Y digo vuelve, porque ya había denunciado su publicación sobre el ReiKi en una sección de Salud (cuando no se ha comprobado que el tratamiento con este tipo de práctica -que muy bien está catalogada como pseudociencia- genere mejoría alguna).
Esta vez, publican -o mejor, difunden- un reportaje de la BBC en la que se hacen cinco preguntas sobre la historia de los Reyes Magos, dejando por fuera el elemento más importante: cuestionar la validez del libro de hechizos llamado Biblia.Cualquier publicación medianamente seria, se abstendría de tomar como texto histórico la Biblia, pero vemos que Semana empieza mal, muy mal:
¿Pero es posible afirmar con certeza que el evento ocurrió tal como lo cuenta la historia? Después de todo, 20 siglos no son poca cosa. ¿Puede ser que, con el paso del tiempo, el relato haya sido “aderezado”? ¿Es posible que nunca haya ocurrido? ¿Se trata sólo de un mito?
El punto de partida es el Evangelio según Mateo, escrito en griego. Allí, por primera vez se menciona el episodio.
El razonamiento no es muy complicado: si Jesús no existió, la historia de los Reyes Magos es falsa de toda falsedad.
Sus fuentes le hacen un flaco favor al reportaje. En primer lugar un Antonio Piñero afirma que
Yo creo que no existieron porque la historia tiene inverosimilitudes intrínsecas y está en conflicto con otras narraciones evangélicas.
¿Y qué hay de que ni siquiera es mencionado por historiadores serios en textos realmente históricos, tipo Flavio Josefo? ¿Es que el hecho de que haya inverosimilitudes y conflicto con narraciones del mismo libro, no constituye evidencia suficiente como para evitar usarlo de referente? ¿Se cree Piñero el cuento de que una persona puede sobrevivir en el estómago de un pez gigante durante tres días?
El teólogo Matthew Boulton no se queda atrás:
Es imposible probar que ocurrió o que no ocurrió. La importancia de este relato tiene es el mensaje que quiere transmitir y su significado.
Lo que en palabras castizas y coloquiales, quiere decir que la verdad no importa, sino que hay que preservar cuentos de hadas para transmitir un mensaje (que es falso, por cierto).