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Ser rico no te hace mejor persona

Se murió Steve Jobs y casi todos empezaron a decir lo magnífico que era. De hecho, su muerte pareció terminar de lanzarlo al estrellato y conseguir que la gente olvidara que era una persona, que no era perfecto y que también cometía errores.

Pero los cometía. Recordemos las palabras de Richard Stallman sobre Jobs (al enterarse de su muerte):

Steve Jobs, el pionero de la computación convertida en jaula encantadora, diseñada para quitar a los tontos su libertad, ha muerto.

Como dijo el alcalde de Chicago Harold Washington de su corrupto predecesor el alcalde Daley, “no me alegra que esté muerto, pero me alegra que se haya ido”. Nadie merece morir (ni Jobs, ni el Sr. Bill, ni la gente culpable de mayores males que los de aquellos). Pero todos merecemos el fin de la influencia maligna de Jobs en la informática de las personas.

Desafortunadamente, esa influencia continuará a pesar de su ausencia. Sólo podemos esperar que sus sucesores, en tanto intenten continuar con su legado, lleguen a ser menos efectivos.

Yo tengo un iPod y me encanta pero no puedo pasar por alto que Jobs era un abanderado de las patentes y los derechos de autor, y que su compañía, la dichosa Apple, ha ejercido en más de una ocasión la censura, por ejemplo contra WikiLeaks, contra Playboy y ni siquiera el Ulysses de James Joyce escapó de esta perversa política.

Si todo funcionara bajo el modelo ideal de Jobs, de nada me serviría tener el iPod, pues no podría llenarlo -gratuitamente- con música como la del proyecto musical Symphony of Science, de John D. Boswell -que pretende hace divulgación científica mediante geniales canciones disponibles gratuitamente al público- o la canción Sometimes I Wish There Was a God So I Could Pray For Him To Watch Over My Children de Billy Franks, que el otro día autorizó para que descargáramos libremente.

En otros medios publicaron las palabras de Bill Gates elogiando al recién difunto Jobs. Gates, a menudo también es etiquetado como filántropo. Nada más lejos de la realidad:

Los medios masivos de comunicación suelen mostrar a Bill Gates realizando donaciones de software y pronunciando discursos grandilocuentes sobre los esfuerzos de Microsoft para salvar el atraso tecnológico de los países subdesarrollados. Dichas donaciones, cuyos montos se miden en varios millones de dólares, no son reales. El supuesto valor se calcula teniendo en cuenta el costo de las licencias en el mercado, pero la realidad es que a Microsoft le representan un costo casi nulo (apenas el de duplicación de los CD-ROMs). De esta forma la empresa se asegura su crecimiento, sumando una buena cantidad de usuarios de sus productos a un costo mucho menor que el que hubiera significado una campaña publicitaria, sin correr ningún riesgo y por si fuera poco… ¡obteniendo excelente publicidad a cambio!

En otros casos dichas “donaciones” tienen otra connotación. Recientemente Gates, a través de la Bill & Melinda Gates Foundation, realizó una serie de donaciones en la India para la lucha contra el SIDA. Esto ocurre simultáneamente con una serie de negociaciones y estudios realizados por el gobierno indio, con el objetivo de promover el desarrollo de Software Libre en dicho país.

(Y eso que no cité con las asquerosas prácticas empresariales de Microsoft.)

Después de Jobs, se murió el colombiano más rico del momento: Julio Mario Santo Domingo.

El Espectador lo tildó de filántropo (¡y déle con eso!) y toda Colombia estuvo de luto.

El multimillonario había adquirido la cervecera Bavaria a mediados del siglo XX y con ella fue comprando acciones de los otros negocios en donde él era accionista, y de esta forma terminó siendo el socio mayoritario de muchísimas empresas que terminaron haciendo parte del Grupo Santo Domingo.

El monopolio fue, también, una de las marcas que dejó este personaje.

Como socio accionista de una cervecería, Santo Domingo habría hecho parte de la guerra contra la chicha, una bebida fermentada propia del país, cuya preparación ahora se hace de manera artesanal, cuando perfectamente es un producto que pudo industrializarse y comercializarse no sólo con estándares de calidad dentro del país sino en el extranjero.

Acertadamente Christopher Hitchens dijo que las personas más avaras son aquellas que tienen más. Por eso no me creo que ser multimillonario lo convierta a uno mágicamente en filántropo ni lo dote de altruista -y tampoco significa que uno sea un asco de ser humano-. Simplemente lo convierte en una persona muy pudiente. Ni más, ni menos.

Mal harían los medios en seguir exaltando las figuras millonarias a medida que se van muriendo. ¿Harán lo mismo con Donald Trump y Rupert Murdoch (por supuesto Fox News no cuenta como medio de comunicación serio)?

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