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Abstencionismo Ilustrado

Creo que ha llegado la hora de escribir este artículo que venía posponiendo desde la temporada de elecciones presidenciales del año pasado.

Sin embargo, la falta de material noticioso que encuentre relativamente interesante para comentar, las ganas de no dejar de escribir por lo menos una vez a la semana en el blog y el sentimiento de estar listo para exponer el tema coincidieron el día de hoy.

He aquí las razones por las que me declaro un abstencionista ilustrado.

La democracia parte de la noción -noble, pero probablemente falsa- de que todos los hombres somos iguales. Así que nuestras opiniones pueden pesar más o menos lo mismo. Cada uno tiene un voto y se expresa a través de él.

En resumidas cuentas es la dictadura de las mayorías. Y un sistema patentemente falaz: lo que diga la mayoría es mayoritario pero no necesariamente correcto, ni mucho menos verdadero.

Se han hecho algunas modificaciones como las discriminaciones positivas y el respeto a las libertades individuales, tales como la Libertad de Expresión. Muy bien, son avances (aunque espero que llegue el día en que no se necesite ningún tipo de discriminación, por positiva que sea). Sin embargo el sistema de votos sigue presentando algunos problemas.

Para empezar, la política es un negocio. El lobby da buena cuenta de ello (el caso más insólito es el de la Ley Sinde en España, que se aprobó teniendo en cuenta los intereses de las multinacionales gringas de la industria cultural y pasándose por la faja que el pueblo español se ha pronunciado en contra de los derechos de autor).

A diferencia de un negocio tradicional, la política es un negocio redondo: no hay pierde pues no hay forma alguna de exigir garantía. No hay forma de hacer que las promesas de campaña sean vinculantes, obligatorias e imperativas.

Esto la ha convertido en aliada natural de la publicidad: quien mejor convenza al electorado de que puede satisfacer sus necesidades, será elegido. Así que realmente uno no sabe quién será un buen dirigente y quién no lo será hasta que no sea efectivamente elegido. Ese es un precio muy alto que pagar.

En ese caso, las ideologías no han desaparecido, simplemente se encuentran completamente ocultas hasta que se ocupa el cargo (incluso habría razones de peso para seguirlas ocultando. Un ejemplo muy a la mano es el de las creencias de Barack Obama: ¿qué más da si es ateo, cristiano o islámico? Sería preferible que fuera ateo, pero en caso de que lo fuera o fuera islámico, se volvería ingobernable EEUU con tanta oposición cristiana).

En consecuencia, no es muy sabio votar por un programa. El elegido podría gobernar siguiendo la agenda de alguno de sus contrincantes en las urnas. ¿Quién se lo impediría?

Sinceramente creo que ese es un síntoma del principal problema que es el sistema electoral. “Democracia participativa” le dicen, pero uno sólo es escuchado sobre quién va a gobernar. ¿Y si estoy de acuerdo con su política educativa y no con la exterior? ¿Y cómo exigirle que se comporte de tal o cual manera ante un caso imprevisto?

Para la muestra, voy a tomar el caso de los soldados de la guaca. Resulta que en la lucha contra el terrorismo, un escuadrón del ejército se encontró con cerca de 17 millones de dólares que las Farc habían enterrado al abandonar uno de sus campamentos. Dejarlos que se quedaran el dinero habría supuesto uno de los mejores incentivos que el presidente Álvaro Uribe podría haber otorgado a los soldados; tanto a los que se encontraron el dinero como a los que a partir de entonces registrarían con más entusiasmo los campamentos guerrilleros.

Nadie sabía que ese descubrimiento iba a pasar cuando votaron por Álvaro Uribe. ¿Y qué hizo él? Lo que haría cualquier persona que no quiere incentivar a sus soldados: perseguir penalmente a los militares hasta que se aseguró de que fueran encerrados. Además, esto fue hecho pasándose el Código Civil por el Arco del Triunfo (Hay una versión pormenorizada en la gran pantalla).

¿Qué tanta participación puede existir en situaciones imprevistas que le toca afrontar a alguien elegido para que resolviera los problemas que había cuando ganó en las urnas? Ninguna.

Pero aún hay más. Algunos dirán que queda el voto en blanco. Pero el voto en blanco es una ridiculez. Básicamente se trata de decir que no se está de acuerdo con ninguno de los candidatos pero que se sigue apoyando el sistema. Pero es que… precisamente ¡¡el sistema es lo que consiguió que sólo esos candidatos fueran nominados!!

Más cosas deberían estar sujetas a votaciones, que se deberían realizar periódicamente, por lo menos 12 veces al año, sobre los asuntos de actualidad en los que la voz de la ciudadanía debería poder oírse, como en el caso de los soldados de la guaca (por supuesto, los procesos judiciales seguirían funcionando y operando independientemente de los ánimos del electorado).

Debería existir el “voto en negro”: No estoy de acuerdo con los candidatos y definitivamente no estoy de acuerdo con la forma en que se accede al poder.

También debería existir el voto negativo: con el cual anular votos positivos. Podría funcionar de la siguiente manera: el voto positivo es como lo conocemos hoy, sólo se vota por un candidato al que se le suma ese voto. Y el negativo sería votar negativamente por tantos candidatos como se quisiera y por cada voto negativo que reciba alguien, se le anula un voto positivo. Sólo se podría votar negativamente una vez por cada uno de los candidatos.

Implementar estos tres mecanismos haría que la palabra participación tomara relevancia.

Ahora, voy a tratar el asunto de la responsabilidad. En vista de que ningún político realmente responde por sus promesas incumplidas (y en muchos casos ni siquiera por los delitos cometidos en el cargo), yo no voy a votar porque a mí sí me gusta tomar responsabilidad por mis acciones y concederle a un fulano una oficina pública significa hacerme responsable por sus acciones.

Me lloverán críticas diciendo que si no voto no puedo quejarme. ¡¡Están tarados!! Yo no seré católico pero ciertamente critico todas las veces que los Papas han cubierto y protegido pederastas. No necesito ser católico para hacer eso. Ciertamente no necesito ser ciudadano estadounidense para criticar las políticas del ocupante de la Casa Blanca. ¿Por qué se me va a restringir mi Libertad de Expresión a la hora de criticar a un político por el que no he votado?

Son los que votaron por él, quienes que en vez de estarse quejando deberían estar presentando disculpas a la comunidad. Yo, en cambio, no tengo ninguna responsabilidad en ese asunto. Me impusieron al fulano de turno. Tengo todo mi derecho a no estar de acuerdo y a expresarlo tantas veces y tan fuerte y claro como me venga en gana.

Por cierto, a la hora de tratar el asunto de que no estoy cumpliendo mi deber ciudadano, porque no estoy yendo a las urnas me permito recordar que la participación ciudadana no se reduce a ir a votar. De hecho, la Constitución Política de Colombia dice al respecto:

ARTICULO 40. Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político. Para hacer efectivo este derecho puede:

1. Elegir y ser elegido.

2. Tomar parte en elecciones, plebiscitos, referendos, consultas populares y otras formas de participación democrática.

3. Constituir partidos, movimientos y agrupaciones políticas sin limitación alguna; formar parte de ellos libremente y difundir sus ideas y programas.

ARTICULO 103. Son mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía: el voto, el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato.

Yo he firmado revocatorias del mandato de Álvaro Uribe Vélez y de Samuel Moreno Rojas, he difundido ideas políticas y critico otras de ellas en este espacio que es el blog, he puesto mi firma en iniciativas legislativas y referendos para varios casos, entre ellos, el de hacer gratuito el acceso al agua potable para todos los ciudadanos (referendo que no tuvo éxito pues fue eclipsado por otros dos: el impulsado por la robespierina Gilma Jiménez que le daba satisfacción a la sed de venganza de quienes querían permitir la cadena perpetua y el de la segunda reelección del ya mencionado Álvaro Uribe Vélez, que afortunadamente fue infructuoso).

Así que no me vengan con que no he participado. Lo he hecho… pero simplemente no voy a las urnas. Un graffiti que leí durante la última campaña resume muy bien mi posición:

Nuestros sueños no caben en sus urnas.

Para terminar, recomiendo la “sutil” manera en que George Carlin abordaba el tema:

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