No sé qué pensar de esto, pero la descripción que hace Antonio Caballero sobre Antanas Mockus es la que yo he querido poner de manifiesto muchísimas veces.
Llega con un año de retraso, pero el análisis llega:
¿Por qué vota la gente por semejante payaso? Por desesperación. Porque se presenta bajo la pretensión de ser distinto de los demás políticos. Yo mismo llegué a pensarlo, movido por la desesperación, cuando hace un año, puesto en la tesitura de escoger para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales entre él y Juan Manuel Santos, escribí en esta columna, bajo el título ‘Es peor Santos’, que, por lo menos, Mockus era distinto. Me equivocaba. El distinto de lo que unos temíamos y otros esperaban resultó ser Santos. En cambio Mockus es exactamente igual. Pero se disfraza de distinto.
El disfraz. Ese es el secreto de su incomprensible éxito. Su principal disfraz sigue siendo el de antipolítico, cuando lleva veinte años haciendo política. Una vez se disfrazó de superhéroe de cómics. Otra vez se disfrazó de visionario, con un extraño gorro que simulaba ser el tercer ojo de los lamas tibetanos. Para su más reciente candidatura presidencial se disfrazó de verde (y todavía usa una corbata de ese color), sin haber sido nunca ‘verde’ en el sentido político que tiene en el mundo esa palabra, que es el de preocupado por el medio ambiente.