El semestre pasado hicimos una revista antológica de perfiles de los más grandes caricaturistas del país.
Yo quise hacerla y la hice sobre Antonio Caballero y ya había compartido algunos frutos de la investigación. Pues ya fue publicada la revista con todas las compilaciones (si quieren, también pueden descargarla [PDF]):
Mi artículo sobre Caballero está en las páginas 19 y 20 -en donde vale la pena leerlo pues es complementado con la diagramación que cuenta con algunas de sus caricaturas y su rúbrica-:
El eterno opositor a todas las causas Emparentado con el poder y las élites por todos los costados, este hombre, sin embargo, es el azote más punzante de la dirigencia colombiana. Antonio Caballero Holguín es un traidor a la patria y es probable que su padre, el ilustre Eduardo Caballero Calderón, se sintiera orgulloso de eso. Corría 1952, cuando el entonces presidente de la República, Laureano Gómez, a través de su ministro delegatario, Roberto Urdaneta, presentó una propuesta de reforma constitucional que convertía en traición a la patria cualquier tipo de oposición al gobierno. “Soy traidor por la cabeza de mi padre y por el corazón de mi madre –escribió Eduardo Caballero en respuesta a la intención dictatorial de la reforma del 52–. Soy un traidor por los cuatro costados, por las cuatro ramas de mis abuelos… Y va tan adelante y tan lejos este espíritu traidor que me hierve en la sangre, que mi único deseo es que mis hijos sean traidores como ya lo es y se declara de antemano su padre, y como lo fueron sus abuelos y esa taifa de traidores que entregaron su inteligencia, su corazón, su fortuna y su sangre a esa traición imperdonable que es el amor a la libertad…”. Para muchos, su hijo Antonio ha cumplido a cabalidad con el deseo de su padre. Álvaro Montoya Gómez, periodista, caricaturista y amigo de Antonio, lo resume así: “Todo lo que hace Antonio Caballero es original. Vive en contravía. Siempre está en oposición y no hace nada inocente”. Lo irónico, o burlón de la vida, es que las primeras caricaturas de Antonio Caballero hayan aparecido en El Siglo (hoy El Nuevo Siglo), diario fundado por Laureano Gómez como voz de la oposición durante la república liberal. Por entonces, a mediados de los años sesenta, la directora de Vanguardia, la sección literaria y juvenil del rotativo, era María Mercedes Carranza, quien había estudiado Filosofía y Letras en Bogotá y Madrid. Ella, nacida el mismo año que Antonio, 1945, tenía con él varias similitudes: sus padres, ambos llamados Eduardo, eran literatos, fueron agregados culturales de la embajada colombiana en España y, por ende, ambos vivieron parte de su juventud en Madrid, lo cual les permitió empaparse de un trasfondo cultural único, mitad colombiano, mitad español. Esto todavía se pone de manifiesto en las columnas de Caballero en las que narra exquisitamente las masacres de toros que tanto le gustan y que aparecen publicadas en sus columnas de El Tiempo, en Colombia, y 6 Toros 6, en España. A pesar de tener muchas cosas en común con María Mercedes, sus destinos siguieron caminos muy distintos. Ella desde la poesía, que ofició hasta 2003, cuando decidió quitarse la vida, y él desde el periodismo, pero básicamente desde el ‘oposicionismo’ a una clase dirigente que en su concepto es la gran responsable de la pobreza y el atraso colombianos. Así lo deja claro en el ensayo que escribió para el libro ¿En qué momento se jodió Colombia?, publicado por Oveja negra en 1990. Veintiocho años antes, Antonio culminó Ciencias Políticas en París, y desde 1966 hasta principios de los setenta, dibujó para El Siglo y El Tiempo. Daniel Samper Pizano denomina ese lapso como “la época negra del distinguido artista”, cuando sus primeros monos recreaban a una poco agraciada mecanógrafa con arrebatos de ninfómana, que bien pudo ser la inspiración de la Aleida de Vladdo, y a un enano que se sacaba cualquier porquería de la boca y “se asemejaba de manera casi irritante al entonces presidente Carlos Lleras Restrepo”. Después llegaría a la revista Alternativa, que en palabras del propio Caballero, pretendía ser “la voz de toda la izquierda democrática” durante el lúgubre período del Frente Nacional. Las páginas de esta publicación, cuya vida duró entre 1974 y 1980, fueron habitadas por el Señor Agente, un policía hecho por Caballero, y por los retratos políticos de Macondo, agudas radiografías de lo que se urdía en las altas esferas de una república bananera. Mientras que el agente no tenía un trazo que lo definiera claramente, sino apenas unos esbozos de su figura de autoridad, a los ´patricios´ colombianos los retrataba con una exactitud envidiable. Fue en Alternativa en donde hizo sus mejores caricaturas fisionómicas. Víctimas de ello fueron Álvaro Gómez Hurtado, Alberto Santofimio Botero, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay Ayala, el cura guerrillero Camilo Torres y Carlos Lleras Restrepo, entre otros. En 1985 se trasteó para la Revista Semana, nacida de las cenizas de la publicación homónima que había concebido Alberto Lleras Camargo y que había cerrado en 1961. La de mediados de los ochenta había sido creada por Felipe López, hijo de López Michelsen y primo de Antonio Caballero. Fue ahí en donde nacieron sus últimos monos, los del Monólogo Nacional, que hasta hoy se publican cada ocho días: el político –siempre clientelista–, la mujer acomodada, el hombre del club, la pobre mujer que pasa dificultades económicas y el guerrillero (que a veces es un miembro del “glorioso” Ejército Nacional y desde hace unos años también ha servido como reflejo de un paramilitar), todos ellos carentes de la precisión fisionómica de Caballero, algo que ha sido completamente intencional. El libro Reflexioné-MONOS de 1986 fue una publicación para celebrar los 20 años de caricaturas de Antonio Caballero. En él, participaron figuras nacionales y entre las definiciones que aparecen sobre el periodista está la de “incrédulo irreparable”, acuñada por Gabriel García Márquez; o la de un “educado mental y artesanal”, de Armando Buitrago, mejor conocido como Timoteo (seudónimo que originalmente usaba Álvaro Gómez) pero también como Ugo Barti, caricaturista de El Siglo y El Tiempo. Este último además fue el precursor de los cartones del clubman, que más adelante retomaría Caballero. Antonio también ha sido descrito como un “hombre anatematizado por la sensatez hiriente de sus razones”, como afirma Osuna. En palabras del mismo Antonio Caballero: “El humor es un vicio solitario. Los humoristas son pájaros solitarios. No patos de bandada, sino aves de presa, que para volar alto tienen que volar a solas, por su cuenta. No hay humor posible sin independencia, y es por eso que el humor oficial no existe. Sería una imposible contradicción entre los términos”. El último proyecto de Caballero, liderado por Antonio Von Hildebrand, es el documental Pablo’s Hippos, del 2010 y para la BBC de Londres, que recrea los últimos treinta años del país en la absurda guerra contra las drogas y su corolario más evidente: el saldo de muerte, destrucción, corrupción e inestabilidad. La cinta se centra en el relato de un hipopótamo macho alfa llamado Pablo (en alusión a Pablo Escobar) que recuenta estos treinta años. Caballero se entusiasmó tanto con el proyecto que no solo se hizo cargo de las ilustraciones sino que también se involucró en los diálogos del largometraje, e hizo “un guión con la finura y acidez características de su pluma”, asegura Hildebrand.
En esa misma edición publiqué, junto con mi profesor Sergio Ocampo Madrid, quien fue es el editor de la revista, otro perfil de otro genial artista gráfico: Ugo Barti.