No sé cuántas veces lo habré dicho, pero sé que es algo que me tocará repetir por el esto de mi vida, así que lo digo por n-ésima vez: ¡¡¡que no! La televisión no manipula! Ni es un medio de comunicación al servicio de ninguna ideología!
A pesar de esto, tanto la izquierda como la derecha, ignorantes de los avances en las teorías de la comunicación, se han empeñado en que este medio es un vehículo de la ideología contraria a su signo, demostrando una completa falta de conocimiento del medio, supina ignorancia y poniendo de manifiesto una visión del ser humano utilitarista y degradante.
Vamos a poner unas cuantas cosas claras.
La televisión es un medio de comunicación cuya única, exclusiva, primera, última y singular función, su único propósito es entretener. No es más. Algunos dirán que puede enseñar. Falso. Otros dirán que está para informar. Parcialmente cierto; o sea, parcialmente falso.
Su lenguaje está para entretener: si uno no encuentra algo entretenido, cambia de canal o apaga el aparato. Punto.
Por eso no sirve para educar: hay información que no se puede reducir al formato televisivo. La exposición de datos, fechas, documentos y demás, debe hacerse interesante y necesariamente habrá datos que se deberán suprimir.
En cuanto a lo de informar, la televisión sirve más bien para resumir. Esto se puede ver en los noticieros y es algo que también vemos en los canales de que pretenden enseñar: comprimen 20 años de investigaciones en cinco minutos.
Eso por no decir que se presta para vender (ojo, que no es manipular sino vender) muy bien productos de charlatanería con una factura impecable. Para la muestra los remito a todos los programas new age de History Channel, por poner un ejemplo. ¿Nostra Damus? ¿El 2012 ó las ‘Profecías’ Mayas? ¿Los mitos biblícos?
Es algo que también ha contagiado al cine y a los videos en Internet, y ahora cualquier idiota que sepa manejar Windows Movie Maker y navegar por YouTube puede fabricar pseudodocumentales conspiranóicos, pseudocientíficos y mentirosos como es el caso de Zeitgeist y su colección de secuelas y películas hermanas, como Money as Debt.
Este fenómeno también ha invadido el cine de toda la vida. Es el caso del mentiroso compulsivo, mitómano profesional y director de cine, Martin Durkin, cuyo historial de manipulación de fuentes al mejor estilo Noam Chomsky o Michael Moore, su distorsión de hechos, y el ignorar los hechos que no favorecen su punto de vista y su agenda libertariana se reduce a cuatro vomitivos largometrajes: Against Nature (que se despacha contra los ambientalistas por ser un riesgo para el desarrollo económico), Equinox (para llevarle la contraria a los científicos, afirmar que unos excesivos implantes de silicona realmente no representan un problema para la salud y restarle importancia a las muertes de mujeres causadas por esto), The Rise and Fall of GM (que defiende la manipulación genética) y The Great Global Warming Swindle (desperdicio de cinta que busca negar el cambio climático).
Por eso considero que una persona que ve un documental o un pseudodocumental y con base en lo que vio cambia su posición con respecto a un tema, sin investigar por su propia cuenta, es un idiota peligroso para sí mismo y para la sociedad en general.
Pero volvamos al tema: la televisión.
A lo mejor pasé un poco rápido por el tema de los noticieros así que ahora lo compenso. En el libro Sur y comunicación: una nueva cultura de la información, Ignacio Ramonet sintetiza el asunto en los siguientes términos:
A los noticieros televisivos, por tanto, no les queda otra cosa que aportar un grado de entretenimiento para asegurarse una sintonía que -además de financiar y justificar su existencia- arroja las máximas ganancias económicas posibles para el canal de televisión. Los tejes y entretejes, la lucha de intereses económicos y políticos, y el accionar de algún personaje tipo Rasputín a la hora de elaborar el presupuesto nacional peruano puede ofrecer una deliciosa información histórica y periodística, pero aportará poco entretenimiento e interés a una audiencia en el Norte, lejana y ajena al quehacer peruano. En cambio, las imágenes de la toma, o la liberación, de la residencia del embajador japonés en Lima por guerrilleros del movimiento Tupac Amaru a fines de 1996 y principios de 1997… ¡Esas sí eran de interés general! No importaba que el público del Norte supiera de antemano quienes son los Tupac Amaru o, en muchos casos, dónde queda Perú. Si la situación era la de la toma de decenas de importantes rehenes que podían ser asesinados en cualquier momento frente a las cámaras de televisión… había que ver cómo sacar eso al aire, ¡en vivo! ¿Costos? ¡Qué costos ni que ocho cuartos!
Como habrán notado, los noticieros televisados mantienen una estructura similar al guión de cualquier otro producto audiovisual: empieza con algo interesante, llamativo, importante, urgente, grande; siguen las noticias sobre lo desastroso que fue el día y por último dejan la farándula y los deportes, que serían lo semejante a lo que en Hollywood son los finales felices.
En la cita de Ramonet la pregunta de los costos es muy importante, no sólo para los noticieros sino para todo el lenguaje audiovisual. Porque además de ser entretenimiento, la televisión también es un negocio. Esto es muy importante por varios motivos: en primer lugar, los canales hacen parte de grupos económicos (¡¡una vez más: costos!!). Por este motivo, es de esperarse que los noticieros televisados no publiquen notas cuyo contenido le sea desfavorable a cualquiera de las empresas del grupo económico al que pertenecen.
En segundo lugar y más importante: la agenda no está impuesta siguiendo ninguna ideología política. Los contenidos de las series, novelas, realities y demás productos televisivos están impuestos única y exclusivamente por lo que exige la audiencia (habrán oído alguna vez la palabra rating).
Un ejemplo de esto: FOX, del paleoconservador Rupert Murdoch, es la cadena que emite House (ateo, escéptico y sin ninguna atadura por las formalidades) y durante siete temporadas mantuvieron el presupuesto intacto. Eso a pesar de que Fox News es una cadena de noticias dedicada a la propaganda de la ultraderecha, que busca promover la liberalización de los mercados y los antivalores cristianos: machismo, homofobia, obediencia…
¿Y por qué se da esto? Porque es lo que piden los televidentes. Ni más, ni menos.
No existe ninguna conspiración ni de derecha ni de izquierda para manipular y convertir a su causa a los televidentes. Simplemente: lo que la audiencia pida y esté lista para tener, eso va a recibir.
Lo de la manipulación lo he explicado también muchas veces pero parece que ninguna cantidad es suficiente. Así que acá va otra vez.
Asumir que las personas que somos expuestas a un mensaje determinado, necesariamente nos va a convencer de ese mensaje es una visión degradante del ser humano. Personajes con esas peregrinas ideas creen que la televisión es un aparato de control social que le dice a las masas cómo comportarse y sirve para dictar los mandamientos éticos, morales, políticos, filosóficos y económicos de una sociedad.
Me recuerda un poco cómo llegó la televisión a Colombia:
El General Gustavo Rojas Pinilla comanda el golpe militar por el cual se destituye al Presidente Laureano Gómez. La presidencia es asumida por Rojas Pinilla, quien promete al pueblo introducir en el país el nuevo y mas influyente medio de comunicación : La televisión , idea que el General había concebido desde 1936 estando en Alemania.
Para desgracia de estas mentes enfermas, que consideran que pueden manipular a las personas como si fueran piezas de engranaje de una gran maquinaria a su servicio (o al de su ideología), los seres humanos contamos con un órgano llamado cerebro. Este está capacitado para la recepción crítica, de forma tal que no tragamos entero.
Sin embargo, a ambos lados del espectro político, uno encuentra disparates sobre la imposición de una agenda política para convertir audiencias a su causa.
Por la derecha, puedo citar la apología que un portal religioso (cuyo nombre es un completo oxímoron: Libertad en Religión) hace del libro de Ben Shapiro, Primetime Propaganda. El artículo deja mucho que desear:
Que la industria de la televisión es mayoritariamente de izquierdas y que utiliza las series del prime time para favorecer la agenda de la izquierda podía considerarse hasta ahora un secreto a voces. Resulta algo demasiado evidente.
[…] el mundo de la televisión norteamericana (que produce series que se consumen en todo el mundo) está controlado por personas que, uno, excluyen sistemáticamente a todo aquel que no sea progresista, y, dos, van fabricando productos según las necesidades y objetivos de la agenda progresista.
Y por la izquierda tenemos a David Sirota, con su libro Back to Our Future, que pretende explicar que la coyuntura política actual obedeció a las series de televisión y producciones fílmicas de los 80 en donde los postulados antiestatales y militaristas de la derecha se resaltaban positivamente. Este es un extracto del libro:
Vamos a ser totalmente claros: yo no sabía conscientemente que era un militarista devoto en 1988 a la edad joven, impresionable, de 12 años. Cuando pedí mi G.I. Joe Snowcat tank para disparar indiscriminadamente uno de sus seis misiles contra los soldados Cobra, que tan a menudo tomaban de rehén a mi ciudad de LEGO, no pensé que si esto fuera real, probablemente dejaría una pila ardiente de sangre y extremidades y víctimas inocentes. Lo único que pensé fue: ¡Impresionante!
Cuando alquilé la primera producción de Hollywood clasificada PG-13 de 1984, “Red Dawn“, y vi el rompecorazones adolescente proteger a Estados Unidos por el trasiego de ejecución tras ejecución, yo no sabía que la película también se convertiría en el titular del Record Guinness Mundial de actos violentos representados por minuto en una película. Todo lo que hice fue aplaudir.
…
“La propaganda es más eficaz cuando menos se nota”, escribe la experta en relaciones públicas Nancy Snow. “En una sociedad abierta, como los Estados Unidos, la naturaleza oculta e integrada de la propaganda convence mejor a la gente de que no están siendo manipulados”.
Exactamente, no se suponía que ni yo ni mis padres pensáramos mucho sobre lo que la década de 1980 nos estaba enseñando a mí ya cualquier otro niño en nuestros sótanos convertidos en refugios.
Esto es tan patentemente falso que incluso hay un caso en el que ambas partes acusan a la otra de haber usado la televisión para influir a su favor. Ese caso es el de Ronald Reagan.
Los ignorantes de la derecha aseguran:
Ahí está el caso de Dwight Schultz, el intérprete de Murdock en El Equipo A, que se confiesa admirador de Ronald Reagan. Perdió un casting por este sencillo argumento del productor del show al que aspiraba, Bruce Paltrow: “¡Aquí no va a haber un imbécil de Reagan!”.
Nicholas Meher, productor de la película para televisión El día después, que en 1983 retrataba lo que sería el mundo tras un holocausto nuclear, reconoce en las cintas que tiene Shapiro que hizo esa película para impedir la reelección de Reagan.
Y en la izquierda se afirma:
El “buenos días, Estados Unidos” de Reagan creó “Red Dawn“, y una cultura pop impulsada por el Pentágono que entrenó a las masas
…
Y cuando yo jugaba “Contra” en mi Nintendo NES, yo no estaba cuestionando la premisa de un juego cuyo nombre provenía de violentos escuadrones terroristas de la muerte en Nicaragua, que estaban siendo financiados por transferencias ilegales de dinero en efectivo de la administración Reagan de la CIA desde Irán. Sólo estaba oprimiendo arriba-arriba-abajo-abajo-izquierda-derecha-izquierda-derecha-B-A, y a continuación, felizmente derribando cualquier cosa y todo lo que se movía.
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El reaganismo instigó esta madrugada del “complejo del entretenimiento-militar”, como lo llamó la revista Wired. La preocupación de la administración por la inflación proporcionó la racionalidad política para la complicidad de los padres, y la agenda de desregulación de la Casa Blanca ayudó a la televisión a convertirse en la más influyente -e invasiva- comercializadora de productos de niños, que cada vez eran más y más violentos y enfocados hacia el tema militar.
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Hay que recordar que cuatro años antes de que esta película fuera estrenada, Ronald Reagan había dado voz a muchas de estas teorías, diciendo que “los soviéticos y sus amigos están avanzando” y reprendía a la administración Carter por “no ver ningún patrón de amenazas”. Era la propaganda en su forma más literal.
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En 1997, después de algunos informes de que “Red Dawn” era uno de los filmes favoritos de Timothy McVeigh, el atacante de la ciudad de Oklahoma, Peter Bart el vicepresidente MGM / United Artists, le reveló a la revista Variety que cuando su compañía examinó por primera vez el guión de la película, el director ejecutivo del estudio “declaró en términos inequívocos que quería hacer la película patriotera final”. El estudio, posteriormente reclutó al recientemente ex secretario de Estado de Reagan, Alexander Haig, general retirado, para servir a bordo de las empresas de MGM, y que “consultara con el director [de ‘Red Dawn’] e inculcara el tinte ideológico apropiado”. Aunque el primer borrador del guión se esforzó por lamentar las tragedias de la guerra, Bart relató cómo el estudio “exigió saber por qué [se] debía tratar de rehacer ‘El Señor de las Moscas’, cuando en su lugar podrían intentar hacer ‘Rambo'”.
…
La década de 1970 vio mucho menos películas de guerra respaldadas por el Pentágono para un público que estaba fatigado de Vietnam y sus consecuencias en el noticiero de la noche. Sin embargo, según The Hollywood Reporter, a medida que el militarismo de Reagan comenzó a subir, la década de 1980 vio “un crecimiento constante de la demanda para acceder a las instalaciones militares y en el número de películas, programas de televisión y vídeos caseros sobre los militares”.
No puede ser. O se quería hacer apología de Reagan o no se quería. No pueden ser las dos. Aunque puede no ser ninguna. Puede que simplemente ¡¡se le esté dando al público lo que este ha pedido!!
Sin duda, ambas exposiciones eligen cuidadosamente sus datos para encontrar luego que su hipótesis es acertada.
No creo que a ni a la izquierda ni a la derecha les interese cambiar su concepto de televisión, de masa, de cultura, de personas y de comunicación, pues resulta bastante útil para acusar al adversario. Sin embargo, dejo aquí testimonio de lo imbécil que esto resulta.