No sé cómo se me pudo pasar esto, pero hace un mes Edward Herman publicó el libro The Srebrenica Massacre y repite su torticera acusación de que los 8.000 muertos en Srebrenica son “una exageración insostenible. La cifra real podría estar más cerca de 800”.
Ante esto, George Monbiot hace el recuento de la militancia de Herman por el negacionismo y esta parte llamó mucho mi atención:
Al igual que Karadzic, el libro afirma que las matanzas en el mercado de Sarajevo fueron realizadas por musulmanes bosnios provocadores. Sostiene que el entierro que las fuerzas serbias que rehicieron de cadáveres bosnios es “inverosímil y carece [de] cualquier tipo de apoyo probatorio” (una declaración sorprendente habida cuenta de los hallazgos del ICMP). Insiste en que los testigos de los asesinatos “no son creíbles” y sugiere que los soldados musulmanes bosnios en Srebrenica se retiraron para asegurar que más bosnios fueron asesinados, a fin de provocar la intervención de EEUU.
Estas no son las primeras afirmaciones de ese tipo que Edward Herman ha hecho. El año pasado, con David Peterson, publicó un libro titulado The Politics of Genocide. Citando incorrectamente un juicio del tribunal, sostiene que las fuerzas serbias “indiscutiblemente no habían matado a nadie más que ‘hombres bosnios musulmanes en edad militar'”. Peor aún, ubica el genocidio de Ruanda entre comillas en el texto y afirma que “la gran mayoría de las muertes fueron hutus, con algunas estimaciones de hasta dos millones”, y que la historia de 800.000 “muertes en gran medida de tutsis”, causadas por el genocidio “parece que carece de fundamento en los hechos”. Es el más directo ejemplo de revisionismo que he visto, comparable en este caso sólo a las afirmaciones de los propios genocidas.
Pero aquí es donde se pone muy raro. La cubierta lleva la siguiente indicación, hecha por John Pilger. “En esta brillante exposición de la letal industria de mentiras del gran poder, Edward Herman y David Peterson defienden el derecho de todos a una memoria histórica veraz”. El prólogo fue escrito por Noam Chomsky. Él no menciona las afirmaciones específicas del libro, pero el hecho de que él lo haya prologado sin duda se ve como una aprobación de los contenidos.
En el despertar de los ataques del 11 de Septiembre, con su asqueroso estilo de racionalizar y justificar todos los ataques contra Occidente, Chomsky quiso minimizar las muertes de más de 3000 personas de todas las nacionalidades y credos comparándolas con un ataque que Clinton había hecho en 1998 a Sudán en el que murió una sola persona y en el que se usaron misiles no tripulados. Christopher Hitchens, quien se había opuesto al ataque de Clinton y había cubierto el caso entabló una discusión por correo electrónico con Chomsky.
En una columna titulada Una respuesta a Noam Chomsky, Hitchens escribió:
En conclusión, he empezado a pensar que Noam Chomsky ha perdido o está perdiendo las cualidades que hicieron de él un gran tutor moral y político en los años de la guerra de Indochina, y que le permitieron escribir ensayos tan monumentales como su crítica de la Comisión Kahan sobre Sabra y Shatila o su análisis de la situación en Timor Oriental. No digo con ninguna afectación de “con más pena que rabia”: He escrito varias veces en su defensa y él lo sabe. Pero la última vez que intercambiamos correspondencia, hace unos meses, me horrorizó el elemento robótico, tanto de su prosa como de sus opiniones. Intentaba convencerme honestamente de que Vaclav Havel, al dirigirse a una sesión conjunta del Congreso en otoño de 1989, era cómplice del asesinato de los jesuitas en El Salvador que se había producido no mucho antes de que él aterrizara en Washington. Intenté en vano señalar que la fecha de la visita de Havel estuvo determinada por el derrumbe del régimen estalinista en Praga en noviembre, y que en su primera visita de celebración a los Estados Unidos no debía necesariamente aprovechar la oportunidad de llamar a sus anfitriones criminales de guerra. Nada servía, para Chomsky, sino una estricta equivalencia moral entre la conducta de Havel y la mentalidad del estalinista más depravado. (Ha escrito esto en otros lugares, así que no violo su confianza). Entonces le pregunté si seguía considerando a Ed Herman un compañero de ideología política. Herman había pasado de oponerse al bombardeo de Serbia a presentar el régimen de Milošević como una víctima y como una democracia popular nacionalista. Recientemente, en un ridículo ataque contra mí, ha escrito que los “métodos y políticas” de las fuerzas occidentales en Kosovo fueron “muy similares” a las tácticas de Al-Qaeda, una afirmación que no sorprenderá a quienes conozcan su estilo . Chomsky sabía muy bien lo que le preguntaba, y por qué, pero eligió responder diciendo que no consideraba a nadie en particular, como un compañero de ideología. Entonces me pareció una respuesta oscura; ahora pienso que quizá fuera involuntariamente clarividente.
Creo que el hecho de que Chomsky haya prologado otro libro de Herman en el que defiende al monstruo de Milošević es aún una respuesta más evidente.
Sólo me queda repetir la reflexión de Monbiot:
¿Por qué sucede esto? Tanto la red de LM como los partidarios de Herman se oponen a la intervención occidental en los asuntos de otras naciones. Herman sostiene con razón que se está prestando mucha más atención a las atrocidades cometidas por los enemigos de EEUU que a las cometidas por EEUU y sus aliados. Sin embargo, ambos grupos luego dan el paso indebido de menospreciar los actos de genocidio cometidos por los opositores de las potencias occidentales. El resto de nosotros debe luchar por las víctimas, sean quienes sean, y hacer frente a los que tratan de hacerlas desaparecer.
¿Será sobra decir que mi admiración por Monbiot crece a medida que leo sus columnas y noto que es capaz de serle fiel a los hechos más que a una ideología?