Aquí o en Estados Unidos o cualquier otro lugar del mundo. Los productos naturales no son inofensivos, como muchos escépticos creen. Algunos afirman que no hacen daño, otros que son simplemente tratamientos complementarios a la verdadera medicina, sin embargo se equivocan.
No sólo hacen mucho daño sino que se cobran la vida de las personas. Es lo que pasa cuando los productos no se someten a controles en condiciones razonables de experimentación – matan gente:
La historia de esta estudiante de Psicología de la Universidad Cooperativa de Santa Marta, de 20 años, se inició en el 2010, cuando una compañera de clases le recomendó el consumo del ‘adelgazante’ natural de procedencia China y conocido como Fruta Planta.
Unos meses después, vio cumplido su sueño de bajar de peso; no obstante, se veía más pálida de lo normal y sufría de fuertes mareos.
Aunque no sabía aún las causas, tenía destruido el hígado. La mujer fue recluida de urgencia en un hospital en Santa Marta y remitida a Barranquilla, donde concluyeron que necesitaba un trasplante de hígado, contó una familiar. Pero como aún no atinaban con la raíz del mal, la trasladaron el fin de semana pasado a Medellín, donde está una de las escuelas más reconocidas en toxicología del país. Allí, en el San Vicente, pereció, el martes, antes de lograr el trasplante. “No existe ningún antecedente en la historia clínica de la paciente que hubiera podido causar esa insuficiencia hepática, por eso creemos que su muerte fue causada por las pastillas chinas, en las que encontramos Sibutramina (un producto retirado del mercado el año pasado por el Invima)”, dijo Ubier Gómez, el toxicólogo que atendió el caso.
Ningún producto natural -que no haya superado debidamente las pruebas científicas de control y calidad- debería tener licencia del Invima.
Deberían ser mutuamente excluyentes.