No sé por qué habiendo tantas personas ayudando a tantos otros alrededor del mundo, los medios de comunicación siempre quieren hacer énfasis en la ayuda que prestan las personas religiosas. Es como si pensaran que ayudar a los demás es patrimonio exclusivo de las supersticiones.
Pues me crucé con un artículo en El Tiempo sobre una monja india que vino a Colombia y puso una escuela. Temiendo que hubiera llegado al país un alter ego de Teresa de Calcuta, leí rápidamente la nota y a pesar de que no hay comparación con la vulgar monja albanesa, algo llamó mi atención:
En ese escenario surge el sueño de Molly, el ángel de este barrio. Sus terapias de reiki, yoga y medicina natural ya son conocidas en la capital del país. “Por eso han venido personas con buena posición económica que me han donado dinero y han hecho convenios con empresas” dice.
Tras haber fundado una escuela -que me da la impresión de que no escatima a la hora de adoctrinar a los niños- Molly Kumblunkal va tratando a cuantas personas se encuentra con prácticas pseudocientíficas que no sirven para nada y que en el mejor de los casos no sirven para absolutamente nada y en el peor, agravan seriamente la salud de las personas.
Para completar ¡¡le han dado dinero por esto!!
Ciertamente hay veces que la mejor ayuda es no ofrecerla.