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ONU vota por penalizar blasfemia

Esta semana la ONU volvió a ocupar el papel de hazmerreír mundial pues su esperpéntico Consejo de DDHH —compuesto en su mayoría por países teocráticos— votó por penalizar la libertad de expresión si algún creyente en deidades decide sentirse ofendido por esa expresión, y siente la obligación de castigar a quien ose atacar a su minusválido dios y el mito que representa.

Si creen que los copos de nieve de la religión de las necesidades especiales están detrás de este despropósito, ¡están en lo correcto! Y se pone peor:

El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó este miércoles, gracias a los votos de países miembros de mayoría musulmana, una polémica resolución de condena al odio religioso motivada por la quema de un Corán en Suecia a finales de junio. Este acto ha provocado una oleada de rechazo en países como Pakistán, Irak, Indonesia o Arabia Saudí y subrayado de nuevo las diferencias sobre el concepto de libertad de expresión entre los Estados de mayoría musulmana y los occidentales. El anhelo de algunos países islámicos de que actos como la quema de su libro sagrado se castiguen legalmente, incomoda a Estados Unidos y la UE, que lideraron la oposición a la moción. Tanto Washington como Bruselas consideran que algunos gobiernos de países islámicos aspiran a que Occidente reinstaure las abolidas leyes contra la blasfemia, que siguen en vigor en los Estados musulmanes.

El pasado 28 de junio, un inmigrante iraquí, supuestamente de confesión cristiana, quemó un Corán delante de una mezquita en Estocolmo el mismo día en que se celebraba el Eid al Adha o Fiesta del Sacrificio, una de las festividades religiosas musulmanas más importantes. Para los Estados de mayoría musulmana, esta acción de protesta es responsabilidad del Estado sueco, dado que la policía del país había autorizado la acción de protesta amparándose en la libertad de expresión.

Desde ese día, las protestas de los gobiernos y las manifestaciones contra Suecia han recorrido los países musulmanes.

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Pakistán, uno de los Estados musulmanes miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU —la membresía es rotatoria y dura tres años— se encargó de presentar el texto de la resolución en nombre de los 57 Estados de la Organización de la Conferencia Islámica. La moción fue aprobada con los votos a favor de 28 de los 47 miembros y siete abstenciones. De los 12 Estados que votaron a contra, solo uno, Costa Rica, se engloba en el llamado “Sur Global” (América Latina, África y Asia). El resto son Estados Unidos y 10 países europeos; nueve miembros de la UE y el restante, Montenegro, candidato a la adhesión. La aprobación de la resolución se daba por hecha, dado que, de los 47 miembros actuales del organismo de derechos humanos, 19 forman parte de la Organización de la Conferencia Islámica.

El texto aprobado este miércoles denuncia la quema del Corán como un acto “ofensivo, irrespetuoso y un claro acto de provocación” y su objetivo es que el Consejo de Derechos Humanos elabore un informe y pida a los Estados que revisen su legislación para permitir “la persecución de los actos y la apología del odio religioso”.

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Embajadores de los países europeos en el organismo de la ONU condenaron la quema del Corán, pero mostraron su oposición al texto. La representante de Alemania, Katharina Stasch, calificó la destrucción del libro sagrado de “espantosa provocación” y la censuró, antes de aclarar que “la libertad de expresión a veces también significa soportar opiniones que pueden parecer casi insoportables”. La embajadora de Francia puntualizó que los derechos humanos consisten en proteger a las personas, no a las religiones y sus símbolos.

Por supuesto, en los países civilizados entienden que que los los derechos y el respeto son para las personas, no para las ideas; y que con las creencias —tanto propias como ajenas— uno puede trapear el piso si le viene en la regaladísima gana.

El tema no carece de cierta injusticia poética; al fin y al cabo, la ONU nació en parte como respuesta al Holocausto, y ahora su organismo cuya tarea es velar por mantener el mínimo de condiciones para que nada como ello pueda volver a ocurrir, ha sido secuestrado por trogloditas antisemitas que no pueden controlar sus impulsos cada vez que alguien desafía las ridículas ideas a las cuales han atado su identidad nacional y dependencia emocional.

Y uno aquí pensando que una comunidad de países con un Consejo de DDHH está para que las culturas herederas de la Ilustración ayuden a los países tercermundistas a salir de la inopia, en vez de que estos se tomen las riendas y se carguen las salvaguardas democráticas de los primeros.

Al revisar la votación, no me sorprende que los países propiamente teocráticos y las dictaduras voten contra la más elemental de las libertades; pero lo que sí queda claro es que muchas supuestas democracias no lo son tanto, y prefieren el totalitarismo. Entre estos cobardes se encuentran Ucrania (!), Argentina, Chile, México, Bolivia, y Honduras.

Y el tema no es muy difícil: la quema de un libro —cualquier libro, sea la Biblia, el Corán, Harry Potter, o el Kama Sutra Gay— es una cosa de mal gusto; pero el punto es que cada quien puede hacer con su propiedad privada lo que a bien tenga. Y al que no le guste se puede morder los codos. Qué mundo tan payaso, donde habiendo tantas injusticias reales por resolver (como las olas de calor, las vergonzosas disparidades salariales en todas las industrias, el retroceso de los derechos de las mujeres, la hambruna y la corrupción), los países desperdicien tiempo, dinero, energía y burocracia atendiendo las pataletas de quienes carecen de la capacidad mental para hacerse cargo de sus emociones y entender que su superstición no dictamina los límites de lo que los demás podemos hacer y decir.

La guinda del pastel es que todos estos lloriqueos contra un imaginario discurso del odio busquen proteger un panfleto que considera a las mujeres como poco menos que muebles, que permite la esclavitud, y que incita el antisemitismo.

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