El tema de las células madre lo toqué tangencialmente al denunciar a Greenpeace por meterse en lo que no saben ni les corresponde (de hecho, ni siquiera saben de los temas que les corresponden, como queda demostrado con su oposición a los transgénicos y la energía nuclear).
Pero el tema de las células madre y de las patentes es un tema importante y en esta materia suscribo las palabras del muy acertado Kenan Malik:
Las sentencias de los tribunales en materia de patentes científicas suelen ser arcanas y aburridas y de interés sólo para especialistas. No fue así esta semana. El lunes la Corte Europea de Justicia emitió un fallo histórico que prohíbe las patentes de técnicas científicas que involucran a las células madre embrionarias. Se trata de un fallo que podría poner en peligro la investigación de nuevas terapias para enfermedades incurables y mortales y que desafía los principios básicos de la lógica, la moral y la justicia.
El caso comenzó en la década de 1990, cuando el neurobiólogo alemán Oliver Brüstle desarrolló un método para convertir células madre embrionarias humanas en neuronas. Las células de un ser humano adulto son altamente especializadas – en circunstancias normales, una célula del hígado siempre se mantendrá una célula del hígado, y una célula de la piel no puede ser otra cosa. Las células madre, sin embargo, pueden convertirse en cualquier tipo de tejido – hígado, piel, nervios, corazón. La mejor fuente de esas células madre son pequeños embriones, de pocos días de formación, los llamados blastocistos. Los investigadores esperan que mediante el cultivo de tejidos específicos de estas células, pueda ser posible reparar órganos dañados en pacientes que sufren de condiciones tales como la demencia o la ceguera. Debido a que dicho tejido se puede cultivar con el ADN del propio paciente, los problemas de rechazo de tejidos, tan a menudo la pesadilla de los trasplantes, podrían ser esquivados. El propio profesor Brüstle estaba a punto de trasplantar tejido cerebral cultivado en el laboratorio en pacientes con enfermedad de Parkinson.
En 1997, Brüstle había obtenido una patente para su técnica de creación de neuronas. El grupo ambientalista Greenpeace desafió la patente en los tribunales. El trabajo de Brüstle, afirmaba, era “contrario al orden público” porque los embriones habían sido destruidos para obtener las células madre. El caso se abrió paso a través de diversos tribunales nacionales de Alemania antes de que finalmente terminara en la Corte Europea de Justicia.
Ha habido en los últimos años un gran debate acerca de los intentos de las empresas biotecnológicas de patentar los procesos naturales o entidades – los genes, por ejemplo. Sucede que pienso que tales patentes están mal y no deben ser permitidas. En el caso Brüstle, sin embargo, la patente no era para un proceso natural o jurídico, sino de una técnica de laboratorio. Y Greenpeace no la impugnó por considerar que se trataba de un proceso natural, sino sobre la base de que la investigación con células madre equivalía a la ‘comercialización de embriones humanos’ y por lo tanto de seres humanos. En esto su argumento es a la vez confuso y peligroso.
La investigación con células madre embrionarias siempre ha sido controvertida. Los conservadores, los teólogos y los grupos pro-vida sostienen que los blastocistos -grupos de células tan pequeñas que son prácticamente invisibles a simple vista- son seres humanos muy pequeños. La investigación con células madre es inmoral, según ellos, porque en la cosecha de esas células madre a partir de blastocistos, los científicos están creando y la eliminando seres humanos.
Es un argumento que pone la realidad ética bocabajo. No sólo es absurdo imaginar que un manojo de células apenas visible es un ser humano, sino que no hay nada nuevo en la creación y eliminación de los embriones. Eso ocurre con frecuencia, por ejemplo, en el tratamiento de la fecundación in vitro – y los investigadores médicos a menudo obtienen sus células madre de embriones fecundados in vitro sobrantes. Si es aceptable destruir embriones en la creación de la vida, ¿por qué no también para salvar la vida?
No hay razones para considerar la investigación con células madre embrionarias como poco ético. Hay, sin embargo, algo moralmente repugnante sobre la campaña en contra de este tipo de investigación. Al obstruir la investigación con células madre, los opositores pueden estar ralentizando el desarrollo de nuevos tratamientos médicos que podrían salvar cientos de miles de vidas y aliviar el sufrimiento de muchos más.
La cuestión de cómo definir un embrión y un ser humano fue una de las decisiones clave que enfrentó la Corte Europea de Justicia. En virtud de la legislación europea, las patentes deben ‘salvaguardar la integridad y la dignidad de la persona y no menoscabar el orden público o la moralidad’. ‘De ello se desprende’, los jueces concluyeron, ‘que el concepto de “embrión humano”… debe entenderse en un sentido amplio‘. Cada óvulo fecundado, ellos insistieron, debe ser reconocido como un embrión cuya ‘dignidad humana’ tenía que ser protegida. Ninguna técnica que surja de la investigación realizada sobre las células recolectadas a partir de blastocistos puede ser patentada porque dicha patente sería ‘inmoral’ y contraria al ‘orden público’. Incluso la investigación en el curso de la cual ningún embrión ha sido destruido no puede, la corte insistió, ser patentada, si este tipo de investigación ha hecho uso de líneas celulares derivadas de embriones previamente destruidos.
La Corte refiere su decisión en cuanto sea necesario para proteger a los individuos humanos de ‘explotación comercial’. Esto sólo tiene sentido, sin embargo, si aceptamos que los blastocistos son seres humanos. No hay ninguna razón lógica de que ‘salvaguardar la integridad y la dignidad de la persona’ requiera ver una pequeña bola invisible de células indiferenciadas como un ser humano. No se ‘desprende’ como la Corte insiste, que la defensa de la dignidad de la persona humana exija que se adopte una ‘amplia’ definición de lo que constituye un embrión. Después de todo, ¿qué pasa con la integridad y la dignidad de todas aquellas personas cuyas vidas pueden ser arruinadas por una interpretación judicial que podría obstaculizar el desarrollo terapias que salven vidas o mejoren vidas? Al adoptar esa ‘amplia’ definición, los jueces no simplemente han dictado un fallo judicial. Han tomado una postura moral, también, definiendo un embrión y un ser humano en la forma en que un teólogo o un activista pro-vida lo haría. No sólo el tribunal confunde lo legal y lo moral, sino que también ha adoptado una posición moral particularmente reaccionaria.
Lo que es particularmente irónico es que mientras la corte ha prohibido la concesión de patentes de técnicas derivadas de embriones destruidos, no ha prohibido la destrucción de los propios embriones, que sigue siendo legal. Si es inmoral e ilegal patentar los procesos que se derivan de la investigación con células madre, ¿por qué la investigación en sí misma no es inmoral e ilegal? O, para decirlo de otra manera, si la investigación es moral y legal, ¿por qué no también lo son sus patentes? De hecho, justo este punto fue planteado por el juez Peter Meier Beck en una audiencia anterior en una corte alemana. ‘Si hay algo que está legalmente autorizado’, observó Beck, ‘entonces no debería estar prohibido patentarlo’.
Si la sentencia de la corte es difícil de comprender, la actitud de Greenpeace lo es aún más. Tan hostil se ha convertido la organización ante la ‘gran ciencia’ que se complace de alinearse con algunos de los grupos más reaccionarios y detestables de Europa y de poner en peligro la investigación médica vital. A organizaciones como Greenpeace les gusta presentar el debate sobre la investigación con células madre (así como les gusta hacer con el debate sobre los cultivos transgénicos) como uno entre los científicos inmorales, empeñados en el progreso a cualquier precio, y los que pretenden poner los avances científicos dentro de un marco moral. Pero ¿qué tiene de moral causar sufrimientos innecesarios mediante la creación de obstáculos al avance médico? ¿Y qué puede ser más ético que tratar de aliviar el sufrimiento a través del desarrollo de técnicas médicas? Es hora de que dejemos de complacer a los teólogos y los luditas en el mito absurdo de que ocupan el terreno moral. No lo hacen. Ellos están usando las normas morales procedentes de visiones dogmáticas y reaccionarias de la vida para evitar el alivio práctico del sufrimiento humano. La suya es la moral de la mente cerrada y el corazón enterrado.
Malik, siempre tan elocuente. No le cambio ni una coma.