Justo cuando pensaba que no podía decir nada que no hubiera dicho antes sobre el Dalái Lama, me entero del pequeño problemilla que hubo entre él y la Primera Ministra de Australia, Julia Gillard.
Resulta que él viajó a Australia pero curiosamente la Primera Ministra tenía cosas realmente importantes que hacer, como reunirse con empresarios y representantes de otros países así que se rehusó a reunirse con él.
Como con cualquier otro líder religioso, tanto él como sus esbirros se sintieron ofendidos, su vanidad fue asaltada y su ego magullado. Las palabras de él, al respecto fueron:
Si el Primer Ministro tiene algún tipo de interés espiritual por supuesto mi reunión sería útil. De lo contrario, no tengo nada que preguntarle. Además, ustedes verán, no tiene sentido pedirle consejo a él.
Hay dos lecciones importantes que aprender de esto.
La primera: rechaza la ‘ayuda’ de un charlatán gurú y automáticamente te empezarán a llamar por el otro sexo.
La segunda: si te has librado de los tentáculos de la superstición en todas sus formas, no eres lo suficientemente digno como para que el Dalái Lama te pida consejo. Sólo acepta consejos de los emocionalmente averiados e intelectualmente amputados. ¡Vaya líder!
Pero la cosa no paró ahí. Como pasó en Australia, un país que, a diferencia de la feudal propuesta de este dictadorcillo itinerante, sus esbirros se dieron el lujo de plantear sus desacuerdos con el proceder del gobierno en los términos que consideraron adecuados, algo con lo que ningún tibetano ni siquiera soñaría:
Si bien el paso en falso no fue más que una metedura de pata pública menor, la cuestión más amplia del rechazo de Gillard de reunirse con el líder espiritual no fue motivo de risa para el Consejo Tibetano de Australia.
“Curiosamente, la Primera Ministra puede encontrar tiempo para volar a Sydney para encontrarse con Oprah Winfrey y se reúne periódicamente con funcionarios chinos y los jefes de la industria, sin embargo, no puede encontrar 10 minutos para reunirse con el Dalai Lama”, dijo Paul Bourke del Consejo.
Oprah Winfrey me caerá como una patada en el hígado pero al menos ella no se queda ahí sentada esperando que le lleguen sus millones mientras que una porción del pueblo a su cargo es perseguido por su escuadrón de la muerte amparado por el ejército del gobierno de un país que la acoge. No señores. Ella sale y estafa al pueblo norteamericano con su talk-show de autor-ayuda y ahora va a tener su propio canal. Por supuesto que es más importante reunirse con ella que con ese mentiroso fundamentalista.
Ahora; no me malinterpreten. Por supuesto que no me gustan las magufadas, pero me quedo con todos los magufos best-sellers que con el cabecilla de un ejército paramilitar dispuesto a exterminar hasta la más mínima muestra de disidencia.
Estoy completamente de acuerdo con que Gillard no haya perdido su tiempo entrevistándose con esa escoria humana que es el Dalái Lama.