En diciembre de 2024, Lawrence Krauss decidió hacer un episodio especial de su podcast Origins, para conmemorar a Christopher Hitchens, quien murió 13 años antes. El evento conmemorativo fue llamado Hitchmas, mezclando el apodo cariñoso de Hitchens, con ‘Christmas’ (Navidad, en inglés), y consistió en un panel con el propio Krauss, Richard Dawkins, Stephen Fry y Douglas Murray.
Aunque esta sería una introducción más o menos decente para alguien no muy familiarizado con Hitchens, para mí el contenido fue muy ligero; ya había escuchado antes la mayoría de anécdotas, y creo que el respeto que Hitch inspira produce al mismo tiempo una timidez casi comprensible al momento de responder qué haría Hitch en estos momentos; postura que después de casi 15 años empieza a volverse monótona.
Mi intención original era hacer una breve reseña de la conversación; sin embargo, gradualmente se fue convirtiendo en un comentario general de varios temas, cuyo único hilo conductor es la vida y obra de Christopher Hitchens. A pesar de que no era lo que me propuse al empezar, me parece que esta versión final ofrece una modesta contribución a la conmemoración de Hitch que hicieron estos cuatro amigos suyos.
Así que sin más preámbulo, esta fue la conversación entre los panelistas convenidos por Krauss:
La idea de conmemorar a Hitch, y la manera en la que Krauss organizó todo me parece saludable, y eso se agradece. En especial, porque cada vez con mayor frecuencia, cuando alguien dice o escribe algo sobre Hitchens, suele terminar siendo una queja de alguien que tergiversa lo que Hitchens dijo, o escondiendo hechos, o de alguna otra manera omitiendo datos para hacer su punto. Por supuesto es legítimo detestar a un autor por lo que dice o hace; pero lo que no es ni remotamente aceptable es que falten a la verdad deliberadamente. Seguramente hay críticos legítimos de Hitchens (yo mismo tengo desacuerdos con el hombre), pero la más de las veces suele ser gente con más bilis que argumentos, resentidos por lo que Hitch dijo sobre su tema particular, personas que aprovechan para atacarlo ahora que él no está vivo para responder y defenderse. Lamentablemente, la deshonestidad intelectual campa a sus anchas cuando se trata de críticar a Hitchens. Veamos algunos casos.
Por ejemplo, recientemente Laura Kipnis se fue lanza en ristre contra Hitch porque a él no le gustaba personalmente el aborto. Esto es completamente irrelevante pues, donde importa, en materia de política pública, él entendía que las mujeres deben ser libres de poder decidir lo que ocurre en sus cuerpos. ¿Acaso no es la postura de Hitchens lo que deberíamos querer que fueran todos los provida: que sigan creyendo la chorrada de ser persona al momento de la concepción pero que dejen de tratar de imponerle sus ideas a los demás, y de incrustar su superstición en las leyes de todos? Por supuesto, esto jamás se le pasó por la cabeza a Kipnis.
Otro caso: en su libro Becoming (2018), Michelle Obama, lo acusó de ser racista — ella se estaba desquitando por una columna en la que 10 años antes Hitchens se preguntaba si ella tenía influencia sobre su esposo —así como Hillary Clinton la tuvo sobre Bill Clinton—, a la luz del escándalo del pastor Jeremiah Wright Jr. Wright fue el guía espiritual de Barack Obama durante más de 20 años, y para el momento en el que empezó la campaña por la presidencia de 2008, el reverendo contaba con todo un historial de posturas bastante antipatrióticas, como acusar al gobierno americano del 11-S y maldecir a los EEUU (“dios maldiga América” en vez del tradicional “bendiga”). Hitchens señaló que en su tesis de grado, la futura Primera Dama había citado a los separacionistas negros Stokely Carmichael y Charles Hamilton como dos de sus grandes influencias intelectuales, y el hecho de que más adelante Wright los hubiera casado (a los Obama), bautizado a sus hijas (ídem) y hecho donaciones al futuro Presidente, planteaba la pregunta de qué tanta influencia tenía ella sobre su esposo para que este hubiera esperado hasta que la campaña ya hubiera empezado y que las actitudes de Wright se hicieran públicas para cortar lazos con su mentor espiritual. Una pregunta apropiada, por parte de un columnista político, en el contexto de una contienda presidencial. Cero animosidad racial. Pero la discípula de Carmichael y Hamilton no aguantó hacer la acusación, a pesar del antirracismo radical que Hitchens exhibió durante toda su vida (y que de hecho, en algún punto, estuvo a punto de costarle una paliza a manos de skinheads neonazis).
Los religionistas también han puesto su granito de areana. Por ejemplo, los islamistas se han inventado que Hitch quería pulverizar por completo a Irán, algo que él nunca dijo ni en broma, ni nada que se le parezca. Y los historiadores cristianos han respondido a su libro de dios No Es Bueno acusando a Hitchens de tampoco ser él bueno por haber cometido errores e inexactitudes históricas, que es un error de categoría como un planeta, porque el argumento central del libro, que la idea de dios es moralmente reprochable y que la religión siempre excusa las atrocidades cometidas en su nombre, no es comparable con haber confundido tres fechas.
Así que entre quienes faltan a la verdad deliberadamente, y una reunión desenfadada con humor y anécdotas repetidas, me quedo con lo segundo. Ahora sí, repasemos cómo transcurrió la reunión.
Sin duda, las intervenciones de Stephen Fry fueron las más provechosas, al menos para mí. Por ejemplo, Fry cuenta que conoció a Hitchens en los últimos años de su vida, y que este le ponía apodos cariñosos a todos sus amigos. Apenas se conocieron, Hitch llamó ‘Old Horse‘ a Fry. El dramaturgo también contó que Hitch apenas se apañaba con el concepto del email (!), y que no entendía el chiste cuando el actor se burlaba de él por todavía tener una cuenta de AOL.
Krauss contó que mientras estaba escribiendo el prólogo de su libro A Universe from Nothing, en el que explica cómo el Universo podría haber venido de la nada, en conversación con Hitchens sobre cómo la expansión exponencial del Universo implica que en el futuro muy distante el universo será frío y vacío, el periodista le proporcionó una respuesta espléndida a la anodina pregunta que los creyentes religiosos plantean con frecuencia de por qué existe algo en vez de nada: “Tan sólo espera, no durará mucho“.
En contraste, la presencia de Douglas Murray desentonó como un moco en vestido de novia. Él sólo tiene dos anécdotas sobre Hitch, que ha repetido cansinamente hasta el punto en que las tiene enlatadas y listas cada vez que se refiere a Hitchens: la de cómo se quedaron bebiendo toda una noche y al despertar, mientras él sufría su resaca, Hitch estaba en un programa de debates como si nada. La otra es de cómo le pareció que Henry Kissinger había dicho algo relativamente interesante y que al transmitírselo a Hitch, este le regañó ripostando que no necesitaban a Kissinger para saber tal obviedad.
No logro imaginar cuán más facha tiene que ser Murray para que Krauss finalmente comprenda que lo que sea que Hitch vio en él para ofrecerle su amistad, más que probablemente ya no está ahí. Murray ha sido un porrista de tiempo completo de la extrema derecha global desde hace años, cuando poco después de la muerte de Hitchens, apoyó la teocracia cristiana y repudió el laicismo. Supongo que siempre pudo ser peor, ya que Krauss podría haber invitado en su lugar a la ahora impresentable Ayaan Hirsi Ali. Para mí siempre serán un misterio los gays e inmigrantes que terminan apoyando y defendiendo proyectos políticos abiertamente homofóbicos y racistas, como este par lo han hecho con Trump.
Luego llegaron las preguntas de la audiencia. La primera pregunta fue si alguno podía agregar un cuarto punto a los tres principios rectores de Hitch cuando era joven: “Libertad sexual, libertad de expresión y libertad de asociación”. Aunque hubo comentario, creo que ninguno ofreció el cuarto principio. Stephen Fry atinó a decir que la libertad de expresión es la base de la justicia, la igualdad, la paz y la decencia; un requisito para éstas. Más adelante, el monigote de Murray dijo que estaba en desacuerdo, porque él sólo veía la libertad de expresión como la única manera de llegar a la verdad, que es una obviedad como una casa. Lo que a mí me parece revelador es que el columnista no consiga dar el paso intelectual extra de que no se puede tener justicia ni igualdad si no están basadas en esa realidad a la que sólo se puede acceder mediante la libertad de expresión. (Esta es una de las principales razones por las que el movimiento woke está condenado a fracasar miserablemente en su objetivo declarado de buscar justicia, porque operan sobre un modelo de la realidad bastante impreciso, mucho más fantástico que real.)
La siguiente pregunta fue si creían que Hitch habría sido amigo de Jordan Peterson. Murray, que de hecho es amigo del charlatán canadiense, dijo que por supuesto que Hitchens habría sido amigo suyo. Krauss estuvo de acuerdo, porque en vida Hitchens fue amigo del magistrado Antonin Scalia, y si pudo ser amigo de Scalia, ser amigo de Peterson habría sido un paseo por el parque. A diferencia de las preguntas sobre política, creo que la única manera de saber lo que Hitchens habría hecho es si él hubiera vivido más tiempo, o que hubiera conocido a Peterson antes de morir. En mi opinión, se ahorró un disgusto, pues Peterson encarna todas las cosas que Hitchens odiaba, así que la cuestión podría haber ido en el sentido de Kissinger y Teresa de Calcuta o de Scalia.
Si Hitchens nos enseñó algo, eso es que ser ateo no sólo está bien, sino que es inaceptable que los religiosos exijan respeto por sus ideas, o que nos callemos nuestras opiniones cuando ellos van por el mundo vociferando las suyas. Así que no resulta improbable que Hitch pusiera a Peterson en su lugar cuando el charlatán repite la mentira que los “nazis eran ateos” (realmente eran de mayoría cristiana; en Mein Kampf Hitler dejó claro que era un devoto católico). Ese habría sido el Hitchslap más épico.
Otra posibilidad es que fuera en el sentido de Gore Vidal, quien fue amigo de Hitchens, pero cuya relación se dañó cuando Vidal decidió abrazar teorías de la conspiración sobre el 11-S. De hecho, la predilección de Peterson por la conspiranoia hace bastante probable que este fuera el resultado (eso, y el hecho de que Peterson ha sido acusado creíblemente de ser un agente de desinformación quien ha recibido dinero de Rusia).
Mientras hablaban sobre Peterson, Krauss comentó que las dos veces que lo ha invitado al podcast es feliz recordándole una frase del programa de Dick Van Dyke que se le quedó grabada desde hace años: “Lo que parece vago superficialmente, en realidad carece de sentido“. Luego le preguntó a Dawkins qué pensaba, pues este tuvo su segundo debate con Peterson recientemente.
El biólogo recordó que en su primer debate con Peterson, lo único que alcanzó a decir fue darle una reprimenda por su afirmación ridícula de que el ADN es un arquetipo junguiano, que los pueblos primitivos conocían sobre el ADN, que esto se podía saber por sus dibujos de serpientes en espirales, y que esos pueblos tenían un ojo interno con el que podían ver el ADN dentro de sus propias células (!!). En qué universo Hitchens se habría amigado con un charlatán así me supera.
Fry, de nuevo, tuvo el mejor apunte, equiparando a Peterson con alguien que no tiene dientes dando consejos odontológicos. Murray defendió a Peterson, diciendo que el charlatán defiende sus ideas de manera robusta, y que no hay que olvidar que Peterson ha ayudado a muchas personas a mejorar sus vidas (esto por el libro de autorayuda de Peterson; famoso por culpar a las personas de su propia miseria, y diciéndoles que sus vidas mejorarán cuando ordenen su habitación. Todo un manantial de sabiduría, pues).
Hubo preguntas que no me parecieron tan interesantes. Un par fueron sobre cuál era el dios griego favorito, y sobre cuál era el dinosaurio favorito de cada uno. Hubo otra sobre qué le recomendarían a alguien que quiere tener una trayectoria profesional como filósofo — la respuesta de Krauss fue muy divertida: “Por favor, no lo hagas“. Fry, de nuevo, ofreció el comentario más interesante, apuntando que hasta hace unos años, los filósofos tenían buenos trabajos en las compañías de tecnología como eticistas, pero que el sector se ha venido deshaciendo de esos departamentos, y los filósofos profesionales van regresando a la academia y dar discursos. Otra pregunta fue sobre la opinión del panel con respecto a los dos escritores favoritos de Hitchens, Orwell y Wodehouse.
A Dawkins alguien le preguntó si cambiaría su opinión sobre dios y la religión si el dios de la Biblia fuera descrito como un buen tipo. El científico respondió que le aburren las preguntas sobre moralidad divina, de si dios es bueno o reconfortante, cuando lo que a él realmente le importa es la veracidad de las afirmaciones sobre dios; y que le parece muy curioso que los creyentes religiosos con los que suele tratar realmente no parecen preocupados con saber si su dios existe realmente. Krauss agregó que los postulados de la religión organizada son contrarios a la evidencia, y que la mente científica está enfocada en lo que es verdad, y no lo que está bien o mal; y recordó que era Hitchens quien hacía el caso más fuerte sobre la maldad de la religión. (Dawkins aprovechó para lanzar una indirecta contra Ayaan Hirsi Ali, quien le dijo recientemente que ella decidía creer que el dios cristiano existía.) Esta me pareció una oportunidad perdida para recordar que preocuparse porque las creencias propias sean ciertas es un mejor cimiento moral que lo bondadoso o malvado que pueda sonar el dictador celestial de turno, o lo reconfortantes que puedan ser las palabras de cualquier gurú. El motivo por el que el humanismo secular es una alternativa ética superior a la religión es que no está derivada de la autoridad o la revelación, sino de la experiencia humana compartida, por lo que ofrece beneficios materiales tangibles para los que lo adoptan y las personas a su alrededor; además, la moral de un humanista secular puede ser actualizada en tiempo real, en vez de esperar un nuevo pronunciamiento o una interpretación más favorable (que en muchas religiones ni siquiera es una posibilidad). Uno no necesita afirmar que de un ser se puede exprimir un deber-ser para admitir que una comprensión del mundo más cercana a la realidad ofrece una ventaja cualitativa sustanciosa para cualquier postura moral.
Finalmente, llegaron las preguntas de qué habría hecho Hitchens en política, que es algo que todo el mundo parece temer responder, pero a diferencia de a quién le ofrecía su amistad y a quién se la retiraba, la mente de Hitchens no era ningún misterio en cuanto a posturas políticas. Hitch era un hombre de izquierdas —fue trotskista—, y tuvo la decencia de manterse fiel a sus principios cuando todo el mundo decidió que los principios eran transables; y para completar, tuvo la honestidad intelectual suficiente de respetar los hechos, cuando otros iban ofreciendo excusas y explicaciones convenientes.
Famoso es el desprecio que Hitch sentía por Bill Clinton, y no sin razón: a pesar de ser el candidato y Presidente por el Partido Demócrata, Clinton era (y no hay razón para pensar que no sigue siendo) un conservador. No conservador comparado el Demócrata promedio, o conservador al lado de Bernie Sanders y AOC, sino conservador de derechas, que arrastró a los Demócratas aún más hacia la derecha. Clinton empezó su primera campaña presidencial cuando todavía era Gobernador de Arkansas; aprovechando esa doble calidad quiso venderse como un candidato duro contra el crimen, y para ello atendió a la ejecución de Ricky Ray Rector, un hombre con un profundo deterioro cognitivo, cuya condena de pena capital Clinton podría haber postpuesto o perdonado. Una vez en la Casa Blanca, Clinton recortó salvajemente la asistencia social (lo que condenó a millones de personas a una pobreza aún más extrema), expandió tremendamente el encarcelamiento masivo, amplió el fracaso moral de la guerra contra las drogas, recortó casi medio millón de puestos de trabajo federales, prohibió que los gays pudieran servir en el ejército, aumentó las deportaciones y elevó más las barreras para obtener un estatus legal mediante su deforma a la inmigración, y prohibió el reconocimiento de los matrimonios del mismo sexo por parte del Gobierno Federal.
Clinton es tan obviamente conservador que Bob Dole, el candidato Republicano en las presidenciales de 1996, lo apodó “the Me Too President” (o sea el Presidente Yo También, “Me Too“) que hoy en día cobra un nuevo significado, aunque también aplicable a Clinton, como depredador sexual que es. De cualquier forma, Dole le puso ese remoquete porque la campaña de Clinton tenía las mismas propuestas que la de Dole — y este lo acusó de robarse todas sus ideas. A mí me parece muy gracioso que a día de hoy hay criaturas que todavía insisten que el Partido Demócrata es de izquierdas, cuando claramente EEUU tiene un partido de extrema derecha y otro de centro-derecha que se aleja del centro cada vez más.
En fin, quienes esperaban que Hitchens siguiera como manso corderito el arrastre a la derecha que Clinton le dio al Partido Demócrata no se demoraron en acusarlo a él (Hitchens) de volverse de derechas cuando decidió apoyar el proyecto de Bush de invadir Irak y Afganistán. Aunque yo estoy en desacuerdo con ese apoyo, no voy a pretender que Christopher Hitchens —quien nunca se sumó a una causa por alianza partidista— de un momento a otro se volvió un burdo neoconservador; especialmente porque él dejó muy claro que apoyaba a Bush porque era a quien los socialistas del Medio Oriente apoyaban para derrocar sus respectivos tiranos.
Es curioso cómo la actitud de Hitchens de escuchar a los ciudadanos nativos de otros países, y estar dispuesto a cambiar de opinión, asumiendo que los locales tienen una mejor idea de lo que está ocurriendo en sus tierras, fue completamente ignorado por quienes nunca se molestaron en visitar las zonas de guerra desde donde él reportaba. A lo mejor a Hitchens le jodía montones que sus amigos fueran masacrados por los regímenes de Saddam Hussein, al-Assad, y Khamenei.
Evidentemente, la concepción de la política como una cuestión partidista es más popular que la de principios, así que no es de extrañar que Hitchens fuera difamado así, como alguien que puede ser marxista hoy y neoconservador mañana. Los etnocentristas nunca le perdonarán su internacionalismo.
Lamentablemente, parece que este maniqueísmo también se ha prestado para confusión entre sus amigos, que no se atreven a ofrecer una respuesta de qué postura habría tomado Hitchens sobre algún tema, incluso en temas sobre los cuales el propio Hitch escribió y manifestó una postura. Stephen Fry dice que seguramente Hitchens se habría opuesto a las leyes que penalizan el discurso del odio (que en puridad son leyes anti-blasfemia, travestidas de igualdad), postura que Hitch de hecho adoptó en vida; también menciona que Hitchens probablemente se habría opuesto al chovinismo woke, y está en lo correcto, vis-à-vis Hitchens se opuso en vida a las políticas de identidad y el posmodernismo.
Krauss le pide a Murray que responda una de dos preguntas: ¿Cómo habría votado Hitch en las elecciones de 2024? Ó, ¿qué pensaría del nacionalismo cristiano, o simplemente de la convergencia de la religión con el mundo político? Murray, por supuesto, se escabulló diciendo que las preguntas hipotéticas son imposibles de contestar y que nadie sabe cómo habría votado Hitchens, y que de hecho muchas veces nadie se explicaba cómo votaba Hitchens cuando estaba vivo. Por fin, después de balbucear perogrulladas, consigue responder que Hitchens se habría opuesto al nacionalismo cristiano. D’uh!
Esto no debería ser muy difícil. Para cualquiera que no haga parte del culto a la personalidad de Trump, es meridianamente claro que Hitchens jamás habría votado por ese fantoche. Antes que muchos de nosotros, Hitch vio con suspicacia la postura antidemocrática y antioccidental de Julian Assange y su selectiva filtración de documentos, siendo porrista interesado de la dictadura de Vladimir Putin; sospechas bien fundadas que hoy en día están más que confirmadas. La idea de que el habitante de la Casa Blanca moje cuco con la actitud mafiosa de Putin le habría revolcado el estómago a Hitchens; eso por no mencionar la corrupción y el abierto desdén por las más elementales normas democráticas, rasgos característicos de la identidad MAGA.
Si uno presta atención a la actualidad global no es muy difícil ver que estamos en medio de un conflicto entre una visión del mundo basado en normas, democrático, igualitario, transparente, materialista, donde priman los DDHH; y una visión autocrática, fascistoide, de fake news, y hechos ‘alternativos’, donde priman el misticismo, la superstición y la jerarquía.
Hay una cita genial de Hitchens, cuando recordaba que la fatwa contra Salman Rushdie fue una colisión entre todo lo que amaba y todo lo que odiaba: “Era […] una cuestión de todo lo que odiaba frente a todo lo que amaba. En la columna del odio: dictadura, religión, estupidez, demagogia, censura, acoso e intimidación. En la columna del amor: la literatura, la ironía, el humor, el individuo y la defensa de la libertad de expresión“. Yo no creo que sean coincidencia la similitud entre la columna de lo que amaba y la cosmovisión democrática y pluralista del mundo, así como la que hay entre la la columna de lo que odiaba y la visión autocrática.
Además de la participación de Murray, hubo otro detalle que no se sintió apropiado en una conmemoración de Hitchens, con panelistas que han cimentado su estatus, al menos parcialmente, como buscadores incansables de la verdad y respetuosos de los hechos por encima de todo. Hubo momentos en los que Dawkins, Krauss y Fry dejaron pasar falsedades como ciertas, o incluso las dijeron ellos mismos. Por ejemplo, mientras hablaban de Peterson, Dawkins repitió la historia de origen del charlatán, con su supuesto coraje al desafiar una ley que imponía el uso de pronombres so pena de prisión — el problema es que la ley nunca dijo eso. Cualquiera se puede hacer famoso desafiando un muñeco de paja de lo que dice una ley, y señalizando virtud de que uno incluso está arriesgándose a ir a la cárcel por sus principios.
La otra falsedad que fue afirmada como cierta, por parte de Fry, es esa de que la Primavera Árabe fue un movimiento pro-democrático; cuando a todas luces se trató de una serie de revueltas en varios países donde la pobreza y opresión fueron protestadas con la exigencia de que sus gobernantes islámicos se volvieran aún más fundamentalistas y opresores. Eso tiene de democrático lo que Hitchens tenía de jugador de basketball.
A pesar de que tuvo sus fallas, creo que si se tiene el tiempo, vale la pena ver el video o escuchar el audio de la conmemoración en su totalidad — consigue evocar el espíritu de Christopher Hitchens, y recordarnos algunas de las anécdotas más emocionantes de su vida.
(vía Why Evolution Is True)