Desde hace algún tiempo, me ha llamado la atención que los países con más influencia religiosa son aquellos que se encuentran en situaciones económicas más precarias. En cambio, aquellos en donde la superstición ha sido arrinconada, los índices de calidad de vida y bienestar económico han aumentado considerablemente.
Jerry Coyne habla sobre un estudio en ese mismo sentido y sus sorprendentes resultados:
La idea de que la desigualdad económica fomenta la fe es el tema del nuevo estudio de Frederick Solt, Philip Habel, y J. Tobin Grant publicado en la Social Science Quarterly: “Economic inequality, relative power, and religiosity” (“Desigualdad económica, poder relativo, y religiosidad”).
El propósito de este estudio fue triple:
1. Para probar la hipótesis de que la desigualdad económica entre las naciones realmente está asociada con el aumento de la religiosidad.
2. Si tal relación existe, ¿por qué existe? ¿Es que en las sociedades desiguales los pobres se adhieren cada vez más la religión? ¿O hay otra explicación?
3. Si tal relación existe, ¿es porque la desigualdad económica promueve la religiosidad, o porque el aumento de la religiosidad promueve la desigualdad económica?
[…] En primer lugar, utilizaron datos de encuestas de 76 países diferentes tanto en el grado de desigualdad económica (cuantificada por el índice Gini, que oscila entre el 0, de completa igualdad; y 100, de desigualdad total) y el grado de religiosidad, usando 12 diferentes medidas de la fuerza de la fe (ver imagen abajo).
Luego, usando un sofisticado análisis de niveles múltiples de datos tanto de los propios países como de los individuos dentro de esos países, ellos encontraron lo siguiente:
1. Existe una relación muy fuerte entre lo económicamente desarrollado que es un país y su religiosidad: los países menos desarrollados son mucho más religiosos.
2. Los países musulmanes son considerablemente más religiosos (usando una medida conjunta de la religiosidad involucrando las medidas mostradas arriba) que otras sociedades religiosas, y las sociedades católicas y ortodoxas son más religiosas que las protestantes. La menor religiosidad fue encontrada entre los países comunistas o ex comunistas.
3. Lo más importante para los autores fue su conclusión de que “se estima que la desigualdad económica aumentará fuertemente la religiosidad y lo hará sin importar los ingresos“. (La cursiva es mía).
En otras palabras, en las sociedades económicamente desiguales, tanto los ricos como los pobres son más religiosos. De hecho, encontraron que, para casi todas las medidas de religiosidad, cuando las sociedades son más desiguales, las personas más ricas se vuelven más religiosas que la gente más pobre (la asociación fue positiva para todas las 12 medidas de religiosidad y fue estadísticamente significativa para cuatro).
Este último hallazgo es importante porque admite dos hipótesis acerca de por qué las sociedades desiguales son más religiosas. La primera, llamada la “teoría de la privación“, es que en las sociedades económicamente desiguales, las personas más pobres recurren a la religión buscando tranquilidad y comodidad. Esta es sin duda la hipótesis que yo creía antes de leer este artículo. La segunda hipótesis, que es la teoría de los autores, se llama la “teoría del poder relativo”. Esto es que a medida que las sociedades se vuelven más económicamente desiguales, las personas más ricas se vuelven más religiosas para poder diseminar la religión a aquellos que no son tan afortunados. Como los autores señalan:
… muchas personas adineradas, en lugar de limitarse a que la redistribución sea decidida a través del proceso democrático, como asumen esos modelos de promedio por votante, responden al aumento de los niveles de desigualdad mediante la adopción de creencias religiosas y la difusión de ellas entre sus conciudadanos más pobres. La religión entonces trabaja para desalentar el interés en el mero bienestar material favoreciendo las eternas recompensas espirituales, preservando los privilegios de los ricos y permitiendo que persistan las condiciones desiguales.
Por tanto sus hallazgos sugieren que tanto la teoría de privación como la teoría del poder relativo son necesarias para explicar los datos. En las sociedades económicamente desiguales, los ricos promulgan la religión para mantener su propio lugar en la jerarquía, y, en lugar de luchar por una mayor igualdad, los pobres aceptan la religión como una forma fácil de consuelo. Por supuesto, la teoría del poder relativo suena un poco raro para mí, pero la teoría de la privación no puede explicar por qué las clases altas se vuelven más religiosas cuando sus sociedades son más desiguales.
Los autores también señalan que la teoría del poder relativo explica por qué EEUU es tan religioso a pesar de que sus ciudadanos en general son pudientes. Es, dicen, porque EEUU tiene considerablemente más desigualdad económica que otros países desarrollados (y eso es cierto).
Finalmente, los autores trataron de explicar por qué hay una relación positiva entre la desigualdad económica y la religiosidad. ¿Acaso la primera promueve la segunda, o es al revés? (Después de todo, tal vez la religión podría actuar para crear sociedades inequitativas, como varios comentaristas señalaron anteriormente).
Para responder a esta pregunta, los autores realizaron un análisis en serie temporal de la religiosidad en EEUU desde mediados de los 50 hasta el presente. Durante este período, como muestra la siguiente figura, la religiosidad mostró grandes fluctuaciones en Estados Unidos. Luego analizaron estas fluctuaciones con respecto a las fluctuaciones similares en la desigualdad de ingresos (para los amantes de la estadística, ellos utilizaron vector, autogresivo [sic] o VAR). Este método les permite ver cómo los valores actuales ya sean de religiosidad o de desiguladad afectan las medidas posteriores del otro factor. También se basaron en el bienestar general de la sociedad (producto interno bruto per cápita, o PIB).
Sus dos conclusiones de este análisis son:
1. “Los aumentos en la desigualdad en un año predicen una mejora sustancial en la religiosidad en el siguiente”, mientras que “los valores pasados de religiosidad no predicen los valores futuros de desigualdad”. En otras palabras, la correlación entre religiosidad y la desigualdad se debe a la respuesta de la primera a la segunda, y no al revés. Las desigualdades en los ingresos llevan a las sociedades a ser cada vez más religiosas.
2. “Se estima que al mantener la desigualdad constante, las ganancias en el PIB per cápita depriman los niveles posteriores de religiosidad agregada”. En otras palabras, el aumento del bienestar económico promedio de la gente la hace menos religiosa.
Este parece ser un estudio firme e investigado a fondo, aunque debo decir que estoy un poco incómodo con la teoría del “poder relativo”, tal vez porque simplemente no me doy cuenta de que los ricos en Estados Unidos tratan de difundir la religión entre los pobres.
Para mí la teoría de la privación sigue teniendo mucho sentido: siempre me ha parecido que las religiones -así como el comunismo- predan del pobre, lo necesitan, él es su materia prima, su sustrato. A falta de seguridades materiales, el económicamente débil se aferra a cuentos de hadas de la edad de bronce y estará dispuesto a creer cualquier cosa, llegando a un patético estado emocional en que es fácilmente maleable, manipulable y explotable; actuando de manera irracional -malgastando sus pocos ingresos- y perpetuando el círculo vicioso, recurriendo siempre a la estupidez y la sinrazón para encontrar sosiego de los problemas que lo afligen.
Y la teoría del poder relativo es una exquisita explicación del burdo funcionamiento de las religiones: unos pocos que viven de decirle mentiras a sus seguidores pobres, quienes les pagan por eso.
Finalmente uno entiende porqué Teresa de Calcuta fue una fanática y fundamentalista amante de la miseria ajena.