Y no es que lo diga yo desde un punto de vista narcisista y arrogante.
Así lo asegura el estudio Sex and Secularism: What Happens When You Leave Religion? (Sexo y Secularismo: ¿Qué pasa cuando dejas la religión? -cuyas 46 páginas con detalles y gráficos se pueden descargar completamente gratis después de haberse registrado)
Y no es que simplemente seamos un poquito mejores. Somos mucho mejores:
Los ateos y otros no-creyentes, en su conjunto, experimentan mucha más satisfacción en su vida sexual de lo que lo hacían cuando eran creyentes. Ellos sienten mucha menos culpa sobre su vida sexual y su sexualidad. La culpa sexual inculcada por tantas religiones tiende a desaparecer, y de hecho desaparece -mucho más a fondo de lo que cabría esperar-, cuando la gente deja la religión. Y de acuerdo con los encuestados de este estudio, los no-creyentes imparten una educación sexual significativamente mejor a sus hijos que la que imparten los creyentes a los suyos.
Una vez más, no es que tengamos más sexo (en cuanto a cantidad, no hay diferencia), sino que es mejor:
Los creyentes y los ateos tienen más o menos la misma cantidad de sexo… pero cuando se trata del placer y la satisfacción experimentada durante esas relaciones sexuales, la diferencia es como la de la noche y el día.
El estudio también revela una sutil pero mordaz ironía:
Y quizás uno de los mensajes más poderosos de este reporte -si bien, uno de los menos sorprendentes- es el efecto decididamente negativo de la religión en la educación sexual y la información. La gente criada en hogares más fuertemente religiosos calificó la calidad de su educación sexual significativamente peor que la impartida a personas criadas en hogares menos religiosos: 2.4 en una escala de cinco puntos, frente a 3,2 de la gente menos religiosa. Y los niños más religiosos tenían menos probabilidades de obtener información sexual de sus padres que los menos religiosos -un 13,5 por ciento, frente al 38,2 por ciento- y es más probable que la obtengan de la experiencia sexual personal y de la pornografía.
En caso de que la ironía se le escape a alguien, voy a recalcarla: los altamente religiosos, la gente de los “valores familiares”, son más propensos a informarse sexualmente con la pornografía y al andar tonteando… mientras que la personas menos religiosas son más propensas a hablar con sus padres. Y por si alguien se está preguntando por qué la información sexual se incluye en este estudio sobre la felicidad sexual: se ha demostrado consistentemente que una información y eduacación sexual precisa es uno de los pilares de una vida sexual feliz y satisfactoria.
Que, de nuevo, los ateos somos mucho más propensos a tener.
Bueeeno… para aquellos que sigan con la monserga de que las personas religiosas son más felices, y para aquellos que dicen lo bien que se sienten con un dictador celestial, les tengo noticias: los ateos no tenemos amigos imaginarios que se caguen en nuestra vida sexual y nos hagan sentir culpables por ella.
(Sólo como por no dejar cabos sueltos, también en eso de que son más felices se equivocan los creyentes: los países con tasas más altas de ateísmo en realidad tienen niveles más altos de felicidad y de funcionamiento social que los países más religiosos)