El multiculturalismo, esa propuesta de hacer énfasis en las diferencias y promover las desigualdades mediante un apartheid político, jurídico, legal, económico, cultural y social entre los distintos miembros de una misma sociedad ha puesto de moda una visión buensalvajista de todas las comunidades no occidentales.
Hasta tal punto ha llegado este disparate que algunos creen que muchas violaciones de derechos humanos y varios delitos -incluso sexuales y contra niños- deben tolerarse, en nombre de la diversidad cultural y de la tolerancia. Afortunadamente algunos tienen las cosas mucho más claras:
Hay un cierto romanticismo que pretende que todo se quede como ha sido; aquella tendencia alcanza extremos desbordados cuando se refiere a culturas indígenas, primigenias o ancestrales. Pero, no podemos pretender que las culturas no se transformen. Las tradiciones tienen un valor, pero los movimientos sociales son más importantes; las sociedades cambian desde adentro y desde afuera, y es ingenuo y perjudicial pretender detenerlas en el tiempo. El cambio, la transformación, el movimiento son propios de las culturas vivas.
Estas sabias palabras son de Paloma Valencia Laserna, que pone en entredicho la romántica visión del aborigen cuando un grupo de mujeres nativas piden cambios en la legislación, debido a la impunidad que con sus reglas comunitarias
La jurisdicción especial indígena no puede estar sobre la Constitución; no puede mantener unas tradiciones que la vulneran; más cuando sus mujeres exigen el cambio. No se trata de eliminar la autoridad indígena, sino de un cambio de las reglas que aplica. Ninguna justicia puede promover la impunidad, menos cuando se trata de los derechos de los niños.
Ayn Rand estaba loca de remate, como una cabra, y sus tesis no son más que el autismo remasterizado, sin embargo, en un acceso de lucidez nos dejó esta perla que siempre me viene a la mente cuando debato con los aúlicos del multiculturalismo, que se creen grandes defensores de las minorías: “La minoría más pequeña del mundo es el individuo. Aquellos que niegan los derechos individuales no pueden pretender además ser defensores de las minorías“.