Así como a los israelíes les molestará hasta lo más profundo que existan negadores del Holocausto, hoy me enteré de un país cuyo pueblo podría sentir la misma clase de aversión para con los negadores del cambio climático.
Ese país es Kiribati:
Unas islas ubicadas justo en el ombligo del mundo, en donde los cuatro hemisferios se cruzan, a mitad de camino entre Hawaii y Australia, en aquél lugar donde se ve por primera vez cada año nuevo. Quizá en el 2012 el mundo no se acabe y no se cumpla la profecía Maya, pero quizá en el 2012 Kiribati, aquél país del que usted quizá jamás había oído mención alguna, se hunda más y más y su gente se ahogue en el desespero de un mar que se los traga. Hace pocos días tuve el privilegio de entrevistar para la radio al señor Taomati Iuta, ex vicepresidente, ex ministro, ex parlamentario y actual vocero del Parlamento de Kiribati. Aunque fue difícil coordinar la entrevista por la diferencia de 17 horas que nos llevan de ventaja, en algún momento de nuestra noche colombiana encontré la voz angustiada y cansada de este señor de más de 70 años de edad, que con lágrimas en sus ojos y las voz quebrada, me pedía ayuda para que el mundo conociera la historia de su pueblo que se hunde, no sólo en las aguas del Pacífico, sino también en el olvido y en la indiferencia mundial.
A pesar de los grandes esfuerzos realizados por el gobierno del Presidente Anote Tong, las últimas cumbres de Naciones Unidas sobre cambio climático realizadas en Copenhague en 2009 y Cancún en 2010 le han dejado grandes frustraciones a los kiribatianos quienes sólo pueden lamentar la indiferencia de la comunidad internacional y los pocos avances sobre un acuerdo que permita disminuir las emisiones de carbono a la atmósfera. Aquellas frustraciones de las cumbres se han visto traducidas en la decisión del gobierno de capacitar a su gente para comenzar a abandonar las islas y con ellas la nación que pasará a ser historia pese a que se tomen cartas en el asunto en la próxima cumbre de cambio climático que tendrá lugar en diciembre próximo en Sur África.
Supongo que a ningún negacionista del cambio climático le importará la desaparición de todo un país. La próxima vez que me cruce con uno de estos, me ahorraré la molestia de intentar razonar con quien ha renunciado a la razón y simplemente les pediré que vayan a exponerle sus peregrinas ideas a alguien de Kiribati.