Y es que no debería hacerlo. Las religiones son el reencauche de doctrinas que desprecian la vida y predan del miedo a la muerte, haciendo de este mundo material -y el único del que hay evidencias- algo sufrible, invivible, poniendo a sus miembros en un sosiego permanente.
A la religión no le interesa y no ofrece ninguna protección para la vida, como lo descubrió una desdichada suegra:
Algunos testigos narraron que un hombre llegó hasta la iglesia del barrio Belén San Bernardo buscando a una mujer quien, según las primeras versiones, era su suegra; allí, delante de los feligreses, le disparó en la cabeza y luego se suicidó.
“Ya estábamos saliendo de misa. La señora se arrodilló en el oratorio para persignarse cuando ese señor sacó un arma y la mató”, recordó aún consternada una de las testigos. La mujer asesinada fue identificada como Ema Elorza.
Es curioso: antes dios podía abrir un mar en dos, crear planetas, causar inundaciones, enviar plagas, apoyar genocidios, pero ahora ni siquiera es capaz de detener dos balas en su propia casa.