante sobre el tema:
Me explicaré, aunque ya lo he comentado alguna vez, perdona que me repita: votar es un ritual. Los rituales, en todas las culturas, son actos que nos hacen comprender realidades irracionales y que construyen nuestro sistema conceptual. Esto quiere decir que, además de pensar con la cabeza, pensamos con nuestros cuerpos, que nuestros actos conforman también una mentalidad. Esto lo entiende casi todo el mundo cuando dice que “vota tapándose la nariz”. Piensan que el ritual tiene sentido, pero que los participantes lo han traicionado. Los más simples piensan en términos de voto útil, que se traduce por votar “a los míos” como si se tratase de una apuesta deportiva.
Cuando uno vota, inconscientemente se siente partícipe del sentimiento común de que la democracia tiene sentido y asume irracionalmente que se le tiene en cuenta. Ese es el problema de votar, que uno considera que ya ha hecho lo que tenía que hacer políticamente, que forma parte de una realidad superior y llena de sentido universal (no en vano queremos imponer nuestras democracias) y que su acto le ha conferido el derecho a quejarse. Por el contrario, para la mayoría, el que no vota es un “pasota”, un “radical”, alguien al que no le interesa la política y que, de hecho, no se debe ni tener en consideración porque, a fin de cuentas, ni siquiera se ha molestado en votar. El que se queda en casa sin votar y no participa en el ritual que le confiere el derecho simbólico de pertenencia al grupo, ya está creando una nueva realidad. Esto puede quedarse en nada si no actúa, se asocia y es políticamente activo, cierto, pero lo que más temen los políticos es en la asociación más allá de su control. Por eso están todos de acuerdo como clase en que la participación democrática del ciudadano se restrinja voto.
Ahora bien, si esto está perfectamente entendido y uno camina hacia la urna repitiéndose el motivo estratégico del voto, si uno vuelve a casa y se recuerda que el ritual en sí es inútil, se asocia y es políticamente activo al margen de la política institucional, el resultado puede ser semejante. Sin embargo, no solemos ser capaces de controlar nuestras emociones al participar en rituales. Nos resulta muy complicado tomar parte en cualquier ritual de forma cínica. Un ejemplo, uno puede comulgar o no en la iglesia, pero es complicado recibir “el cuerpo de Cristo”, pasar por una misa previa y toda la liturgia que le acompaña para terminar mascando la “hostia sagrada” y pensar al mismo tiempo “menuda sarta de mentiras”. Es mucho más sencillo alejarse, abstraerse del ritual y desde la distancia realizar la crítica. En ese sentido es muy importante convertirse, ser herético y no tener miedo a ser “marginal” ˗˗habitar los márgenes˗˗ “radical” ˗˗pensar en la raíz de las cosas y no dar por hechos ciertos rituales˗˗, ser “pasota” ˗˗entender que la primera acción revolucionaria es el silencio y que la no-acción encaminada a parar el frenético discurrir del tiempo de la economía capitalista es de por sí la más violenta de las acciones. Después de decir esto suena mucho mejor decir cosas como: soy marginal, radical, pasota y antisistema. Así me defino yo.
Por supuesto, no estoy de acuerdo con la totalidad del texto. Por ejemplo me la pela eso de “economía capitalista” pues es dentro del capitalismo hay dos corrientes principales que pueden tener cada una desarrollos diferentes. No será lo mismo un extremista anarcocapitalista que un libertariano moderado, a pesar de que ambos sean neoliberales y ciertamente un keynesiano podría ser más estatista o menos estatista, como yo.
Meter en el mismo saco todo el capitalismo se me hace facilista y abusivo. De resto, el texto me resulta genial como análisis del abstencionismo electoral.