Después de la evidencia de que los videntes no tienen poderes -ni súper poderes- y de que la justicia gringa persiga a una familia de embaucadores acusados de estafa porque decían ser videntes, enterarme de que el gobierno de Chile haya decidido usar a una vidente para hallar a las víctimas del accidente aéreo es como un regalo de Navidad adelantado:
El Gobierno chileno reconoció este lunes que trabaja con una vidente en la búsqueda de los cuerpos de 17 de los 21 pasajeros del avión militar que cayó al mar en la isla Robinson Crusoe, en el océano Pacífico, que aún no fueron encontrados.
¿Y por qué no, de paso, contratan a una médium para que los familiares de los muertos se comuniquen con ellos? Sí, que junto con la vidente sean las fundadoras de la Oficina Paranormal, del gobierno chileno.
“No sólo estamos utilizando toda nuestra capacidad tecnológica sino todas las capacidades humanas y sobrehumanas que puedan existir, sin dejar ninguna pista, indicio o señal al aire. Todo lo que llega y tenga sentido lo procesamos”, agregó.
Yo no estoy seguro de que los que contratan los servicios de una vidente estén en la capacidad de decidir si algo tiene sentido o no. Esa presunción se acabó cuando decidieron recurrir a una embaucadora profesional para que los ayudara.
Por otra parte: ¿ayudas sobrehumanas? ¿Están rezando para que un tsunami les indique dónde están los desaparecidos? ¿Esperan que un maremoto tenga compasión y no se los trague? ¿Cómo es que pueden hacer uso de capacidades “sobrehumanas”, si precisamente… ¡¡son sobrehumanas!!?
Respecto a lo aportado hasta ahora por la vidente en la búsqueda, “la información que recibimos es coherente con lo que nosotros hemos recogido y sintonizado con información técnica que recogimos anoche”, sostuvo.
Ehh, nota: ¡¡así es como funciona!! Los videntes no dicen nada nuevo, ni nada específico, ni nada particular. Sólo van a decir un montón de generalidades, expresadas con cierto toque de personalización… pero básicamente su trabajo consiste en repetir, en bonito y con floritura, lo que cualquier persona con dos dedos de frente podía haberse dado cuenta.
