No entiendo cómo es que todavía hay personas que se tragan a pies juntillas todo lo que sale de la boca del Papa, así sea una reverenda estupidez, una mentira -decirlas es la principal función de cualquier líder religioso- o una invitación a discriminar a cualquier grupo humano.
Pues bien, en medio de su verborrea al dichoso Benedicto XVI le dio por promocionar ese sentimiento de superioridad moral con que viene el cristianismo y le ordenó a sus esbirros a que corrijan a los demás:
El papa Benedicto XVI dijo que existe una “corresponsabilidad” en el camino de la “vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, debe aceptar las correcciones fraternas y ayudar a los otros con este particular servicio”.
Perfecto, supongo que también llegará mi turno. ¿O es algo a lo que sólo pueden acceder los que piensan que un pedazo de oblea, tras un hechizo, obtiene ADN palestino de hace 2000 años?
Benedicto XVI recordó el texto del Evangelio dedicado a la vida de la comunidad cristiana que establece que “el amor fraternal comporta también un sentido de responsabilidad recíproca”.
Por ello, señaló, “si mi hermano comete un error en mi contra, yo debo utilizar la caridad hacia él y, en primer lugar, hablar con él personalmente, explicándole que lo que ha hecho no es bueno”.
Perfecto. Empecemos: Benedicto, proteger pederastas no es bueno, no importa si te estaban generando cuantiosas sumas de dinero, o si sus juicios te costarán buena parte de tus arcas. Primero y más importante es la inocencia de los niños.
Sigamos: Benedicto, no debes promover la discriminación de las personas según sus preferencias sexuales. Eso es problema de cada quién y tienes que aprender a mantener tus narices fuera de los asuntos ajenos. Es muy sencillo: que los representantes de la Iglesia no se metan ni con la sexualidad de los menores ni con la de los adultos. Respeto básico.
Aún hay más: Benedicto, no debes decir mentiras. Que el mundo sea un lugar más racional necesariamente tiene que costarte unos cuantos adeptos, sin embargo decir mentiras -tu única obligación- es lo más bajo que puede caer alguien para defender un punto. Fue tu organización la que protegió, defendió y siguió a Hitler, al punto de ordenar celebrar su cumpleaños desde el púlpito todos los años hasta que muriera. Y él era un católico más supersticioso de lo normal, pero católico al fin y al cabo, que siguiendo la que fue la enseñanza de la Iglesia, tu Iglesia, por muchos años, hasta la tardía fecha de 1962, persiguió a los judíos simplemente por su carga genética.
¡Creo que lo he hecho bien! A ver qué sigue.
El Pontífice subrayó que este modo de actuar se llama “corrección fraternal” y que “no se trata de una reacción a la ofensa sufrida, sino que es un actuación movida por el amor hacia el hermano”.
¡¡Pero por supuesto!! Es amor hacia los niños, para que puedan desarrollarse libre y plenamente sin ninguna carga de un pasado oscuro estropeado por un desgraciado so-cerdote, encubierto por su criminal institución. Es amor hacia las personas, para que puedan disponer libremente de su cuerpo y acostarse con quien a bien tengan, siempre que sea consentido -y no como los niños violados por los curas-. Y es amor hacia todas las víctimas del fascismo, del nazismo, del racismo, de la Iglesia, en resumen, de la ignorancia con pretensiones de superioridad moral, evolutiva y divina.
“Y si nuestro hermano no nos escucha, el Evangelio indica una gradación: Primero hay que volver a hablar con él, junto con otras dos o tres personas, para ayudarle mejor a darse cuenta de lo que ha hecho”, explicó Benedicto XVI.
Sin embargo, si “pese a esto, nuestro hermano rechaza la observación, hay que decírselo a la comunidad. Si no escucha ni siquiera a la comunidad, hay que hacerle percibir su alejamiento, que él mismo ha provocado separándose de la comunión de la Iglesia”, concluyó.
Ahh, creo que me equivoqué. Esto no era para mí. Esto era para los que se creen la fábula del zombie judío, y la mujer-costilla y que hay personas que pueden vivir por tres días en el estómago de un pez gigante y los nacimientos virginales.