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El ProcuFacho, peor de lo que pensábamos

Sí, es posible. De hecho, creo que sólo hemos visto la puntica del iceberg de esa resurrección de Torquemada que es Alejandro Ordóñez.

Tal como muchos temíamos, este imbécil no es simplemente un católico ultramontano sino que es un lefebvrista fundamentalista:

Pero su verdadera devoción se manifiesta cada domingo cuando asiste con su esposa Beatriz Hernández a cumplir la cita con Dios en la iglesia de Los Sagrados Corazones de Jesús y de María, en el barrio La Soledad, uno de los pocos lugares de Colombia donde, de acuerdo a los cánones de monseñor Lefebvre, la misa se celebra todavía en latín.

La Iglesia pertenece a la Orden de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, creada por el Cardenal Francés Marcel Lefebvre en 1970, en oposición a las innovaciones del Concilio Vaticano II, realizadas por el Papa Juan XXIII en 1960. La fidelidad de este movimiento a la misa “Misa Tidentina” y las sanciones del Vaticano contra esta Fraternidad hicieron famoso a Lefebvre. Sólo existen en el mundo 300 párrocos que continúan el ideario religioso del cardenal francés y están decididos a expandir su mensaje en los cincuenta países donde tienen presencia. En Bogotá hay dos.

Alejandro Ordoñez conoció a los lefrevistas en Bucaramanga, donde nació hace 56 años. En esa ciudad el párroco chileno René Trincado hacía un ritual aún más rígido, en el que obligaba a hombres y mujeres a cubrirse la cabeza con mantillas negras y blancas antes de entrar a la iglesia.

Alguna vez hice una entrevista en Hontanar, una casa del Opus Dei, y uno de esos enajenados mentales me aseguraba que Ordóñez no era de los suyos, que él era lefebvrista y que eso era demasiado doctrinal y dogmático para ellos. He ahí algo para reflexionar por un rato: uno tiene que ser un completo cretino fascista para hacer quedar al Opus Dei como abierto y pluralista.

Ordóñez pertenece la Orden de la Legitimidad Proscrita, una especie de comunidad secreta dentro del ala extrema y más radical de la iglesia católica. Ese grupo hace de la política una herramienta para expandir el ideario católico radical, asociado al respeto a la vida sin consideración alguna y el rechazo irrestricto a la homosexualidad. Esas posiciones las dejó consignadas en su libro ‘El Desarrollo de nuestra animalidad’. Por este sendero, Alejandro Ordóñez se convirtió hace años en presidente de las juventudes departamentales del Partido Conservador en Santander, llegó al concejo de la ciudad y proyectó su carrera política y judicial hasta llegar a la Procuraduría, un cargo que ejerce de la mano de un Dios que invoca las 24 horas del día.

A ver, Ordóñez, ¿dónde estaba tu puto dios ayer cuando se cayó la reforma constitucional que prohibía el aborto? ¿dándole malaria a algunos cuantos recién nacidos?

(dato: Pirituyo)

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