No sé qué le pasa a los de El Espectador, pero definitivamente tienen cierta afinidad con el yoga. Ya antes habían reportado con gran pompa sobre sobre los militares minusválidos que eran engañados con pretensiones de sanación para que se sometieran a prácticas pseudocientíficas. Alguna rama del yoga magufo.
Y ha pasado de nuevo. El Espectador, otra vez, reportando como la gran maravilla, que a unos niños que van en busca de desintoxicarse del consumo de drogas, los meten a un programa pseudocientífico de yoga:
Todos los muchachos que están sentados en el suelo de este salón son menores de edad. Todos fueron consumidores de sustancias psicoactivas y terminaron aquí, en el Hogar Semillas de Vida de la Fundación Hogares Claret (Sasaima, Cundinamarca). Visten sudadera azul y camiseta blanca. Esperan en silencio las instrucciones del profesor Octavio Gómez para empezar la rutina de yoga y meditación que, religiosamente, repiten dos veces al día.
Se ponen de pie, unen las manos. “¿Alguno quiere decir el Decreto de la Luz en voz alta mientras los otros lo seguimos?”, pregunta el maestro y responde “sí” Jesús María, con su acento barranquillero, con sus 17 años que parecen 50 por lo vivido. “Yo soy luz, yo soy luz, yo soy la luz que se irradia”, dice y sus compañeros repiten palabra por palabra.
Si hay algo que me molesta es que a los que ya han tenido experiencias lo suficientemente traumáticas y dolorosas se les engañe de esta manera. Una cosa es que hagan su ejercicio normal y otra muy distinta es que les enseñen mantras metafísicos que son tan reales como la magia de Harry Potter.
En Hogares Claret —que funcionan en convenio con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF)— la meditación trascendental es una terapia para transformar vidas.
¿Y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar se presta para esta farsa?
“Es una técnica muy simple, natural, espontánea. Cualquiera que puede pensar puede meditar”, había dicho el profesor Gómez antes de empezar la rutina. Había explicado, también, que es un descanso profundo para el cuerpo; que es un ejercicio que busca generar pensamientos claros y acciones más poderosas.
¿Acciones más poderosas? Si no se está refiriendo a valores financieros y bursátiles no tengo la menor idea de cómo hacer que una acción sea más o menos poderosa. ¿Empezarán estos niños a golpear con más fuerza las teclas cuando escriban en el computador? ¿Se afilarán más sus dientes? ¿Sus funciones estomacales se volverán más eficaces (admito que esto podría ser causado por no consumir más, pero no directamente de la práctica del “yoga trascendental” -lo que eso sea)?
Todos lo imitan con total perfección. Posición montaña. Ocho miembros. Cobra. Montaña. Manos arriba y atrás. Posición inicial. Manos al piso. Montaña. Luego viene el saludo al sol. “¿Alguien quiere decir la oración de agradecimiento?”, ofrece Gómez y esta vez es Nicolás Valencia, 17 años, el que dice “yo”.
¿Y ya le metieron oración? Lo siento, pero el ICBF no puede promover esto. Eso es maltrato infantil y una clara violación del carácter aconfesional del Estado colombiano.
Ningún agente ni entidad del Estado puede ni debe promover actividades que tengan afiliaciones religiosas -las que sean- y claramente una oración es religiosa y se torna discriminatoria para los niños que se quieren desintoxicar pero en el proceso no quieren renunciar a sus facultades críticas, amputarse emocionalmente, crearse una nueva dependencia, esta vez de un ser imaginario, y que le impongan unas creencias.
“Aquí llegan muchachos entre los 7 y 18 años por consumo de sustancias psicoactivas, que han sido remitidos por un defensor de familia. Jóvenes de escasos recursos, que tienen un recorrido en la calle, que habitualmente acompañan su comportamiento con actividades delincuenciales”, explica la directora de este hogar, Marisol Orozco.
Ahhh, claro: aprovechándose de los más necesitados. Tras de todo van adoctrinando a los jóvenes de escasos recursos.
“Con estos ejercicios buscamos que los muchachos trasciendan: a las dificultades con las que llegan a esta casa, a los problemas que cargan de su pasado”, dice la directora. Y dice también Mario Montoya, director terapéutico de la regional Bogotá Hogares Claret, que con el yoga y la meditación logran bajar las ansias de los recién llegados, los niveles de agresividad.
Eso no lo hace más real ni curativo. Lo mismo podría hacer un placebo y les ahorraría el lavado de cerebro y la suscripción a un dictador celestial.
El testimonio de uno de estos niños es completamente desgarrador:
El 17 de junio del año pasado me iban a matar. Ya me había metido hasta el fondo. Estaba con gente muy peligrosa. Me hicieron cinco disparos y ninguno atinó. Ahí conocí a Dios. Pensé en todas las que me he salvado: una vez me pusieron una pistola en la cabeza y no me mataron, el accidente con la volqueta en Barranquilla, y ahora los cinco disparos. Pensé que Dios tenía muchos planes conmigo. Hasta me volví a acordar de mi nombre, “Jesús María”, ya se me estaba olvidando hasta cómo me llamaba.
¡¡Eso es de un arrogante brutal!! ¿Es que dios hizo el mundo para Jesús María? ¿Tras de todo lo puso a vivir, literalmente, un infierno? Si cuenta con la dichosa protección celestial no se explica que se haya ido al centro de desintoxicación (lo mismo que el Papa-móvil con vidrios blindados [?]).
Definitivamente Colombia es un país demasiado ingrato. Ni siquiera a quienes más lo necesitan les ofrece una ayuda real sino un programa de adoctrinamiento religioso mezclado con algo de educación física.