Como lo expresé en su momento, hace 5 meses, mañana se vuelve a acabar el mundo.
Y es el mismo charlatán el que anuncia su final: Harold Camping, el que dijo que el 21 de Mayo de este año se acabaría el mundo y que al seguir vivitos y coleando, dijo que había errado el cálculo por 5 meses. Pero se equivoca: lo erró por imbécil. Su dios no existe y el mundo no viene con fecha de caducidad. Sólo espero que esta vez los cipayos de Camping no maten a sus hijos antes de suicidarse -algo que el propio Camping no ha tenido las agallas de hacer-, como sucedió en mayo.
Y si son tan idiotas como para regalar o vender todas sus posesiones por creer en el fin del mundo, a lo mejor merecen perderlas de esa forma. Ya hemos visto lo que pueden hacer los creyentes con poder económico. De hecho hay un nombre para eso, dos palabras: mucho daño. Una comprobación no muy radical será cuando estas personas se enojen y entristezcan porque el mundo vuelva a amanecer el 22 de octubre.
Y sólo alguien con un severo daño mental y una grave perturbación emocional podría entristecerse porque, de hecho, no se acabe el mundo.