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Autogol: el mito de los Supercampeones

Existen ciertos clichés que cuando los oigo me hacen sangrar los oídos.

Uno de esos molestos clichés es el de que las actividades deportivas engrandecen a los seres humanos. Esta y otras licencias creativas parecen haberse tomado la última columna de opinión de Santiago Gamboa:

Primero, los puñetazos del Bolillo a su amiga. ¿Cómo es posible que una persona que ha pasado su vida en las canchas tenga ese simiesco comportamiento, cuando se supone que un deporte debe enseñar lo contrario, es decir el respeto, la tolerancia, la valentía y el coraje?

¿Que el deporte debe qué? ¿Y eso en dónde está escrito?

El deporte fue la forma más racional que encontró el hombre de darle rienda suelta a sus impulsos de competir y medirse frente a sus pares, sin que el enfrentamiento terminara en una masacre, en ríos de sangre. Es una metáfora de la guerra, que hemos venido a apreciar con el paso del tiempo -bueno, yo no tanto-.

Pero, desde que estaba en el colegio, siempre he visto cómo son los simiescos gorilas los que practican los deportes, los que se aprovechaban de su fuerza física para colarse en la fila del almuerzo, o para cometer actos circenses de matoneo contra los que no éramos ni ligeramente similarmente fuertes y tampoco contábamos con pandillas de matoncitos en potencia, que se alegraban de sus cobardes victorias contra los más débiles en enfrentamientos en los que ellos llevaban una ventaja considerable.

Siempre con el resentimiento por los más inteligentes y los que no nos tocaba curso vacacional ni repetir el año, lo de ellos claramente era una constante muestra de intolerancia. Y por lo que he sabido, esa es la regla general.

La respuesta no tardó en llegar: porque el fútbol no es un deporte. Lo que acaba por imponerse, en la realidad del fútbol, no es un sistema que glorifica el esfuerzo, el arte y el trabajo humano (que forma parte de su esencia), sino un ecosistema depredador, machista y violento en donde la belleza termina sepultada por formas degradadas e inescrupulosas del capitalismo: el insulto, la agresión, la xenofobia, el desprecio por el rival, el coreo fascista.

¡Joder! ¿Este tipo qué se fumó? ¿El fútbol no es un deporte? ¿Qué sigue, Angelina Jolie ya no es mujer? ¿Capitalismo? ¿Condenaron alguna vez Marx o Engels la práctica del deporte? ¿”Ecosistema depredador” (¿Existe alguna forma de que eso no sea, siquiera, un oxímoron?)? ¿Que acaso no se caracterizó la URSS -supuesto faro de igualdad- por preferir a los nacionales rusos que a sus ‘camaradas’ de los demás países de la Cortina de Hierro? ¿Que acaso no fue fascista el régimen de Stalin? ¿Y no hubo persecuciones a la oposición y disidencia en el gobierno del Mariscal Tito? ¿Es que la necrocracia de Corea del Norte está exenta de algo de eso?

Luego vino la crisis económica en Europa y en la búsqueda de fondos se pensó en un impuesto extraordinario a grandes fortunas, que por supuesto incluyen a los futbolistas. Pues bien, estos jovencitos malcriados se niegan a pagar este impuesto solidario, y amenazan con hacer huelga. ¿Será posible? Una huelga de niños malcriados, que en promedio tienen tres automóviles deportivos per cápita… ¿Son verdaderos deportistas?

Sí. Lo son.

Yo no puedo más que preguntarme, ¿de dónde sacó Santiago Gamboa esta delirante idea utópica e irreal de los deportes, del fútbol? ¿Por qué no pueden ser 22 personas, casi siempre de extracción humilde, que hacen lo mejor que pueden con su musculatura, para probarse en igualdad de condiciones contra los del otro equipo, en vez de ofrecer sus servicios para seguir por la senda del matoneo y las pandillas?

No sé, digo yo. Esto me parece preferible.

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