1°) El Presidente Santos sigue haciéndole fuerza a una nueva ley de impunidad, para que los miembros de grupos terroristas paguen condenas irrisorias. Con esto, se busca que hagan lo que es su obligación como ciudadanos (y está consagrado en leyes vigentes): que renuncien a las armas y dejen a la población civil en paz. De ser aprobada la ley, el Estado perdería aún más legitimidad, lo que, como nos advierte María Teresa Uribe, devendrá en más violencia (Esto es de perogrullo: a menos legitimidad, más violencia).
2°) Por si fuera poco, la ley que da cárcel por racismo -y otras cosas- fue aprobada unánimemente en el Congreso. Uno sabe que algo es una reverenda estupidez politiquera cuando es aprobada por todos los miembros del órgano legislativo, sin ningún tipo de oposición. Yo ya había advertido sobre el proyecto de ley. Sólo era cuestión de tiempo que lo convirtieran en ley:
La iniciativa, de autoría del partido MIRA, establece que los actos de discriminación contra cualquier persona por su condición de raza, etnia, religión, nacionalidad, ideología política y filosófica, sexo u orientación racial, incurrirá en prisión de doce a 36 meses y una multa de diez a 15 salarios mínimos legales mensuales vigentes.
¿Y qué es un acto de discriminación? ¿No contratar católicos en un hospital donde se practican abortos? ¿No contratar comunistas en las escuelas de administración de empresas? ¿Evitar contratar cristianos creacionistas en los centros educativos y científicos? ¿No contratar musulmanes en las organizaciones de defensa de la igualdad de la mujer?
¿A qué se refieren cuando hablan de “orientación racial”? ¿Se puede cambiar esa orientación? ¿Si no, por qué le dicen “orientación”?
Por supuesto me opongo a la discriminación, pero agradezco que pude llegar a esa oposición por mis propios méritos intelectuales y no porque tengo una matona ley que me impone límites. Si alguien quiere ser racista, ¡que lo sea! Cada quien puede ser tan estúpido e ignorante como desee y eso no debería ser un delito. Debe ser una conducta sancionada socialmente, pero para eso se requiere que la sociedad evolucione y abrace el concepto de la igualdad entre seres humanos.
Imponer cárcel a los ignorantes es, en sí, una conducta discriminadora. Ellos necesitan educación -y puede que estén realmente faltos de afecto-, pero no van a conseguir eso que les falta en la cárcel. Por si fuera poco, ya hemos visto que la Iglesia Católica y las mayorías religiosas tienden a acogerse de este tipo de leyes para hacer prevalecer sus prejuicios -usualmente discriminadores- frente a críticas legítimamente formuladas, como pasó con las marchas y protestas laicas en España. ¡¡Están poniendo herramientas al servicio de las organizaciones sociales más discriminadoras del mundo!!
3°) La policía asesinó a un joven -que inocente o no, no estaba cometiendo ningún delito ni poniendo en riesgo la vida de nadie, ni siquiera la suya- y ahora se encargan de perseguir y hostigar a los amigos del muerto, en vez de estar respondiendo disciplinaria y penalmente por el crimen cometido, a sangre fría, por uno de sus hombres.