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Ugo Barti, genio del lápiz y de los silencios

En la antología de caricaturistas que hicimos el semestre pasado, esta, sobre Ugo Barti, la escribimos e investigamos entre mi profesor, Sergio Ocampo Madrid -a la vez, editor de la revista- y yo. (Mi artículo propio fue sobre Antonio Caballero)

En la revista, ya disponible para descargar [PDF], entre las páginas 17 y 18 aparece este perfil que hicimos del artista gráfico:

Timoteo, genio del lápiz y de los silencios

También conocido por el seudónimo de Ugo Barti, es considerado por sus pares como el mejor fisonomista de todos, y como el gran prófugo de la fama.

No es fácil determinar cuál es el mayor talento de Armando Buitrago (Ugo Barti o Timoteo en el mundo de la caricatura), si su dibujo preciso y fino acompañado de un humor aun más fino, o su capacidad para llevar más de cinco décadas en un anonimato total, que puede rayar casi en la leyenda, esto es, en ese espacio en el que más de uno podría dudar de que él exista.

No hay una sola foto suya en ningún archivo de los medios donde ha trabajado. Así lo confirman en El Nuevo Siglo, El Tiempo, Portafolio, El Espectador. No tiene celular, y en el teléfono de su casa nadie contesta jamás. Lo único que se ha logrado saber de él, por la Registraduría, es que nació en 1936. “Y que tiene una hermana, que es como verlo a él pero con pelo largo”, dice Álvaro Montoya, periodista y una de las biblias del humor gráfico en Colombia.

“Es tan profunda su convicción en pasar desapercibido –continúa Montoya– que su costumbre en El Siglo era dejar las caricaturas de Timoteo en la oficina de Rafael Bermúdez, el jefe de redacción, e irse de inmediato sin saludar a nadie. En 1978 se ganó un Simón Bolívar y en el periódico lo esperábamos para festejárselo. Ese día dejó la caricatura en la recepción y no entró”.

Lo más asombroso es que la mayoría de su generación, con Antonio Caballero de primero, y de la camada posterior de dibujantes, encabezada por Vladdo, lo considera uno de los más grandes, y tal vez el mejor fisonomista de todos. “Para caricatura de personajes, no hay quién le ponga la pata y sin embargo los editores de páginas de opinión lo ignoran… cuando yo me gane la lotería fundaré una revista solo para que Ugo Barti la diagrame y la ilustre”, asegura Carlos Mario Gallego, Mico, quien también es la Tola, de Tola y Maruja.

Elkin Obregón, caricaturista político antioqueño, tampoco escatima elogios sobre él: “A mi modo de ver, Barti es el verdadero precursor del actual desarrollo de la caricatura colombiana. Él nos enseñó que el dibujo podía ser desdibujo. Él, consciente o inconscientemente, recordó que existían un Steinberg, un Chúmez, un Wolinsky. Y también que el contenido de un cartoon exige una visión personal, una síntesis, un llamado a la inteligencia…”.

Por su parte, en el libro Las letras y el talante, editado por la Biblioteca Pública Piloto de Medellín en 1983, Álvaro Gómez Hurtado fue más lejos para asegurar que Armando Buitrago era sin duda el mejor caricaturista de “habla” hispana.

El motivo para entrecomillar la palabra ‘habla’ era jugar con la otra característica que los conocidos le endilgan a Buitrago: el silencio casi total. Es un hombre que habla lo mínimo o menos. El propio Gómez –cuentan en El Nuevo Siglo– aseguraba que sostenía “conversaciones inalámbricas con Timoteo”. “Cuando conversamos, el único que habla soy yo”, decía.

La única entrevista que se conoce en la cual habla Ugo Barti (su otro seudónimo, el cual armó con un anagrama de su apellido) apareció en la Enciclopedia del humor, una publicación de 1975 financiada por la Lotería de la Cruz Roja. Allí ante la primera pregunta, Buitrago contestaba: “Nací en Cali, y todo lo demás está por hacer…”. Y allí terminaba la entrevista.

Jorge Restrepo, encargado de las Lecturas Dominicales de El Tiempo, asegura que “es difícil encontrar alguien más tímido, reservado y taciturno que Timoteo. Era poco amigo de sentarse a hablar; él hacía su oficio y punto”.

Al igual que Caballero, y Osuna y Pepón, Ugo Barti se dio a conocer por el diario El Siglo. La forma como surgió su otro seudónimo, Timoteo, está totalmente conectada con ese rotativo conservador y con Álvaro Gómez. Para 1964, El Siglo era un medio absolutamente político (y lo sigue siendo, pero ahora bajo el rótulo de El Nuevo Siglo). Algo que pocos conocen es que Gómez también garabateaba caricaturas, y las firmaba como Timoteo. En 1965, la candidatura liberal estaba casi definida a favor de Carlos Lleras, a quien Gómez no veía con buenos ojos pues prefería a Alfonso López en la presidencia. Luego de varias caricaturas en contra, hechas por Timoteo (Gómez, no Buitrago), Álvaro
decidió meterse de lleno en política activa para frenar a Lleras. Buitrago siguió publicando como Timoteo y se quedó con el seudónimo para siempre.

Sin embargo, a diferencia de Osuna, Pepón y Caballero, cuya presencia en El Siglo fue corta o mínima, Buitrago se quedó 25 años. Este es, sin duda, un hecho excepcional porque contrario a los dos primeros, ‘godos’ convencidos, Ugo Barti es un hombre de izquierda, e incluso anarquista, en el más puro y formal concepto filosófico de la anarquía. Vale la pena anotar que en junio del 2009, él y otras personalidades y miembros del Polo Democrático firmaron una carta abierta en la que defendían la labor de oposición del senador Jorge Enrique Robledo, cuyo nombre resultó vinculado a los computadores de Raúl Reyes.

Aparte de El Siglo, también publicó humor gráfico en Cromos en la década de los años sesenta, fue diagramador en El Tiempo en los setenta, colaboró en el Magazín Dominical de El Espectador, y firmó como Kozko en unos cuantos números de una revista llamada Hoy por Hoy, dirigida por Diana Turbay. Actualmente aparece en Portafolio.

Uno de los tópicos más importantes en la vida de Barti es ser el creador de “Clubman”, que nació en 1964, fue la sensación de las Lecturas Dominicales de El Tiempo, y que sin duda es el precursor del “Monólogo”, de Antonio Caballero, que se publica hoy en Semana. Según Carlos Alberto Villegas, profesor de la Universidad Javeriana, “Clubman”, armado de un vaso (quizá de whisky) que reflexiona entre irónico y atónito sobre la actualidad nacional “fue uno de los primeros personajes caricatográficos aparecidos en el periodismo colombiano. Tanto su grafismo nervioso e innovador que transgrede lo figurativo, como los parlamentos que bucean en honduras filosóficas, literarias y estéticas, lo hacen un personaje caricatográfico para verdaderos gourmets”.

En Reflexioné-MONOS, libro del Fondo Editorial Cerec, publicado en 1986 como homenaje a los 20 años de caricaturas de Antonio Caballero, Barti aceptaría que comparte con éste la mirada aguda y ácida, la apatía y la repugnancia que le produce constatar muchas de las mezquindades de la situación nacional, ante cuyo horror los cuestionamientos, a través de la caricatura, se quedan cortos. “La corrupción es la materia de que está hecha la Colombia de pesadilla…”, escribe Barti.

La otra faceta determinante de Barti es su inclinación por el cine, más exactamente la crítica de cine. Junto con Héctor Valencia, Carlos Álvarez y el político quindiano Jaime Lopera –quien adquirió gran reconocimiento por su libro de autoayuda La Culpa es de la Vaca– fundó la revista Guiones en 1960. “Ugo Barti y Héctor Valencia –cuenta Orlando Mora, un cinéfilo colombiano– encabezan la publicación, la cual logró con sus siete números iniciales sembrar alguna inquietud en los jóvenes que por esa época llegábamos deslumbrados al cine”.

Lopera lamenta hasta hoy que Barti se haya quedado en el humor gráfico y haya dejado el cine un poco de lado: “Me parece que la faceta principal de Armando fue la de ser el
primer crítico de cine en Colombia desde El Espectador, pero después derivó a la caricatura y allí se quedó”.

¿La crítica de cine o el humor gráfico, qué preferirá Buitago? Imposible saberlo porque tendría que decirlo él, y para ello habría que encontrarlo, y acto seguido hacerlo hablar. Y
evidentemente él prefiere decir cosas solo en sus dibujos y en sus trabajos. Hay un último episodio que retrata esto perfectamente: en 1983, cuando se lanzó el libro Osuna de frente, él colaboró en la diagramación del Magazín Dominical de El Espectador que registró la salida de ese libro. Osuna había escogido varias caricaturas de personajes para que fueran incluidas, y una de ellas era la de Ugo Barti. Pues bien, como él era el diagramador, y sin consultar con Osuna, decidió excluirse. Ese, aparte de la cédula de ciudadanía, puede haber sido el único registro gráfico de que Barti existe.

Y si algún día tengo el honor de que Barti lea estas líneas, que sepa que su estrategia de anonimato funciona de maravilla – casi ni podemos escribir este perfil.

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