Creo que con buena razón, siento una tremenda antipatía por Noam Chomsky.
Pues bien, este mercenario de la tergiversación no pudo contener su verborrea a la hora de lamentar la muerte de Osama Bin Laden.
Afortunadamente contamos con Christopher Hitchens quien le dedicó la siguiente columna al tristemente célebre Chomsky. Las Locuras de Chomsky:
Cualquiera que haya visitado el Medio Oriente en la última década ha tenido la experiencia: conocer a la persona ronca y agresiva que primero niega que Osama Bin Laden fue el responsable de la destrucción del World Trade Center y luego procede a describir el ataque como una venganza justificada por décadas del imperialismo norteamericano. Esta disonancia cognitiva -para darle una denominación educada- no siempre toma esa forma precisa. A veces la misma persona que saluda la valentía de los mártires de Al-Qaeda también cree que los judíos planearon la “operación”.
Hasta donde sé, sólo el líder británico del Movimiento por la “verdad” del 11-S, David Shayler, un ex agente de inteligencia que también anunció su propia divinidad, ha negado que los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001, se hayan llevado a cabo en lo absoluto. (Aparentemente fue por medio de un holograma que la ilusión generalizada se creó en la televisión).
En su reciente artículo de la revista Guernica, el profesor Noam Chomsky, decide dejar abierta esta pregunta central. No tenemos ninguna razón de más para reclamar el crédito de Osama Bin Laden de la responsabilidad, dice, de lo que tendríamos que creer la propia afirmación de Chomsky de haber ganado la maratón de Boston.
De inmediato no puedo decidir si es o no una mejoría de lo que Chomsky escribió en su momento. Hace diez años, al parecer, compartiendo el consenso de que el 11-S fue de hecho la obra de Al-Qaeda, escribió que no era una atrocidad peor que la del Presidente Clinton de los misiles crucero contra Sudán, en represalia por los ataques con bombas en los centros de Nairobi y Dar es Salaam. (No he vuelto a comprobar si, para empezar, reconoció que los atentados contra las embajadas también fueron trabajo de Al-Qaeda). Todavía está discutiendo en voz alta la equivalencia moral, sosteniendo que el ataque de Abbottabad, Pakistán, justificaría una contingencia por la que “comandos iraquíes aterrizaran en el complejo de George W. Bush, lo asesinaran y tiraran su cuerpo en el Atlántico”. (De hecho, equivalencia puede ser una palabra débil aquí, ya que él sostiene que, “indiscutiblemente, los crímenes [de Bush] exceden vastamente a los de Bin Laden”).
Así que el nuevo elemento principal es el del misterio intrigante. Las Torres Gemelas cayeron, pero todavía nadie sabe quién lo hizo. Desde que “en abril del 2002, [cuando] el jefe del FBI, Robert Mueller, informó a la prensa que después de la investigación más intensa en la historia, el FBI no podía sino decir que ellos ‘creían’ que el complot se había fraguado en Afganistán”, no se ha aportado ninguna prueba nueva. “Nada serio”, como dice Chomsky, “ha sido proporcionado desde entonces”.
Chomsky todavía goza de cierta reputación como un erudito y un intelectual público. Y en la cara del bombardeo de la propaganda oficial, se enorgullece en una frase característica que es su severa insistencia de “revisar los hechos”. Así que ¿es de suponer que ha estudiado minuciosamente los resultados completos de la Comisión 9/11? ¿Que ha visto cualquiera de los videos en los que los secuestradores del 11-S se ven en la compañía de Bin Laden y Ayman Al-Zawahiri? ¿Ha leído las transcripciones del juicio a Zacarias Moussaoui, el llamado “secuestrador número 20“? ¿Ha seguido las investigaciones periodísticas de Lawrence Wright, Peter Bergen, o John Burns, por nombrar sólo algunos de los más destacados? ¿Se informó de las actuaciones de las investigaciones asociadas y de servicios en el ataque contra el USS Cole o del primer intento de derribar las Torres Gemelas en los 90?
Con la “izquierda” paranóica anti-guerra, usted nunca sabe muy bien donde caerá el énfasis la próxima vez. En el Festival de Cine de Telluride en el 2002, me encontré debatiendo con Michael Moore, que, un año después de los atentados, aseguraba que Bin Laden era “inocente hasta que se probara culpable” (y no había sido probado culpable). Salvo que lo había sido, al menos de acuerdo con Moore un día después de los ataques, cuando escribió: “¡Nosotros creamos al monstruo conocido como Osama Bin Laden! ¿A qué escuela de terrorismo fue? ¡A la CIA!” Por lo tanto, era inocente a menos que hubiera sido contaminado por la asociación con Langley, Virginia, que parecía tener algunas escuelas de vuelo del centro del país bajo vigilancia antes del 2001, pero aparentemente la incorporación de esta vigilancia fue lenta. Desde hace algún tiempo, de hecho, toda la “narrativa” anti-Bush involucraba algo más bien como la complicidad con la malvada familia criminal Bin Laden, posiblemente basada en intereses mutuos en la industria petrolera. Tan culpable era Bin Laden, de hecho, que se le permitió prepararse para un nuevo Pearl Harbor en suelo estadounidense por una la pusilánime administración republicana que había ignorado diarias sesiones informativas que adevertían sobre la creciente amenaza. Gore Vidal fue capaz de pronunciar muchos graznidos y líneas sugestivas en este sentido, haciendo alusión a una traición a la república de alto nivel.
Y luego vinieron aquellos que, impacientes con la mera insinuación, acusaron directamente a la administración de dispararle a su propio Pentágono y conseguir una “demolición controlada” del World Trade Center. Este gran panorama parecía tener unos pocos aviones sueltos de sobra, ya que los que estrellaron contra las torres fueron sólo una nota de gracia para el despiadado sabotaje preexistente y los aviones en Virginia y Pensilvania de alguna manera simplemente desaparecieron completamente con los pasajeros y las tripulaciones y los secuestradores.
No es una crítica a Chomsky el decir que su análisis es incompatible con la de otros individuos y facciones que, esencialmente, creen que el 11-S fue un engaño. Sin embargo, es notable que él escriba como si la masa de evidencia en contra de Bin Laden nunca se hubiera presentado o no hubiera sido llevada ante un tribunal. Esta forma de negación del 11-S no experimenta dificultades para ocultar una premisa tácita pero evidente, que es la de que los Estados Unidos tuvo bien merecido el asalto que sufrieron sus ciudadanos y su sociedad civil. Después de todo, Chomsky lo dice de una manera contundente, al afirmar que nuestro hábito de “nombrar las armas de asesinato según las víctimas de nuestros crímenes: Apache, Tomahawk… [es] como si la Luftwaffe llamara ‘Judío’ y ‘Gitano’ a sus aviones”. Tal vez esto no es tan cierto en el caso del Tomahawk, que en realidad es el nombre de un arma, pero el punto es al menos tan bueno como cualquier otro que él hace.
En resumen, no sabemos quién organizó los atentados del 11 de septiembre del 2001, o cualquier otro de los ataques relacionados, sin embargo sería un tonto crédulo quien se tragara la palabra (no probada) de Osama Bin Laden de que su grupo fue el responsable. Un intento de secuestrar o asesinar a un ex presidente de los Estados Unidos (y, presumiblemente, por extensión, al que está en el ejercicio del cargo) estaría tan legalmente justificado como el golpe de Abbottabad. Y Estados Unidos es una encarnación del Tercer Reich que ni siquiera oculta sus genocidas métodos y aspiraciones. Esta es la suma total del lo que se ha aprendido, por el gurú de la izquierda, en la última década.
Como suele pasar con las palabras de Christopher Hitchens, no le cambio ni una coma.